—¿Cómo se siente?
—Muy bien, muchísimo más seguro. Perdiendo el miedo. ¿Ud?
—Bien, hasta que lo escucho.
—Y ahora qué hice
—Como hacer, nada… Pero le comen la cabeza tan fácil.
—A mi no me lavan la cabeza, usted no entiende mis ideas. Yo la vi a la ministra de Seguridad personificando a Rambo y eso me tranquiliza.
—Ah, mire qué bien. Un pantalón verde, un sombrero y ud compra.
—Detuvimos a células dormidas de Isis y evitamos posibles atentados. Ni los norteamericanos pudieron.
—¿Ud se refiere a las Torres Gemelas?
—No, a las explosiones en Nueva York, previo al encuentro de Naciones Unidas. Las Torres Gemelas fue culpa de Bin Laden.
—Sí, incluso los neoyorkinos se enojaron con el Hombre Araña por no defenderlos.
—Si, y yo soy George Clooney.
—Clooney es demócrata, se llevarían bien mientras él cuenta su abultada cuenta bancaria y le tira limosna a los africanos.
—¿Desde cuándo no le gusta la gente con dinero y bella?
—Ah, no sabía que estaba hablando de Julieta Awada. Es tan bella, tan sencilla, tan calladita, tan distinguida, tan mujer.
—Juliana… Se llama Juliana. Pero no quiero hablar de la primera dama. Hay veces que lo escucho y es como entrar en un laberinto…
—¿Por qué?
—Porque empezó contando que estaba más seguro
—Claro, por la saturación policial. No hay nada mejor que subir a un colectivo y que sorpresivamente fuerzas especiales hagan controles sorpresivos. Verlos tan varoniles, con sus armas largas.
—Me parece horrible.
—Si ud no tiene nada que ocultar, no tiene nada que temer. Seguro que se droga, y por eso no quiere las requisas... sorpresivas, a toda hora. En un bar, en un colectivo, en un estudio jurídico, en una escuela, en donde sea que habite el delito.
—De verdad le digo, no me parece una imagen muy agradable. Lo considero un retroceso, incluso sin ser un especialista en seguridad, tengo entendido que las tropas especiales están para otra cosa.
—Ah, bueno. Listo, ahí está el señorito de los Derechos Humanos de los delincuentes. Quiero ver su reacción, cuando le gatillen en la cabeza o lo roben por cuadragésima vez si va a opinar lo mismo.
—El negocio, ¿cómo va?
—Un desastre, cada vez vendo menos.