Una trágica anomalía demográfica afecta el voto.
El 22 de agosto del año pasado dos economistas de Princeton, Anne Case y Angus Deaton (el último, premio Nobel), publicaron los resultados de su buceo por la marea de cifras del Centers for Disease Control (Centros para la Prevención y Control de Enfermedades), la gigantesca base de datos de salud y epidemias de Estados Unidos. De esa aventura por la profundidad de los números emergieron con una gema: en Estados Unidos se está produciendo una anomalía demográfica extraordinaria, por lo única, lo significativa y lo trágica. Toda la población norteamericana, entera, mejoró su esperanza de vida entre 1999 y 2013, con una excepción. En 1998, se morían 611 blancos de mediana edad (45 a 54 años) de menor nivel educativo, cada 100 mil personas. En 2013, la cifra subió a 735.
Entre 1999 y 2013, hubo un aumento del 21% en la tasa de mortalidad de los hombres blancos pobres. Ningún otro segmento de raza o nivel educativo padeció este proceso, que Deaton y Case califican de epidemia y que llaman “muertes por desesperación”. Blancos con mayor nivel de instrucción, negros e hispanos con cualquier nivel educativo, mejoraron en sus índices de mortalidad. Fuera de Estados Unidos, sucede lo mismo. Los blancos de mediana edad de Francia, Alemania, Reino Unido, Australia, Canadá y Suecia –puntos de comparación en ese estudio– ven bajar sus índices de mortalidad con el paso de los años. Es más: entre 1978 y 1998 la tasa de mortalidad de los blancos de 45 a 54 años bajaba un 2% por año. Para los blancos pobres de mediana edad, el espejo al interior, al exterior y al pasado devuelve una imagen tortuosa
La clave: el aumento de la mortalidad en los blancos pobres se debe a los suicidios y el abuso de alcohol, opiáceos como la heroína, y analgésicos, las estrellas de la industria farmacéutica, que devienen envenenamiento por sobredosis o cirrosis y problemas hepáticos. ¿Cuánta ira puede acumular todo un grupo social que se está matando, literalmente o a través de las adicciones con las que sobreviven sus amargos destinos?
Una cuestión electoral
Casi inmediatamente, el estudio fue difundido en el New York Times. Noam Chomsky lo puso sobre el tapete para explicar el ascenso de Donald Trump como referente de este sector de abandonados con los jirones más ruinosos del sueño americano. Los analistas políticos también vieron en ese sector, en el dolor de esos blancos, parte del apoyo al malogrado precandidato demócrata Bernie Sanders. La propia Anne Case subrayó en qz.com que “Trump y Sanders tienen ideas muy diferentes sobre cómo ayudar a los estadounidenses de menores ingresos. Pero está claro que muchos blancos norteamericanos en ese segmento demográfico sienten que están en una crisis –y que esos candidatos, en busca de congregar lo que es un bloque substancial de votos en 2016, están dándole forma a sus plataformas de campaña alrededor de una audiencia que se siente, cada vez más, invisible”.
Tras las primarias, el Washington Post expuso la correlación entre los condados con mayor nivel de muertes de blancos de mediana edad y el apoyo a Trump. Hasta aquí, la interpretación de Chomsky sobre los datos de los economistas parece acertada. La frutilla: Gallup, la referencia mundial en estudios y pronósticos electorales, publicó el 4 de septiembre que la exposición de la estabilidad laboral o de ingresos de los blancos pobres respecto de los efectos del librecambio mercantil o la presencia de inmigrantes no son determinantes a la hora de explicar el voto a Trump. Pero sí los índices de mortalidad.
“Aún si Trump es elegido, esto (la tasa de mortalidad en los blancos pobres de mediana edad) no se transformará porque él no tiene ninguna política que vaya a ayudar a ninguna de estas personas. Tenemos una caída del crecimiento económico en todo el mundo rico. Tenemos una desigualdad que aumenta. En Estados Unidos la situación es peor, pero Europa está en un lugar similar, ya que tenemos un sistema político que no responde a la vasta mayoría de Estados Unidos”, señala en una entrevista con politico.com Angus Deaton. Y sentencia: “A no ser que tengamos un mayor crecimiento económico o una mejor distribución entre la población, estos problemas no se van a ir, y no veo que eso pase en ningún momento del futuro inmediato”.