En plena crisis política, Río de Janeiro alberga los Juegos Olímpicos. El rechazo a la presidencia interina de Michel Temer se conjuga con las calles totalmente militarizadas.
Brasil se convirtió en los últimos años en el centro mundial del deporte, en 2014 se realizó la Copa del Mundo de Fútbol y en este agosto de 2016 se palpitan los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro.
El contexto social y político del gran país vecino antes y durante el Mundial mostraba marcadas diferencias en el pueblo brasileño, lo que sería una “grieta” como el Amazonas. Más allá de las razonables diferencias ideológicas que tiene toda sociedad, Brasil también se dividía en 2014 entre los que iban a votar a Dilma y los que se inclinarían por el conservador Aécio Neves, representante de la coalición “Brasil Cambia” (cualquier semejanza con nuestro “Cambiemos” gobernante no es casual). Por aquellos días el gobierno de Rousseff se defendía de varias causas de corrupción de la estatal Petrobras, el pueblo le daba batalla a una inflación creciente y la mayor economía de América Latina –séptima del mundo– sumaba dos trimestres de caídas en el PBI, tras sufrir un retroceso del -0,6% de abril a junio. En agosto de 2014 Brasil ingresó en lo que los economistas consideran “recesión técnica”.
En un contexto adverso para el gobierno nacional, salpicado con denuncias de corrupción por las obras de los estadios mundialistas, Brasil atravezó el máximo evento futbolístico con varias manifestaciones callejeras que dejaban en claro su descontento con la realización de la Copa. Algunos meses después del Mundial (26 de octubre), el pueblo brasileño consagraba ganadora en segunda vuelta a la candidata del Partido de los Trabajadores (PT). Dilma Rousseff –presidenta– y Michel Temer –vicepresidente– triunfaban con el 51,64% de los votos válidos.
En mayo del este año el Senado brasileño votó (55 a 22) suspender del cargo a Dilma por 180 días. La mandataria fue acusada de violar las leyes presupuestarias. De esta manera, Temer se convirtió en presidente interino, al que la mismísima Rousseff lo catalogó de “responsable de traición y usurpación”. Además, reconoció que cometió “un error al hacer una alianza con ese grupo político”.
Esta destitución llega a menos de dos años después de la reelección, cuando Brasil esperaba brillar en el escenario mundial con los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Con este panora, la crisis política y económica se profundizó y hoy, cuando los ojos del mundo están puestos en la “ciudad maravillosa”, Brasil vive su peor recesión desde los años 30.
Desde lejos no se ve
Luego de la suspensión de Dilma como presidenta y en actual proceso de juicio político, las Olimpíadas que se disputan en Río de Janeiro también sirven para ser el escenario de protesta de una gran parte de la sociedad brasileña. Aunque, para la corporación mediática de ese país y muchas cadenas periodísticas del mundo (especialmente los que lograron imponer los nuevos gobiernos neoliberales de la región) la noticia del repudio social a Michel Temer es intrascendente, apenas unos pocos segundos en sus espacios televisivos, escasos centímetros en sus diarios, mínimos párrafos en sus sitios web.
La catarata de silbidos, abucheos e insultos al presidente interino fue imposible de tapar en su mínima participación en la ceremonia inaugural de los Juegos. “Tras esta maravillosa fiesta, declaro inaugurados los Juegos Olímpicos de Río, que se celebran en la trigésimo primera olimpíada de la era moderna”, dijo Temer. El final de esas cortas palabras apenas llegaron a escucharse debido a las reprobaciones del público que colmó el estadio Maracaná.
Las manifestaciones en contra del conservador Temer se hicieron sentir en la semana previa, en las puertas del Maracaná, adentro del estadio y en diversos escenarios donde se están llevando a cabo las disciplinas deportivas, aunque estas son censuradas por la señal televisiva que muestra los Juegos, y hasta suelen ser despedidos los manifestantes que expresan sus ideas contrarias a Temer en algún estadio. En el primer día de competencia la libertad de expresión y manifestación se prohibió al arrestar a un ciudadano por cargar un cartel de “Golpe en Brasil”. La detención contó con la actuación de cuatro policías y se dio en la final de tiro con arco en el mítico Sambódromo.
Como se pueda y donde sea
El Comité Organizador modificó el recorrido de la antorcha olímpica por las manifestaciones contra Temer, en el paseo marítimo de Copacabana. La llama iba a recorrer la costanera de de la emblemática playa de la ciudad, pero los seis carriles de la avenida que bordea la costa fueron bloqueados por organizaciones sociales, gremiales y políticas, para denunciar al gobierno de golpista, cortando el paso de la antorcha hacia el Maracaná.
La antorcha tuvo que hundirse en las calles internas, provocando un caos de tránsito vehicular.
Entre tantas protestas, uno de los emblemas de la cultura brasileña, Caetano Veloso, también se mostró en disconformidad con el “usurpador”, como lo llaman millones de brasileños al interino presidente. El músico, minutos antes de salir a escena en la ceremonia inaugural, en los vestuarios del Maracaná se fotografió con un cartel que decía: “Fora Temer”. Su mujer, Paula Lavigne, viralizó esa imagen por Instagram.
El viernes inaugural de los Juegos ocurrió una protesta muy creativa. Los empleados de la cadena norteamericana de café Starbucks deben gritar el nombre del cliente cuando están listos los pedidos. En todos los locales de la olímpica Río de Janeiro, la mayoría de los consumidores se anotaron como “Fora Temer”. La movida se viralizó y la cadena prohibió a sus empleados llamar a nadie con ese nombre.
La alegría es…
El Senado deberá votar a fin de mes si decide destituir efectivamente a Dilma, en cuyo caso Temer quedaría como presidente por el resto del mandato, que termina el 31 de diciembre de 2018. Mientras tanto, los Juegos continúan y las protestas también. Y desde allá, en el país que sabe a fiesta, el corresponsal de la agencia de noticias ANSA describía cómo empezó el día de la inauguración: “A las siete de la mañana un reportero radial sintetizaba en la frase ‘la antorcha llegó al Cristo Redentor, la alegría es brasileña’, el discurso único reproducido por la mayoría de los medios. El contento periodístico llegó al cielo cuando el arzobispo carioca Joao Tempesta bendijo la antorcha en lo alto del cerro Corcovado.
El despliegue militar y policial en el Corcovado, el Pao de Açucar, la Villa Olímpica, el Maracaná y decenas de favelas componían la escenografía de una ciudad en guerra de baja intensidad, que probablemente no acabará el 21 de agosto con el fin de las Olimpiadas. Ayer el influyente juez Gilmar Mendes, conocido como el miembro de la Corte más explícitamente opositor a Dilma, propuso que las fuerzas armadas continúen ocupando la ciudad hasta las elecciones municipales de octubre. Es casi un hecho que Temer aceptará la sugerencia”.