Dos días, 103 asistentes, decenas de escritores y pantagruélico buffet en el Festival de Arroyo Leyes.
Zafando de la reputación pésima de ser una zona de quintas, los vecinos de Arroyo Leyes se sumaron a la propuesta que nació desde una familia que para celebrar su primer año viviendo ahí promovió el Primer Festival de Poesía de Arroyo Leyes. Fue durante el sábado 18 y domingo 19 de junio, a la altura del kilómetro 12 y medio: entre escritores y escritoras sumaron más de cincuenta tanto de la región (Santa Fe, Santo Tomé, Paraná, Sauce Viejo y de la comuna misma) de algunas ciudades más distantes (Rosario, Sunchales) como de otras provincias como Corrientes y Chaco.
Alejandra Bosch es escritora y desde el 18 de junio del año pasado es vecina de la costa. Después de varios meses difíciles a causa de la crecida de río (que todavía está adentro de varias casas), se puso al frente de la fundación de la editorial de espíritu independiente y artesanal, Ediciones Arroyo (que se sirve, además, de material reciclado) y posteriormente de la organización de este festival: “uno de los mayores méritos de este evento es que se hizo completamente sin presupuesto, todo fue aportado desde la misma comunidad: desde las panaderías y carnicerías, el equipamiento en materia de audio ofrecido por la FM 98.5 Voces de la Costa que todavía no pudo restaurar su antena desde el temporal de hace pocos meses, el predio de la Feria de Artesanos hasta las propias camas de vecinos que alojaron a los poetas que vinieron desde lejos”, comentó en la semana previa la organizadora.
La convocatoria abierta reclutó a una mayoría de artistas jóvenes entre los que se colaron las distintas dos corrientes poéticas más en boga: una más bien enfocada en lo performativo, que trabaja el acento, el énfasis y todas las posibilidades que habilitan la gesticulación y la oralidad, privilegiando además apreciaciones del orden de lo abstracto, las molestias y los placeres; en otra postura, en relación más estrecha con el trabajo textual y, casi que paradójicamente, apelando más hacia lo visual y contemplativo de lo que compone el mundo material.
Más de treinta al micrófono durante la primera tarde noche (se contaron entre ellos Fernando Callero, Analía Giordanino, Francisco Bitar) se calentaron las manos y los adentros con las cazuelas de lengua hechas en uno de los quinchos del predio, mientras el resto del público (103 en total, según el censo oficial) confraternizó en espíritu de peña con las performances de Alfredo Oliva, Oscar “Pato” Sosa y de Alfredo Arce.
Para el mediodía del domingo del día del padre, más de 70 personas almorzaron guiso de lentejas para hacer sobremesa con Gustavo Farabolini charlando acerca de escritura creativa, materia del taller que coordina la Biblioteca Popular Domingo G. Silva, de San José del Rincón. Una mesa editorial con copias de EnAmorArte… o nada de Claudio Chiuchquievich, otras tantas de lo publicado por Felipe Ojalvo y el catálogo larguísimo de La Gota Microediciones. Al final de la tarde del domingo, cuando ni siquiera la fresca se animaba a cortar la oportunidad que les ofrece la poesía de estar reunidos, los escritores se formaron para una foto grupal a modo de cierre, enfrente del mural pintado por artistas plásticos formados en la escuela Bustos y, claro, en la Juan Mantovani.
“La repercusión que tuvo el evento nos dio cabida en el circuito literario a nivel nacional, un día después de terminado ya se comunicaron escritores que tienen ganas de venir el año que viene a lo que será la segunda edición. Además, vamos a visitar a la gente de Eloísa Cartonera para mostrarle nuestros libros”, redondeó Bosch para Pausa.