La periodista reflexionó sobre el patriarcado y la dictadura, el nuevo escenario y su salida.
¿La encontraron? ¿Qué habían encontrado de ella? ¿Para qué quería yo sus huesos? Porque yo los quería. Quería su cuerpo. De huesos empecé a hablar más tarde, frente a la evidencia de unos cuantos palos secos y amarillos iguales a los de cualquiera. Iguales a esos que se enhebran con alambre y los alumnos manipulan como utilería en un aula de biología. Esquirlas de una vida. Destello marfil que desnudan las aves de carroña a campo abierto. Ahí donde se llega cuando se va a fondo, hasta el hueso. Lo que queda cuando todo lo que en el cuerpo sigue acompañando al tiempo se ha detenido, la hinchazón de los gases, el goteo de los fluidos, el banquete de la fauna cadavérica, el ir y venir de los últimos insectos. Después, los huesos. Chasquido de huesos, bolsa de huesos, huesos descarnados sin nada que sostener, ni un dolor que albergar. Como si me debieran un abrazo. Como si fueran míos. Los había buscado, los había esperado. Los quería”. (Fragmento de Aparecida).
Marta Dillon lee este y otros fragmentos del libro frente a un numeroso puñado de oyentes, en la sede de la Asociación de Docentes de la UNL. Antes, las palabras de Valeria Silva, de HIJOS Santa Fe, y una estremecedora lectura de Federico Coutaz, dejaban vislumbrar que la charla iba a ser a pura piel de gallina, aunque la autora va a remarcar y fundamentar un par de veces que en el libro “no todo es triste”.
Marta Taboada es la aparecida del libro, la madre de Dillon, una abogada y militante secuestrada por la dictadura en octubre de 1976 y, según pudo reconstruir la hija, fusilada en un simulacro de enfrentamiento en 1977. Cuando se la llevaron, Dillon, la mayor de cuatro hermanos, tenía 10 años y pudo escuchar desde su habitación ese momento desgarrador. A pesar de su corta edad, había entendido todo. “En la relación con mi mamá estaba expuesta la militancia política y de alguna manera, a nuestra medida, compartíamos el ideal de transformación de la realidad cotidiana”, comenta.
Treinta y cuatro años pasaron desde que su madre desapareció hasta que un llamado del Equipo de Antropología Forense le confirmara que habían identificado sus restos. “La encontraron”, le dijo Dillon a Albertina Carri, cineasta y también hija de desaparecidos, su esposa. Entre ese momento y el del entierro de los restos, transcurre el relato de Aparecida.
Cicatrices
Desde que tuvo edad para poder hacerlo, Dillon buscó a su madre. Un camino que aún recorren cientos de hijos e hijas, junto a madres y abuelas, en nuestro país. Qué pasa cuando finalmente eso se logra, son las sensaciones, pensamientos y sentimientos que la autora vuelca en el libro. “Yo creo que algunas costuras se pueden hacer, que la posibilidad de hacer el duelo, de escribir el libro y que sea leído, esa posibilidad de llegar a otros y a otras, es un regalo magnífico. Y así como unas costuras se hacen más gruesas, otras piden que las cicatrices se abran para cocerlas mejor, para que no haya infecciones, para que nada quede sin ser dicho, porque una vez dicho tiene una vida propia y entonces nos permite el encuentro, dar oportunidades al intercambio”.
[quote_box_right]La mujer en esas revistas
Previo a la presentación de Aparecida, Marta Dillon mantuvo un encuentro con comunicadores locales, donde se intercambiaron experiencias. El mensaje fue claro: la perspectiva de género debe ser profundizada –“porque cuando se juntan varias mujeres la oxitocina corre más rápido”–, así como la agenda feminista necesita ser ampliada y difundida a nivel nacional. Conmovida por el impacto que generó la movida del Ni una menos, instó a reeducar las conductas machistas y a desechar los clichés de las revistas femeninas: “Nos dicen desde qué comer hasta cómo coger”.[/quote_box_right]Las palabras, lo que se dice, lo que no, cómo se lo dice, sobrevuela todo el tiempo en, justamente, lo que Dillon dice. “Tenemos un deber de memoria que no ha terminado y en este tiempo las palabras valen un montón y la memoria no es pasado, que no nos quieran confundir con eso, la memoria es esto que ponemos en práctica todos los días. Agradezco estas invitaciones porque me dejan ver y sentir la voluntad de muchos y de muchas de resistir estos tiempos duros que nos están tocando, de estar dispuestos y dispuestas a seguir sosteniendo las palabras que ahora están en disputa, ahora que se escucha ‘guerra sucia’ cuando nosotros decimos ‘genocidio’, ahora que se habla de números vacuos o sin importancia cuando hablamos de los y las 30 mil. Entonces las palabras tienen un peso muy específico, un peso que hemos construido colectivamente, a lo largo de cuatro décadas con el ejemplo de las Madres, de las Abuelas, con lo que vinimos aportando hijos e hijas, con cada persona que asiste un 24 de marzo y con cada persona que nombra, que le cuenta a sus hijos qué fue lo que pasó en este país, lo que está pasando con los juicios, porque la memoria no es pasado, son estos modos de andar que hemos adquirido, estamos modelados no sólo por esos recuerdos sino por la forma en que hemos aprendido a sentir, a amar y a militar”.
