Hoy se juegan dos finales (al menos dos que yo conozca). A las 21 horas juega Messi contra Chile por la Copa América Centenario; mientras que a las 22, por HBO, se transmite el final de temporada de Game of Thrones, una serie que bate récords de audiencia y de millones de dólares en producción.
Usted dirá que estoy falsificando datos y que lo segundo no es una final. También me va a decir que juega Argentina y no Messi… y seguramente es usted uno de esos que, sin importarle las contradicciones lógicas, me va a decir que Maradona, en el ’86, ganó él solito el Mundial. En fin, whatever. Acá la cosa es tener que tomar una decisión difícil: ¿se mira la ficción del fútbol o la ficción declarada y explícita de GoT? ¿Qué criterios son válidos a la hora de tomar esta decisión? Y estoy clamando por su ayuda.
[quote_box_right]Solo voy a pedir que se la den a Messi, la puta que lo parió.[/quote_box_right]
La última copa que ganó la Argentina fue en 1993 (todo bien con los Juegos Olímpicos, pero seamos buenos entre nosotros, diría Horacio Pagani). 23 años de sequía, de derrotas, de ser bielsista y tener que vivir con la frustración del 2002 y la barbarie de todos los que hablan con el diario del lunes abajo del brazo. De quedar afuera en 2006 con Riquelme y Messi viéndolo sentados en el banco de suplentes, de Higuaín pegándole como mi abuela con reuma y Palacio tomar la peor decisión de su carrera hace dos años en Brasil. Por una cuestión de integridad física, opto por no hablar del 2010 porque hay un Maradona mediante y es como tocarle la vieja a Pappo, más o menos. Todo eso juega a favor de ver el partido, siempre conciente de que existe una alta, altísima probabilidad de que Messi gane, por eso. Y verlo al 10, siempre es lindo. Ante este panorama tan entusiasta, si Messi gana, me afeito al ras y no me importa no poder disimular la nariz(ota).
Pero, ¿y si pierden? En primer lugar, no vuelvan al país. Excepto Messi, claro está. En segundo lugar, si existiera algo así como una credencial que acredite que son futbolistas de selección, que se las quiten en el aeropuerto y que nunca más vuelvan a ser convocados. Excepto Messi, por supuesto. Tercero, rompo todo lo que esté a mi alcance. Excepto los vinilos… y la heladera, que están carísimas. Y cuarto salió Estados Unidos.
Y recién ante la posibilidad de una casa en ruinas, es cuando entra en juego la chance de ver el final de temporada de Game of Thrones en vivo y en directo, y recibirme de nerd con promedio 9,87. Y sí. Esta actual temporada me generó menos expectativas y emoción que una #Mesaza de Mirtha Legrand. Más que la sangrienta, perversa, incestuosa, política (no, no es una redundancia de los atributos anteriores… bah, bueno, un poco sí), fantástica y shockeante serie de televisión, este año GoT se pareció a una película de Disney de la década del ’50.
Y entonces ustedes estarán preguntándose cuál es mi conflicto, si GoT me parece mala. Que me morfé igual los nueve episodios anteriores porque soy un consumidor compulsivo de series; y tan obsesivo que no puedo dejar nada sin terminar (hace 4 años estoy viendo The Walking Dead solo para quejarme de lo mala y aburrida que es).
En conclusión, tengo que decidir entre lo que puede llegar a ser el primer título de Messi con la Selección Argentina o mi salud psíquica (que ya está perdida, como verán). O entre ver a un tipo que cada vez que agarra la pelota me hace sonreír o… no, ya está. No dije nada. Solo voy a pedir que se la den a Messi, la puta que lo parió.