Hace un par de años dije en este periódico que la burguesía estaba aburrida… y a juzgar por lo que cotidianamente veo en la calle lo sigue estando.
¿Y qué pasa cuando la burguesía se aburre? Hace cosas insólitas, inimaginables, pero sobre todo ridículas (como lo fue el desafío del “Ice bucket”) que se ponen de moda y durante un tiempo nos tenemos que fumar en todos lados. ¿O ya se olvidaron del Tamagotchi? Bueno, por si lo hicieron ahora tienen el Pokémon GO para entretenerse mientras se embolan recorriendo el Memorial del Holocausto en Auschwitz, las ruinas del Coliseo o la Polis Ateniense, ¡ea pues, por Zeus!
Pero es en los pequeños detalles diarios en los que me doy cuenta que la cosa empeora y que no hay señales de que vaya a cambiar de rumbo. Por ejemplo, hay personas que se compran un jean agujereado y lo pagan como nuevo a un precio desorbitante, cuando en realidad se lo pueden comprar sano, más barato, y romperlo en su casa, como lo hacíamos cuando éramos metaleros, después grunges y, por último, rolingas. También sucede que cada dos o tres años la burguesía cambia de raza de perro preferida: hará unos 15 años fueron los caniches; después el no sé qué finlandés (o de por ahí); casi enseguida todo el mundo andaba paseando con un weimaraner y ahora son los beagles. Coleccionar vinilos, armar tus propios cactus, amar a Cerati (yo me compré todos sus vinilos hace poquito) o el veganismo también son síntomas del aburrimiento burgués.
Sin embargo, lo que me lleva a sentenciar el título de esta columna tiene que ver con otra de las actividades típicas burguesas de las que, por supuesto, yo no me quedo afuera: el “running” (aunque, en verdad, quien me ha visto hacerlo dice que lo que yo hago es “caminar rápido”). Todo bien con salir a correr por la Costanera, el Parque del Sur o donde se les cante: es saludable para el cuerpo y la mente, un momento de intimidad con uno mismo al aire libre, te podés encontrar de casualidad justo ahí con alguien y quedarte hablando un rato aunque estés todo traspirado y sucio, etc. No es la actividad en sí lo que me lleva a concluir que seguimos aburridos. ¿Entonces qué? Que hay personas que pagan para salir a correr a la calle. Sí, increíble. No me pregunten ni cómo ni por qué, pero hay grupos de personas que son amateurs, que no se entrenan para competir en maratones, que no pretenden ser profesionales, que le pagan a alguien para que les diga “¡Ya!” y ellos y ellas empiecen a correr. Lo vi varias veces y nunca deja de sorprenderme. A menos que no lo hagan por eso sino porque no les gusta salir a correr solos y no tienen amigos; entonces le pagan a gente extraña para poder hacerlo… o sea, están comprando amigos. Que también es algo muy burgués, así que no resultaría extraño que esa fuera la razón. Pero no solo eso. También pagan para que sus hijos e hijas ¡anden en bicicleta por la ciclovía de la Costanera Este! ¡Una cosa de locos! Mientras ellos “runnean”, llevan a sus burguer kids y los cansan un rato, así a la noche no joden.
Sobre esto último, pensaba que estos pibitos viven al palo y hacen de todo. Escuela, tenis, inglés, rugby, taekwondo, escuela otra vez, psicólogo, exposición extrema a las nuevas tecnologías y redes sociales… y en vacaciones, a pedalear a la costa mientras mami y papi evitan quedarse solos en casa para no aburrirse mirándose a la cara. Sí, y después se quejan de que sus hijos son hiperkinéticos o de que no se pueden quedar quietos. Señores padres, ¿qué otra cosa esperan si los están sobre-estimulando cargándolos de actividades que cuando les faltan les genera una ansiedad sublime? ¿Qué están haciendo? Criando una nueva generación de insatisfechos aburridos.
También he visto gente que va al gimnasio… y los hacen correr vueltas a la manzana. A ver si me explico: ¡hay personas que pagan para correr por la vereda! Ya ir a un gimnasio a simular que estás pedaleando contra un vidrio me parecía extremo: hacer de cuenta que andás en bicicleta mientras un tipo te grita “¡dale Graciela, no aflojes, vamos!”, creía que era el límite. Con la cuota de tres meses en el gym te comprás flor de bici todo terreno y con 58 velocidades… pero no, es preferible pagar para obligarte a hacer algo que simula ser otra cosa. En fin…
Como dice un amigo mío: “Así funciona el capitalismo. Te hace pagar por algo que puede ser gratis y está a tu alcance, pero te hace creer que no lo podés alcanzar por vos mismo”. Si estos tipos siguen aburridos y pagan por cualquier cosa para saciar su insatisfacción, van a terminar haciendo que privaticen hasta el andar por la vereda, ¿se dan cuenta? Además de aburridos, los burgueses se ve que también somos bastante peligrosos.