300 chicos, 23 docentes y una pasión: la música. SOS Música, el programa de la Municipalidad destinado a los niños y jóvenes de los barrios de Santa Fe se afianza.
Priscila tiene 15 años y vive “por Peñaloza, al fondo”. Todos los sábados por la mañana concurre a la Escuela Nº1255 Malvinas Argentinas, ubicada en el barrio Las Flores, para tocar el violín, instrumento al que se acercó a los 10. Para ella, “es re lindo, es una experiencia que no se puede expresar. Yo venía a esta escuela y un día pasaron por las aulas diciendo que podíamos empezar a tocar un instrumento y que no había que pagar nada. Le comenté a mi mamá. Le encantó la idea y vinimos a ver. A veces me paso horas escuchando música clásica y es como que te lleva a otro mundo. Es algo que no se puede explicar, te tranquiliza. La orquesta es parte de mi vida y va a seguir siendo. Tengo planeado estudiar violín y ser profesora”. Su testimonio es similar al de decenas de chicos que forman parte del proyecto SOS Música que lleva adelante la Municipalidad de Santa Fe en distintos barrios.
Su experiencia es similar a la de Eliana, de 18 años. Según destacó “es muy bueno el compañerismo. Es genial. Hay que agradecerles a los profesores que están todo el tiempo atrás de nosotros. En verdad, iba a tocar el celo, pero al momento de la inscripción no habían quedado más y dije ‘quiero dedicarme a algo de la música’ y se me dio por lo del violín. Las primeras clases estuvieron geniales. Ya pasé por tres profesores y con cada uno tuve una nueva experiencia, una nueva forma de tocar y de expresarme con el instrumento. Me veo violinista o quizás dando clases, enseñándole a otros chicos lo bueno que es la música, que abre otros caminos. Para mí la música es hermosa, es relajante. Prefiero el género popular. Estaría bueno empezar a tocar cosas de esta época”.
Y Nadia, de 13 años, toca el violoncelo desde que estaba en quinto grado. “Un día, salía el comedor y había dos profesoras en una mesa larga con planillas para anotarse. Yo quería violín, pero como no había violín me anoté en celo y me gustó el celo porque, además, suena lindo. Para mí es una gran oportunidad porque si no fuera porque estoy acá, estaría todos los días en mi casa aburrida. Y hay un montón de chicos que buscan tener esa oportunidad. Por ejemplo, los chicos que están en la calle. Me veo en el futuro tocando el celo, participando de una orquesta”, manifestó Nadia.
Orígenes y actualidad
Estos testimonios dan cuenta de un trabajo que pergeñó el violoncelista y docente Gustavo Nardi, coordinador del proyecto dependiente de la Secretaría de Cultura del Municipio. “El proyecto surgió en 2007. El embrión estuvo previamente en la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional del Litoral. En ese momento estaba Damián Rodríguez Kees al frente de Cultura. Me acerqué con la propuesta, la tomaron y comenzamos en la escuela Gálvez. Fueron poquitos meses, porque enseguida todo el equipo de la gestión de la Universidad pasó al Municipio y fue entonces cuando el proyecto empezó a cobrar la dimensión y la entidad que tiene hoy en día”, comentó en una de las aulas de la Escuela Malvinas, durante una apacible mañana de sábado.
El objetivo central es “anclar en escuelas como lugar de ubicación en cada uno de los barrios y que estos barrios sean zonas con cierto grado de vulnerabilidad, donde este tipo de propuestas y oportunidades no llegaban habitualmente”, planteó.
—¿Cómo fueron los orígenes y en cuántos barrios se trabaja hoy día?
—El primer núcleo se creó en la escuela Gálvez de Cabaña Leiva. A partir de ahí fuimos creciendo, buscando un nuevo lugar donde realmente fuera importante nuestra presencia. Hoy día contamos con siente núcleos. Estamos también en Las Flores, Barranquitas, Guadalupe Oeste, El Pozo, Alto Verde y Yapeyú. Son zonas donde hay cierta problemática y es muy importante el efecto no solamente de aprender a tocar instrumentos sino el efecto transformador de la música en sí.
—¿De qué manera se acercan los chicos?
—Ese es uno de los motivos por los cuales trabajamos en las escuelas porque los chicos están en ese ámbito. Cuando iniciamos un nuevo núcleo la dinámica es la misma. El Municipio compra los instrumentos. En el núcleo de Alto Verde los instrumentos los aportó la fundación Educando y el núcleo de Yapeyú, que funciona en la escuela Ceferino Namuncurá, es el único que está dedicado a instrumentos de vientos y percusión que los aportó la fundación San Dimás. El mantenimiento y los más de 20 docentes son responsabilidad de la Secretaría de Cultura. Llegamos a un nuevo núcleo donde están los instrumentos y lo que se hace es que otro núcleo que ya está en marcha vaya y toque, como para que los chicos vean a otros niños tocando instrumentos. Muchas veces, hay una identificación con el instrumento, el tamaño, el aspecto, el sonido, pero también influye mucho el feeling inicial que puede haber del alumno con el profesor.