Mujeres y militancia
Marta Dillon, además de escribir éste y otros libros, es periodista, editora de los suplementos Las 12 y Soy de Página/12, y una activa militante feminista, integrante, entre otros, del colectivo Ni Una Menos. Cuando se le pregunta sobre las huellas de la lucha de su madre en su militancia feminista, Dillon reconoce que, en aquel momento, Taboada y sus compañeras no se reconocían como feministas, pero que una relectura en ese sentido, desde el hoy, es más que valida. “Los múltiples relatos que ha habido en torno a la construcción de la memoria de estas militancias, nos han permitido empezar a entrar en la lectura desde una perspectiva de género y feminista sobre los modos en que militaban y también sobre los modos en que fueron reprimidas, torturadas y aniquiladas las mujeres, y la saña con la que esto sucedió. Pensar cómo el patriarcado se siente tan a gusto en estos regímenes totalitarios, cómo se expresa tan brutalmente, apropiándose de la capacidad reproductiva de las mujeres, pensando en hijos e hijas como mercancía, aplicando la violación como método de tortura, o convirtiéndolas en cosas, como pasaba en la Esma, que las torturaban a la mañana y a la noche las sacaban a bailar. Esto que podemos leer ahora, es como una radiografía extrema de muchas de las relaciones de poder que se dan hoy mismo entre varones y mujeres, es otra manera de ver cuánto de presente tiene la memoria”, definió.
La resistencia
Su opinión sobre la actualidad política llegó sobre el final de la charla, cuando una de las asistentes trajo a colación una nota de Dillon sobre la plaza del 9 de diciembre pasado, el día en que Cristina se despidió de su gobierno frente a miles de personas. La pregunta en concreto fue sobre cómo veía “la resistencia”, y la respuesta fue aún más concreta, porque abrió nuevas preguntas: “Creo que la palabra ‘resistencia’ es peliaguda, en principio. ¿Queremos estar en la resistencia o tenemos voluntad de poder? Me parece que hay un acto de resistir, de resistir con aguante, una narrativa que puede estar buena pero de la que creo que hay que empezar a correrse. Tenemos que comenzar a hacer carne la derrota, contarla, hablarla. Pensar el porqué de la derrota de un proyecto que amplió derechos, que era inclusivo, que puso como política de Estado el paradigma de los derechos humanos ¿cómo puede ser que todo eso tambalee en ocho meses? Desde grandes lugares se dice “vamos a volver”… Chicos y chicas, empecemos a pensar estrategias: a dónde vamos a volver, cómo, quién. Creo que es un momento fértil para pensar nuevas formas de organización, para empezar a escuchar a los feminismos, a las bases y dejar de pensar en el tutelaje, en que va a haber un líder, eso lleva un trabajo enorme pero también está bueno”.
Y ejemplos de que ese trabajo, de que esa organización y lucha son posibles, que dan frutos que permiten esperanzarse, se han dado, según Dillon, muchos en los últimos tiempos: “Si es posible sacar de la cárcel a Belén, si es posible que Lopérfido renuncie, si es posible que el Ni Una Menos siga siendo masivo, donde ya no sólo se reclama que dejen de pegarnos y matarnos a las mujeres, sino que se reclama por el derecho al aborto, al trabajo, a la vivienda, todo esto quiero decir que podemos un montón de cosas, pero las podemos en red, colectivamente, cuando logramos sentarnos a dialogar y encontramos un cauce para todo eso”.