La filósofa y ex legisladora porteña Diana Maffía disertó en Santa Fe sobre Ciencia y Género. Llamó a cuestionar estereotipos y jerarquías a la hora de producir y dirigir conocimiento.
Invitada por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UNL en el marco de la campaña “Más igualdad, mejor ciencia”, Diana Maffía estuvo la semana pasada en Santa Fe para brindar una conferencia sobre Ciencia y Género. Doctora en Filosofía de extensísima trayectoria académica, ex legisladora por la Ciudad de Buenos Aires e investigadora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género de la UBA –donde dirige junto a Dora Barrancos el programa “Construcción de ciudadanía de las mujeres y otros grupos subalternos”–, Maffía hizo su presentación en el nuevo aulario común de Ciudad Universitaria ante un auditorio numeroso y atento.
Erica Hynes, titular del área de Ciencia y Técnica de la UNL, señaló que “esta campaña ‘Más igualdad, mejor ciencia’ forma parte de un proyecto estratégico para lograr mayor igualdad en las carreras científicas de hombres y mujeres. Algunas son acciones de visibilización y sensibilización como las charlas y conferencias, también lo hacemos a través de la entrega de objetos de uso diario para laboratorios y espacios de investigación –como botellas de agua, gafas, guardapolvos, cajas para pipetas y pizarras que llevan el logo de la campaña y distintas frases con datos estadísticos– para instalar este debate acerca de por qué las carreras de las mujeres científicas muchas veces se ven retrasadas y en peligro por una serie de causas muy complejas, entre las que se destaca sin dudas la cuestión del uso del tiempo: las mujeres dedican más tiempo que los varones a las tareas domésticas. Y empezamos la campaña para concientizar a los varones científicos acerca de la corresponsabilidad de esas tareas”.
“Además realizamos un desayuno entre estudiantes que aspiran entrar al sistema científico a través de becas de Conicet y profesoras que las pueden dirigir. Es una manera de apoyar sus carreras porque elegir director es un paso clave, normalmente se divisa a los jefes de grupo y profesores más consagrados, y hay muchas mujeres en condiciones de dirigir. Y a su vez, a las profesoras les resulta difícil encontrar estudiantes que quieran formarse con ellas. Estas acciones son para formar redes”, agregó.
Consultada sobre el panorama de las mujeres científicas a nivel nacional, Hynes opinó: “No me parece que haya grandes diferencias, en las ingenierías y tecnologías de todo el país es muy parejo. Acá lo ponemos en crisis, pero hay muchos otros institutos, sobre todo de las ciencias naturales, las biológicas y las experimentales, donde estos temas no se han empezado a debatir. En cambio las ciencias humanas y sociales están mucho más sensibilizadas, conocen los estudios de género porque transcurren en sus áreas de conocimiento. Si bien en Argentina hay una red de científicas que hace muchos años están interesadas en estos temas, las ciencias experimentales son más refractarias a esos discursos y conocen menos, por eso se ponen un poco a la defensiva, hay una idealización de que son asépticas, que ninguna ideología las atraviesa. Y poner esto en términos de discriminación hacia las mujeres o discutir la cuestión feminista muchas veces provoca sensibilidad y rechazo, pero creo que es más que nada una gran ilusión de que la ciencia es neutra, que los lugares que se ganan por méritos personales individuales que se pueden separar de toda discusión política, y eso no es así”, afirmó.
Capacidades y límites
Momentos antes de comenzar la conferencia sobre Ciencia y Género, Diana Maffia dialogó con Pausa y puntualizó que “la idea es hacer un análisis de las carreras de investigación desde una perspectiva de género. Y esto implica mirar varias cosas: de qué modo la ciencia ha hablado de las mujeres para que nos encontremos aisladas en el ámbito de lo privado y lejos de tareas que implican razonamiento, abstracción, universalización, como son las teorías científicas. Alguien ha dicho cuáles eran nuestras capacidades y cuáles eran nuestros límites, y ese alguien muchas veces es la propia ciencia. Entonces tenemos que analizar cómo progresar las mujeres como sujeto pero también cómo hemos sido objeto de esas teorías científicas que han generado muchas veces estereotipos y jerarquías entre los géneros”.
