Un claro día de justicia

    Jorge Julio López. Foto: Carlos Cermele/Archivo Télam/jcp

    Por Ana Cacopardo(*)

    El teléfono sonó minutos después de mi partida. Una llamada breve y una voz oscura cumplía con el mandato de la amenaza y la intimidación. Yo había ido a visitar a la familia López. Iba a encontrarme con su hijo Raúl y su compañera Koqui. El teléfono sonó en mi casa mientras me encontraba con ellos en algún lugar de Berisso. En ese momento preparaba junto a Ingrid Jaschek y Paula Bonomi un documental que fue hijo de la urgencia. Había desaparecido López, un 18 de septiembre, poco antes de que concluyera el juicio en que su testimonio ayudó a condenar al ex comisario de la bonaerense, Miguel Osvaldo Etchecolatz. El llamado y la voz ofrecían detalles precisos. La anécdota es bien ilustrativa para comprender que la campaña de intimidaciones que siguió a la desaparición de Julio López, provenía de las catacumbas del propio Estado y que también allí había que buscar a los responsables y ejecutores de esa desaparición forzada. El documental, construido con el registro audiovisual del juicio que había realizado la Comisión por la Memoria, contaba tres historias. Una de ellas era la de Julio López. Mi imagen de López, esa que se afincó en mi memoria y me gusta volver a traer, es del reconocimiento judicial realizado en la Comisaría 5ta de La Plata que funcionó como centro clandestino de detención durante la dictadura. Es una secuencia del documental. Se lo ve lúcido y atento a cada detalle que le devolvía la memoria. Con una sonrisa cálida, el juez Rozansky le decía “pare de recordar” mientras intentaba que su secretario tomara nota. Y López no paraba de recordar. Cumpliendo el mandato de testimoniar en nombre de los que no volvieron. Esperó 30 años ese minuto. Esperó 30 años que llegara ese claro día de justicia. Transcurrieron 10 años desde entonces. Una década de su segunda desaparición. No sabemos si lo siguen buscando. No sabemos ni siquiera, quienes fueron los que encubrieron y borraron pruebas haciendo naufragar una investigación judicial que acumula miles de fojas sin destino y dónde no hay un solo imputado. El imperativo de la justicia vuelve con el peso de los 10 años de impunidad y con un legado irrenunciable, el mismo que empujó a López a no olvidar.

    (Este texto fue publicado en la cuenta personal de Ana Cacopardo, una de las directoras del documental Un claro día de justicia)

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