Las estrategias de los espacios culturales para aguantar los aumentos de tarifas y servicios.
Los espacios de creación que se sostienen con el tiempo son instituciones culturales: afectan su entorno, combinan la contención social en barrios vulnerables y la recreación a través de la expresión o la expectación activa. Dos tareas que ponen en juego el ejercicio de ciudadanía y que el Estado no puede dejar sin atención.
En el presente, los centros culturales de Santa Fe y sus alrededores se las ingenian para continuar sus actividades con normalidad a pesar de los fuertes aumentos de los servicios públicos. La suspensión del incremento del gas, avalada por la Corte Suprema, no los alcanza porque está dirigida sólo a usuarios residenciales. Además, la mayoría de los espacios culturales no necesitan gas natural sino energía eléctrica, incluso para la calefacción.
Pausa dialogó con algunos referentes de la cultura de Santa Fe, Santo Tomé y Rincón, quienes manifestaron su preocupación.
Para Claudia Chamudis, de Ochava Roma –un espacio multicultural enclavado en el corazón del barrio Roma–, el tarifazo los afectó y mucho: “No sólo la luz sino el agua, la telefonía, el impuesto inmobiliario y la tasa municipal también vinieron con aumentos. La luz subió más del doble: la factura pasó de 800 a 1750 pesos”. Pero el incremento no lo trasladaron a las entradas porque su objetivo “es promover salidas para la gente sin que tenga que gastar plata y la Ochava se propone como un lugar de resistencia cultural donde podés expresarte sin gastar dinero”. El financiamiento del centro cultural se produce gracias a los sueldos de docentes de sus fundadores y directores: “Tuvimos que ajustarnos en casa y trabajar más”. En esa línea, Chamudis asegura que todos los costos se han incrementado. “Nos hemos vueltos cerrajeros, montajistas, reparadores en general… Es muy difícil ahorrar más de los que podemos ya que los equipos de radio están siempre prendidos, lo mismo que las computadoras”. La incertidumbre pasa por lo que ocurrirá en verano: “Necesitamos prender los aires no por un lujo sino para enfriar los equipos”.
La 3068, dedicada a espectáculos escénicos, también ha sentido el impacto en los costos de los servicios. “En la factura de luz de abril de 2016 tuvimos un incremento casi del 100%; nos vinieron 3.869 pesos contra los 2.000 que estábamos pagando”, afirmó el actor y director Pablo Tibalt, a cargo de la secretaría y la coordinación de la sala. Con el fin de no trasladar los costos a los espectadores, ni a los talleristas, buscan realizar acciones como “tratar de que crezcan los asociados, conseguir sponsors y subsidios y, en particular este año, para afrontar los aumentos, estamos organizando un Té Bingo cada tres meses, una idea que surgió de los alumnos y espectadores habitués de la sala para colaborar”, según cuenta Vanina Monasterolo, integrante de La 3068.
Por su parte Walter Alemandi, al frente del Teatro de la Abadía, resalta que si bien ha padecido aumentos en las tarifas de los servicios, también atraviesa grandes incrementos en los costos fijos. “Se rompe una cerradura y sale el doble... los productos de limpieza, mantenimiento técnico general: todo ha sufrido incrementos”. A pesar de todo, intenta mantener los costos de entradas bajos: “La Abadía está en una zona (el norte de la ciudad) donde surgen muchas necesidades y lo primero que se deja es la actividad cultural, es lo primero que se recorta”. En ese sentido afirma que “se ha resentido la asistencia a talleres y la cantidad de los espectadores, dos cuestiones fundamentales que necesita la sala para funcionar”.
Darío Giles, director del El Taller Casa de Arte, un espacio independiente y de autogestión que funciona desde 1999 y actualmente no recibe ningún subsidio, manifiesta que no advierte un cambio significativo en relación al año pasado, tampoco en cuanto a la cantidad de gente que asiste a los espectáculos y a los talleres. Pero reconoce que “si bien los costos de la sala sufrieron los aumentos que todos conocemos, eso ha afectado un poco el costo de las cuotas o las entradas, que sin embargo no pueden aumentarse en el mismo porcentaje”.
En la ciudad de Rincón funciona Curadora, una residencia de trabajo para artistas, gestores y curadores, desarrollada para el intercambio, la reflexión y la investigación. Cintia Clara Romero, directora y creadora de Curadora, contó su experiencia con relación al costo de los servicios: el impacto de la luz y del gas se hizo sentir en un 100% y 80% de aumento. Si bien pudieron continuar con las actividades previstas para este año en virtud de los subsidios que ya tenían tramitados desde 2015 con el Fondo Nacional de las Artes, el Ministerio de Innovación y Cultura de la provincia y la Municipalidad de Santa Fe, “igualmente tuvimos que reprogramar el calendario para no tener residencias en invierno, ya que calefaccionar la casa este año nos iba a implicar un gasto extra”.
El Portal es un taller de arte ubicado en Santo Tomé. Una de sus directoras, Ana Suiiva, explicó: “Sufrimos más que nada el tarifazo en la energía eléctrica. En marzo pagamos una factura de 730 pesos y en agosto fue de 3.362, un 500% de aumento”. El impacto del aumento se refleja en algunas estrategias para garantizar la continuidad de actividades: “Los espectáculos los tenemos restringidos porque en lo que mas gastamos es en sonido e iluminación. Estamos todo el tiempo corriendo detrás de alguna luz prendida sin usar, acortamos un poco la duración de los espectáculos y también invertimos en luces LED para el salón con el fin de reemplazar los ‘par mil’ ya que ahora es imposible iluminar con ellos el escenario”. El bar, fuente de ingresos fundamental para el sostenimiento del espacio, tampoco quedó afuera de los ajustes: “Además, semana a semana aumentan todos los precios de los alimentos para el bar”.