Hace unos días, uno de los miembros del grupo de Whatsapp de la peña que nunca concretamos tuvo la peor idea de la historia: que juguemos dos boletas de Quini por sorteo. ¿Por qué digo que es una pésima idea? ¿Por qué dos boletas? Bueno, lo segundo se responde fácil: somos 13 los integrantes del grupo, entonces elegimos un número cada uno y, como no puede ser de otra manera, el más lento se queda afuera y renuncia, por gil, a llenarse los bolsillos de australes. Ahora pasemos a explicar por qué jugarle al Quini es una idea de morondanga.
En primer lugar, lo obvio: ganar el Quini es más difícil que un día Macri llegue a ser el presid… Ah, no; cierto que esa comparación ya no sirve. Bueno, la cosa es que es muy jodido ganarlo, y esa es la piedra fundante de todo lo que sigue. Porque a pesar de saber que existen casi nulas chances de ganarlo, uno no renuncia a las esperanzas de hacerlo una vez que ya eligió sus seis infames números que lo conducen, de manera inmediata e inefable, a una nueva desilusión: usted nunca va a ser millonario. “Pero hay gente que lo ha ganado”, me va a decir ahora usted. Está bien. Yo le pregunto: ¿uno de esos suertudos fue usted? ¿Ah, no? Bueno, entonces cállese y déjeme seguir escribiendo esta columna en paz.
Y sí, ya sé que no voy a descubrir nada nuevo si digo que, parafraseando a Marx, el Quini es el opio de los pueblos: la expectativa de una vida mejor hace soportable una vida material despreciable. O como dice Freud: la ilusión de un paraíso son las muletas del que anda por esta vida sin una pata. Para que usted me entienda: la fantasía de que exista la posibilidad de un día poder tomarse una Heineken hace soportable una vida entera de Brahma. Y mire si no es así que el primer mensaje en el grupo después de la propuesta de las boletas dice: “Ganar el Quini para pararse”… parate para laburar y dejá de calentar la silla si te querés salvar, papu. Pero no quiero ponerme filosófico ni ateo, no. Voy a hablar de otra (des)ilusión.
Ya una vez, antes del 2001, jugué un Quini con pozo megamultimillonario (1 pé = 1 verde), y esto es más o menos lo que pasó… Había como 12 palos y el loco con el que jugué sabe mucho de guita. Entonces, el chabón me dice que la posta es, de un premio de 6 millones (le recuerdo que de dólares), gastar uno en casas, viajes, familia, bla, bla, bla y el resto meterlo en un banco en Suiza o un lugar donde paguen lindos intereses y vivir de eso toda la vida. ¿Hermoso? Bueno, piense lo hermoso que es imaginarse esa vida. Desde luego, viví unas horas como millonario, pero sin serlo. Yo estaba feliz, ¿me entiende? ¡Yo ya tenía un yate y la gente me llamaba “Capitán”! A las seis horas perdí el Quini y mi vida siguió siendo muy linda. Pero la frustración me dura hasta hoy, 17 años después… y encima ahora la reviví culpa de un grupo de gente que de algunos ni sé el nombre.
Y tener que leer en el grupo lo que dice cada uno que va a hacer con la plata: “Yo voy a seguir laburando de lo que me gusta y gratis”, “Mis amigos no pagan nunca más un porrón”, “Yo no te cambio Los Cocos en Córdoba por nada, es el mejor lugar del mundo”, “Yo me voy a comprar un Chevy 70 naranja con la bocina de la cucaracha”, “Yo voy a seguir escribiendo en el Pausa y dando clases”… Cada pelotudez. Como mínimo, por cuatro años no me ves la cara: me voy a tomar un vermú con Di Caprio al bar más sucio de Praga, qué sé yo. Y después vuelvo, sí; y posta que mis amigos no pagan más una cerveza y voy a cumplir mi sueño de comprarme una cupé Fuego para irme a la aerosilla de Los Cocos. ¿Pero laburar gratis? Dejame de joder. ¿Estás a favor de la explotación laboral ahora, eh? Basta de la farsa, por favor. De la doble farsa: la de decir que “voy a ser el mismo de siempre y ahora le agrego la filantropía que vi en una de Woody Allen en la facu de Comunicación”, y la de la de que voy a ganar el Quini, porque no lo voy a ganar.
Y a pesar de saberlo, todavía no puedo sacarme de la cabeza esa vida en la que la boleta de la luz no es un problema, el impuesto a las ganancias te chupa un huevo, te vas en pleno ciclo lectivo a correr una maratón a París y si te echan ellos se lo pierden, y entonces el “trabajo gratis” lo podés sostener un mes como mucho, porque al primer día que llueva y tengas que ir en tu helicóptero a la oficina, te vas a preguntar con qué necesidad, y seguís en tu colchón de pluma de Ñandú y resortes de titanio, haciendo fiaca con tu gato, o sea, tu puma domesticado.
¿Se da cuenta por qué jugar al Quini es la peor idea de la historia del universo? Bueno, no. Hay una peor: jugar dos boletas… porque si saca los seis números, pero entre las dos boletas (imagínese que saca 5 en una y uno en la otra), es preferible que no le avisen, o pida un crédito para ejecutar el plan más caro para cortarse las bolas. No, por suerte a nosotros eso no nos pasó.
Muy bueno, leí todo. La posibilidad de que alguien lea todo el artículo que escribiste es menor que la de ganarte el quini! Asi que considerate un ganador ! JAJAJ