“Esas construcciones son parte de la lectura deconstructiva que tiene que hacer una mirada de género sobre la ciencia. Pero también el hecho de que es necesario que las mujeres participemos en las reglas de evaluación del progreso y medición de la calidad de los productos de la ciencia, porque las mujeres que están en cargos altos suelen decir que nunca fueron discriminadas, que se asciende por capacidad o que no debería haber cupos. Ahora, ¿cuáles son esas capacidades y quién determina cuáles son relevantes para poder progresar en la ciencia?”, se preguntó la investigadora, “Prácticamente en todas las disciplinas científicas está discutida la meritocracia y los modos de evaluación, incluso los modos de evaluación por pares porque a veces se han hecho comparaciones hasta grotescas, por ejemplo cambiar el nombre de un científico reconocido en un artículo, ponerle uno de mujer, enviarlo a una revista y que sea rechazado. También las mujeres usan la estrategia de poner sus iniciales y no su nombre completo para que no se vea que es un artículo escrito por ellas. Entonces lo que ocurre es que la mujer progresa en la carrera científica hasta el nivel de investigador independiente, cuando empiezan a establecer sus propias líneas de investigación y equipos de trabajo. Ahí se hace una meseta: mientras ellas están al servicio del prestigio y de la acumulación de otros sujetos su carrera no tiene obstáculos, que comienzan cuando tienen autonomía”.
Seguidamente, objetó: “Son muchas las cosas que hay que evaluar: nuestra capacidad para estar no solamente en los espacios de investigación sino también en los espacios de dirección y de diseño de esas instituciones, y esto es más difícil. Tenemos un Ministerio de Ciencia y Técnica que es un logro importante, pero todo el gabinete del ministro Lino Barañao está compuesto por varones. Quiere decir que no ha habido de su parte un acompañamiento hacia la posibilidad de equidad en los más altos niveles de la ciencia, no lo ha visto como algo prioritario, por lo tanto hay que educar al ministro además de a nosotras mismas y adquirir herramientas para obtener posiciones críticas y no pensar que son naturales obstáculos que no lo son”.
—¿La producción de conocimiento sigue un modelo patriarcal?
—Efectivamente. Es algo que ahora está cuestionado por las neurociencias, pero durante 30 años la epistemología feminista ha puesto el acento en esto: pensar que las capacidades mentales de varones y mujeres son distintas, antagónicas y que las de los varones tienen valor epistémico, son racionales, tienen capacidad de abstracción, de universalidad, de objetividad; y en cambio las mujeres somos emocionales, subjetivas y eso no tiene valor epistémico. Afirmaban que las mujeres tenemos un discurso metafórico y no literal, que en lugar de formulaciones abstractas hacemos propuestas narrativas, todo considerado un obstáculo para la construcción de un conocimiento confiable. Se está generando un estereotipo acerca de cómo somos varones y mujeres, una jerarquía, porque señalamos que las propiedades de uno son mejores que las de otros. Eso refuerza la propia jerarquía de género restándole cualquier posibilidad de valor epistémico a cualidades a las que ahora se están revisando.
De esta manera, ejemplificó que actualmente se está revisando el valor de las emociones en la construcción del conocimiento “por el hecho que sin ciertas apuestas emocionales no hay decisiones racionales posibles: no las hay en la economía, en la política ni en esas áreas que les importa a los investigadores que puedan ser aplicados estos resultados de investigación. Se empieza a pensar en los seres humanos de una manera más compleja, en estas cualidades no como antagónicas, fundamentalmente pensando que sí hay un valor epistémico en muchas de estas maneras de construir visiones del mundo que han estado desplazadas, que justamente son las visiones de los grupos hegemónicos, es decir somos las mujeres por nuestra condición, pero han sido los indígenas, los afrodescendientes o los niños, comunidades enteras de producción de saberes que han sido desplazados de las garantías, del prestigio de la ciencia. Y creo que estos límites comienzan a reverse, entre otras cosas por los mismos métodos que la ciencia aplica para su investigación. No creo que necesariamente tenga que tomarse una actitud anticientífica, hay que tener una actitud crítica porque es un conocimiento valioso”, concluyó.