El reconocimiento propio de un trabajo es el reclamo de la gremial de mujeres meretrices.
El piso 14 del hotel UNL-ATE, donde se realizan conferencias y eventos, homenajea en sus paredes a mujeres argentinas destacadas de diversos ámbitos y disciplinas: Eva Perón, Lola Mora, Estela de Carlotto, son algunas de ellas. Allí también se puede encontrar el retrato de Sandra Cabrera, trabajadora sexual y dirigente sindical asesinada en enero de 2004.
En ese salón, con la foto de Cabrera como estandarte de su militancia por los derechos de las trabajadoras sexuales, se presentó en la ciudad el Frente de Unidad Emancipatorio por el Reconocimiento de los Derechos de Trabajadorxs Sexuales en Argentina (Fuertsa).
Georgina Orellano, Secretaria General Nacional de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar), estuvo presente y fue quien abrió el panel del que también participaron Emmanuel Theumer, docente e investigador de la UNL; Diego Cardozo, Secretario General de la CTA Regional La Capital, y Noelia Trujillo, trabajadora sexual trans.
Orellano presentó el Fuertsa e hizo hincapié en los debates y discusiones que se dan en torno al tema de la reglamentación o no de los actos de prostitución. “Tenemos que tener en claro que mientas seguimos discutiendo si la prostitución es o no trabajo, en 18 provincias siguen vigentes los códigos contravencionales y a las compañeras las siguen llevando presas, la policía les sigue cobrando coimas, se siguen aplicando políticas prohibicionistas que vienen a combatir la trata de personas pero que en la práctica nos han empujado a nosotras a ejercer nuestra actividad en una mayor clandestinidad, quedando expuestas a mayores situaciones de explotación”.
El Fuertsa, una alianza entre organizaciones sociales, políticas y culturales, activistas, académicos y artistas, aboga por el reconocimiento de los derechos humanos y laborales de quienes ejercen el trabajo sexual. Entre sus objetivos, se plantean trabajar por la derogación de las múltiples normativas que criminalizan y/o penalizan el trabajo sexual; reivindicar e incluir las voces de lxs trabajadorxs sexuales como agentes relevantes a la hora de debatir políticas públicas y legislaciones que lxs involucren; visibilizar la vulneración de derechos y apoyar políticas públicas favorables para aquellas personas que buscan alternativas laborales al trabajo sexual, entre otros.
Trabajo precarizado
Según expresó la dirigente de Ammar, la prostitución no difiere en nada de otros trabajos donde tanto hombres como mujeres están precarizados, e hizo referencia a albañiles, peones rurales, empleadas domésticas y niñeras. “Tenemos los mismos problemas y exigimos para nosotras lo mismo que otros trabajadores precarizados, la única diferencia es con qué parte del cuerpo trabajamos. Si mañana yo quiero ser trabajadora de un call center nadie va a decir nada, porque parece que está socialmente aceptado que se explote la mano, pero no la concha. ¿Por qué es digno explotar la mano y es indigno explotar la concha? ¿Por qué a la concha siempre la tenemos que poner en relaciones donde esté presente el deseo, el amor y el placer? Y si mi placer es a través del dinero, ¿cuál es el problema? Si el dinero atraviesa todo en esta sociedad”.
Al momento de su alocución, Noelia Trujillo reforzó esta postura. “Yo trabajé durante 5 años en la Municipalidad como practicante y me sentí más explotada ahí que en mis 30 años como trabajadora sexual. Pero que te explote el Estado, con prácticas y pasantías, parece que está bien, está aceptado. Agradezco la oportunidad que me dieron, pero tengo un desgaste tan grande de esos 5 años, un desgaste mental, no del cuerpo. No sé por qué creen que por utilizar los órganos sexuales para trabajar el desgaste es mayor. Una vez que pude salir de la calle y comenzar a trabajar en mi casa, me di cuenta que el trabajo sexual no era desgastante, lo desgastante era la precarización, la calle, las corridas, la cana, las palizas, la discriminación”.
