Tras el veto a la Ley Antidespidos, los trabajadores aprestan su larga marcha en el desierto.
El jefe de movimiento obrero organizado está obsesionado con su juguete nuevo, la AFA, y mientras le dedica sus mejores esfuerzos los obreros en las plantas fabriles, sobre todo esas bien industriales, ruidosas, que lastran electricidad a dos manos para doblar chapas y hacer, por ejemplo, bachas para la cocina, se desgranan de a cientos, los obreros, y se van volando a la nada, lábiles, flotando suaves los obreros en las plantas fabriles hasta caer levemente en la mismísima mierda, los obreros.
Hugo Moyano luce increíblemente viejo y anquilosado. En el bazar de los estudios historiográficos se reproduce como letanía el lema que reza que la burocracia sindical es así, que así son y que el problema es la renovación y etcétera y todo eso. Es cierto que Moyano lidera el movimiento obrero desde fines de la década del 90. También es cierto que, durante la democracia, el sindicalismo tuvo al menos tres liderazgos fuertes: Saúl Ubaldini, la mesa del terror entregada al menemismo (compuesta, entre otros, por Luis Barrionuevo, Héctor Daer, Armando Cavalieri o Jorge Triaca, el padre del actual ministro de Trabajo) y Moyano. Sin quitar las diásporas que en los 90 se expresaron en los trabajadores del Estado, sean los administrativos de ATE o los docentes. Víctor De Gennaro y Mary Sánchez son figuras ineludibles, tanto como el resurgimiento –y la actual vigencia– del sindicalismo clasista, sea más chino o trotskista. El recuento cumple la sola función de señalar una omisión comparativa propia del Luis Alberto Romerismo, el todo por dos pesos del conocimiento de la historia: el movimiento obrero organizado tiene más recambio dirigencial y mayor dinámica que varios partidos políticos, el Partido Obrero y la Unión Cívica Radical, para empezar, yendo de un extremo al otro del espectro ideológico (chistín).
El ascenso de Moyano en los 90 tuvo una causa estructural. El desguace del ferrocarril dejó todo el transporte en manos del camión, paran los camiones, para el país. Luego, si el líder de los camioneros quiere ser el jefe, tiene todas las condiciones para hacerlo. ¿Es imprescindible que el liderazgo sea llevado por aquel que pueda, por sí solo, mover los hilos? No: Ubaldini representaba a los cerveceros, seres angélicos que a todos amorosamente nos dan la felicidad, aunque sean un sector marginal en la gran masa del pueblo. Sin embargo, no hay fuerza real para enfrentar nada si el grupo que va al frente no contiene al transporte, la industria y, al menos, una parte de los estatales.
Porque mientras los obreros flotan como ceniza y se caen, se caen, hay un delegado gremial de base en silencio y embroncado. Las fases de retracción son también fases de recambio dirigencial. Destrucción creativa de las organizaciones. Aquellos que puedan ejercer un mejor control de los daños continuos que efectúa el gobierno, aquellos que reúnan tropa suficiente y empujen a las columnas más flacas en la calle hirviente de bombos, aquellos que se queden a dormir en la fábrica durante la toma, aquellos que sepan no dejarse vapulear por los cuervos y los contadores del gerente vaciador en fuga, esos, van a ir, de a poco, haciéndose conocer. Como lo hizo Moyano en los 90, como lo hizo Ubaldini durante la dictadura, en el marco de un contexto de entregadores. No habrá recuento de prontuarios: así como todos los líderes actuales (Moyano, Caló, Yasky, Micheli) estuvieron juntos en el palco del 29 de abril, las pasadas historias personales de quienes emerjan en un nuevo escenario allí quedarán. Las acciones represivas de Moyano en los 70 son un ejemplo.
[quote_box_right]El movimiento obrero organizado tiene más recambio dirigencial y mayor dinámica que varios partidos políticos[/quote_box_right]¿Habrá rememorado sus viejos momentos combativos el Negro, de frente a la enorme masa de trabajadores que se congregaron a fines de abril? Cuánto candor en esa pregunta. El Hugo en realidad estaba mirando de frente a una horda de delegados de base cabreados y duros con los dientes afilados ante el lento paquidermo. Todos los hombres en el palco estaban mirando lo mismo. La formidable marcha del 29 de abril no fue resultado de la unificación de las tres CGT, sino que fue al revés. Las tres CGT se tuvieron que unificar para poder contener y coordinar las mordidas enardecidas que vienen desde las bases más enraizadas de la política de los obreros. Los reclamos se están empujando fuerte y duro desde abajo.
Y a medida que el veto a la ley antidespidos vaya creciendo –su tamaño será proporcional a la ola de despidos–, la rabia irá siendo cada vez mayor. Un adelanto: la CTA ya mueve un paro o movilización para junio.