—¿Qué géneros componen el repertorio?
—Cada uno de estos grupos tiene un conjunto, una agrupación y un director. Y tienen cierta libertad de generar. Es una libertad necesaria porque el nivel y la conformación de cada una de estas agrupaciones son diferentes. Entonces, muchas veces tienen que adecuar el repertorio. Pero más allá de eso, la idea general y común para todos es trabajar obras del repertorio clásico que son importantes que los chicos conozcan. Tiene un aspecto formativo muy importante. Permite trabajar muchos aspectos técnicos, cuestiones de precisión. Después, abordar el repertorio popular. Puede ser rock, folclore, cumbia, tango. El tema es que tengan un panorama amplio de lo que significa la música que, generalmente, está muy focalizada hoy en día en uno o dos géneros como mucho –esgrimió.
Son 300 alumnos y 23 docentes los que actualmente conforman SOS Música. La base son los ocho años y no hay límites de edad. Nardi indicó al respecto que cuando “los chicos empiezan el secundario y siguen participando del proyecto. Cada chico es un mundo. El efecto de la música es tan potente que, inevitablemente, transforma a cualquiera. A unos les influye más porque su vivencia diaria es más compleja o es más fuerte. La música es un elemento muy fuerte, muy sanador”, resaltó. En ese sentido, resulta de sumo valor “la pertenencia a un grupo y la atención por parte de los docentes. Es importante destacar el gran valor que tiene su trabajo porque son ellos los que están frente a los chicos, construyendo este proyecto como una hormiguita día a día. Y los que enfrentan realidades muy complejas. Aun así toman ese desafío y entregan lo mejor que pueden. No solamente como docentes, sino también como personas que acompañan a los alumnos en sus problemáticas, en su crecimiento, en sus dudas. La labor del docente de nuestro proyecto es fantástica”, definió.
—¿Cuál es la dinámica de trabajo?
—Tratamos que las técnicas sean cada vez más profundas, más sólidas, para que esto no sea simplemente un taller donde vienen y tocan un rato. Es amplio, somos flexibles en cuanto a lo que cada uno de los chicos espera del proyecto. Obviamente, no todos tienen la misma vocación, no todos tienen el mismo nivel de compromiso, pero sí establecemos los límites de cuál es el compromiso mínimo. Los chicos de los diferentes núcleos tienen tres actividades semanales. En el caso concreto de este grupo (el de Las Flores), tienen cuatro. Y después tienen una agenda de conciertos realmente muy nutrida; y ahora llega fin de año y empiezan a surgir muchos compromisos más atractivos, más interesantes, pero también más complejos. Son adolescentes y todos los sábados levantarse para venir es destacable porque le damos para que trabajen las tres, cuatro horas que están.
—Por tratarse de chicos pertenecientes a barrios vulnerables, ¿es más lejana la posibilidad de acceder a espacios de enseñanza más céntricos?
—En realidad, sí tienen la posibilidad porque son instituciones gratuitas. Es parte de las funciones de nuestro proyecto: formación e información. Nos acercamos, incluso aquellos que tienen esa inquietud se les ayuda para prepararse si tienen que rendir un ingreso. Tenemos muchos alumnos que están en el Liceo Municipal, en el Crei, en la Escuela de Música Provincial. Son centros educativos que están al alcance de todos, pero que no todos los conocen. Pero hay una cuestión que es curiosa: muchos de ellos han intentado y, finalmente, se han quedado con nosotros. Se sienten cómodos, se sienten contenidos, es quedarse en el barrio. Es una buena opción, hay que descentralizar las ofertas. Ha habido una voluntad muy clara y firme de la intendencia de decir cuál es la apuesta. Es un proyecto muy valorado puertas para adentro. No es una propuesta de palabras vacías –fundamentó–. Hay una profundidad en el efecto de este proyecto que es amplia, más dilatada en el tiempo y mucho más sutil.
—¿Cómo se preparan para celebrar los 10 años de vida?
—Vamos a organizar un buen festival en Santa Fe, invitando a orquestas infantiles y juveniles. Por lo cual, va a ser un trabajo arduo. Un festival no es un desfile de orquestas, sino que es compartir vivencias, objetivos, ver por dónde anda cada uno, que los chicos vean que hay muchos otros chicos de otros lugares, con otras realidades, con otras historias y que están unidos todos por ese eje que los atraviesa que es la música.
—¿Qué manifiestan los padres en virtud del trabajo que enfrentan los chicos?
—Los padres están felices y muy emocionados. Uno de nuestros alumnitos que había ido a Paraguay tuvo un acto en la escuela. En la escuela lo llamaron, le dieron un obsequio, orgullosos de que un alumno de esa escuela hubiera ido a Paraguay. La madre tenía una emoción inmensa. Es el valor que se le está dando al arte. Es maravilloso que se lo reconozca, sobre todo hoy en día cuando muchos valores están muy trastocados.