La presencia del Estado tanto para acompañar a las mujeres que desean salir de la prostitución como para aquellas que quieren continuar ejerciéndola, es una de las claves de la lucha del Fuertsa. “Nosotros planteamos que las dos políticas pueden ir de la mano: alternativas laborales para las compañeras que no quieren seguir en la prostitución, pero a la vez un marco regulatorio con acceso a derechos laborales para quienes si quiere ejercer el trabajo sexual”, explicó Orellano. “No queremos hacer otra cosa, no creemos que este trabajo sea ejercer violencia sobre nuestro cuerpo, violencia son las condiciones de la clandestinidad, violencia es que otras me vengan a decir a mi lo que yo tengo que hacer con mi cuerpo, violencia es que crean que tenemos incapacidad para poder decidir sobre nuestro propio cuerpo, incapacidad para proyectarnos laboralmente, para decidir en qué mercado laboral queremos trabajar y en cuál no, eso es violencia”.
“Esto no es un River-Boca”
Los argumentos pos y contra, tanto de la reglamentación como del abolicionismo del trabajo sexual, son muchos, variados y profundos. Son culturales, éticos, políticos, filosóficos y teóricos; y las discusiones y enfrentamientos se dan constantemente.
La Campaña Abolicionista “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución” Santa Fe, de hecho, emitió un comunicado con motivo de la presentación del Fuertsa. Allí expresaron que “no se puede considerar trabajo a lo que es un explotación milenaria, que nace de las desigualdades estructurales de género y constituye una forma extrema de violencia. No tiene sentido discutir si se puede elegir o no, si hay prostitución forzada o consentida o pretender encubrir que la trata existe sólo porque la prostitución demanda cuerpos cada vez más jóvenes para ser consumidos, cuando es la realidad la que se impone con una contundencia escalofriante. La edad en que las mujeres y travestis han sido ingresadas a la explotación sexual ronda entre los 13 y 17 años y no hay consentimiento posible cuando se está merced de presiones y violencias de todo tipo, la que compele desde la necesidad económica a la que condiciona desde lo cultural y simbólico. En la prostitución los únicos que realmente eligen son los prostituyentes, sean clientes o proxenetas”.
Tanto Orellano como Trujillo retomaron este tipo de planteos y remarcaron que hay un grave error al confundir trata con prostitución, explicando que no siempre van de la mano. “Esto no es un River-Boca, hay cosas en las que podemos coincidir y empezar a trabajar, lo otro son discusiones que en algún momento tendremos que saldar. Mientras queremos, como trabajadoras, los mismos derechos que cualquier trabajador: aportes, acceso a la vivienda, a la salud. Nosotras somos abolicionistas, abolicionistas del sistema capitalista que nos explota a todas, eso es lo que hay que abolir”, afirmó la dirigente de Ammar.
Respecto de los argumentos abolicionistas, Theummer comentó: “en Argentina las agrupaciones políticas que se reconocen como de izquierda tienden a presentarse como abolicionistas y es interesante como uno de los argumentos que más circula por ahí es el que dice que reconocer el trabajo sexual como un trabajo sería hacerle un guiño al capitalismo, y este planteo nos habilita a pensar y preguntarnos ¿por qué el trabajo de un albañil o de un docente es menos funcional al capitalismo que el de una prostituta? Parece que todos tenemos derecho a un trabajo capitalista menos las prostitutas. Es un planteo sumamente absurdo”.
Piden ser escuchadas
La eliminación del rubro 59 de los diarios y la ley de trata, son medidas que, desde organizaciones como Ammar, fueron cuestionadas, porque no se convocó a las trabajadoras a la hora de elaborarlas y de pensar en sus alcances. “Son políticas que tienen que ver con nuestro sector y no tenemos voz, eso también es violencia. No necesitamos posturas paternalistas ni maternalistas, que hablen por nosotras, necesitamos que nos escuchen y nos tengan en cuenta. Ese es el feminismo que nosotras abrazamos, no uno punitivista, que viene a tomar las voces por otras mujeres y decidir sobre nuestros cuerpos”.
Cardozo, de la CTA local, también se refirió a este punto. “Hay que garantizar que estas compañeras se organicen, que su palabra esté dentro del debate sobre el trabajo sexual. Mucho intelectualismo se apropió del debate y la discusión sobre el trabajo, sobre el cuerpo, sobre el género, pero todavía las compañeras siguen poniendo el culo en la calle y no se les ha ido a busca para ver y escuchar que opinan ellas de todo esto”.