Lo que la tele no puede tapar
Mientras el presidente Mauricio Macri anunciaba que vetaba la ley de doble indemnización (al fin y al cabo era poco más que eso), afuera de la planta de Cresta Roja arrancaron con el quilombo los despedidos que no pudieron lograr contratos basura para seguir faenando pollos (por un rato). El fuera de escena fue tan significativo como el cuadro que formaban Macri, Fräu Maru Vidal y las corales caras de ojete de los trabajadores disfrazados de trabajadores, en el fondo. La planta estaba rodeada de carros de la policía y oficiales con escudo y casquito. Las imágenes no se vieron en ningún lado –sólo hay registro fotográfico de celular– y las grandes empresas de medios suman un retruécano más de su triste historia en los últimos 40 años: pasaron siete años sobando a la dictadura, al menos cuatro haciendo lo propio con el menemismo, ocho años actuando como un partido de oposición sin fisuras para, ahora, volver a un tono “vamos ganando” casi malvinero.
Sin embargo, el audio de los bombos entró en la escena y el fondo de los precarizados de Cresta Roja era indisimulable. La incomodidad, acaso, atravesó a Macri, que como nunca desnudó su línea ideológica, entre sus gangosos balbuceos de recoleto new age: ahora la buena época vendrá dentro de un año (adiós al “segundo semestre”), la intervención del Estado es el sometimiento de todos y la falta de libertad, una ley contra los despidos es un cepo al trabajo, los pobres son “más fáciles de manipular y someter” y la libertad de empresa es la bondad mayor de la vida social.
[quote_box_right]La formidable marcha del 29 de abril no fue resultado de la unificación de las tres CGT, sino que fue al revés. Las tres CGT se tuvieron que unificar para poder contener y coordinar las mordidas enardecidas que vienen desde las bases más enraizadas de la política de los obreros.[/quote_box_right]El presidente puede repetir una y otra vez que el empleo no creció durante los últimos cinco años, aunque los registros –no las encuestas, sino los registros: los listados, la data más dura de todas– lo desmientan totalmente. Por caso, están los datos de noviembre sobre el pago de aportes patronales. Parte del apagón estadístico comprende a esas cifras, que la Afip proveyó hasta noviembre de 2015. Igual, alcanza: entre 2011 y 2015 se crearon 440 mil puestos de trabajo nuevos netos, en blanco. “Empleo de calidad”, gusta decir Macri. Si se suma a ojímetro la cifra de los puestos de trabajo en negro, la cantidad de trabajo creado sube a 660 mil puestos nuevos. Sólo con los creados en el sector privado alcanza para cubrir la cuota del crecimiento vegetativo de la población económicamente activa.
Pero, bueno, nadie está obligado a percibir las estadísticas y su relación con el bolsillo diario, ni tampoco existe el deber de transformar la opinión personal frente a la evidencia informativa. El propio presidente Macri, en su discurso de apertura de las sesiones legislativas de este año, dio la cifra absoluta de desempleados (1.200.000) y generó un escándalo. “Horror, horror, hay más de un millón de desempleados”. La trampita fue efectiva: jamás se mencionó que esa cifra es la más baja de los últimos 12 años y que representa poco más del 6% de desempleo, un guarismo que no se veía desde la década del 80.
[quote_box_right]El fuera de escena fue tan significativo como el cuadro que formaban Macri, Fräu Maru Vidal y las corales caras de ojete de los trabajadores disfrazados de trabajadores, en el fondo. La planta estaba rodeada de carros de la policía y oficiales con escudo y casquito. Las imágenes no se vieron en ningún lado –sólo hay registro fotográfico de celular– y las grandes empresas de medios suman un retruécano más de su triste historia en los últimos 40 años.[/quote_box_right]No es idiota la crema de la masa laboral. En apenas unos meses, los empleados en blanco y con buenos sueldos pasaron de agitar alegremente la quita del impuesto a las ganancias a fruncir fuerte y en continuado para no perder el laburo. Acostumbrados a recuperar y mejorar el salario real en la mayoría de las paritarias de la última década larga, ahora ven cómo ni siquiera con los aumentos recuperarán el poder de compra. El mejor acuerdo salarial de este año lo cerraron los aceiteros. Como los camioneros en los 90, un paro de aceiteros es hoy una de las mayores trompadas posibles al capital: se frena el procesamiento de las exportaciones primarias. El aumento pactado fue del 38% en un solo tramo. Ningún gremio logró semejante porcentaje, menos de una sola vez. Sin embargo, no hay ninguna medición de la inflación que se ubique por debajo del 40% anual, fuera de la ponderación del peso superlativo de los aumentos de tarifas. Es decir, todas las negociaciones se dieron a la baja y el macrismo ya logró otro de sus objetivos: a largo plazo enfriar la inflación por la contracción de la demanda. Las herramientas son dos: bajar el poder adquisitivo licuando el salario real o quitándolo directamente. Eso es un despedido. De hecho, la situación actual es tan ruinosa que los precios siguen subiendo por el aumento puro de los costos, ya que la demanda cayó y en todos los rubros las ventas menguan cada vez más.
El veto de Macri es un doble signo. Avisa a los empresarios que la zona está liberada para despedir y precarizar (gesto por demás repetido). Ubica a los trabajadores en la intemperie. En el medio, los líderes del movimiento obrero organizado. Abajo, la política de las bases, obligada por la circunstancias, prepara pertrechos y afila armas para lo que, adivinan, será una larga y violenta marcha.
Publicado en Pausa #173.