Por Agustina Verano, militante feminista
“Acá en Rosario, en este monumento las recibimos. Las esperábamos con todas las ganas, con toda la alegría de saber que durante tres días, esta ciudad va a ser nuestra, de todas las mujeres. Este encuentro ya deja de ser nuestro, ya es de todas, y esperamos que nos cuidemos entre nosotras, porque sabemos que este encuentro hace muchos años que molesta, que nos van a provocar, que van a querer perjudicarlo, difamarlo, que lo van a querer quebrar”.
La palabra cuidarnos se escuchó en el acto de apertura en un monumento en donde la bandera que se izó fue verde y lila. Las miles de mujeres entendimos su significado, que no es aislado ni paternal: para nosotras el cuidarnos es un acto político, que construimos mediante redes de encuentros que devienen de 31 octubres y de mensajes que escribimos y re escribimos, en las paredes, en las plazas, en las calles, en las camas. Nos apropiamos de esa palabra ante las miradas de quienes nos señalan por los pañuelos verdes que usamos de escudos, ante los chalecos flúor de los que dicen ser protectores y son represores, ante los que con su silencio despliegan la doble moral que se reproduce en la hipocresía de la queja, ante un “Estado femicida”, como se lee en los mensajes que “ensuciaron” las paredes.
Los tres días se pueden describir en la frialdad de los números: 69 temáticas de talleres, 300 comisiones, 70 mil mujeres inscriptas, más de 100 mil marchando; o en los grafittis que nuestros cuerpos escupieron ante la necesidad de organizar nuestra rabia: Sin yuta no hay trata, Yo aborté mi macho interior, Asco tu moral, María abortó con miso, Estado asesino y femicida, Defender la alegría y organizar la rabia, El opresor es el macho; o bien, mediante nuestros pies corriendo sin respirar, escapando de las balas que por fuera nos muestran orden, pero que nos revelan el evidente miedo que les genera a quienes se enredan en las cúpulas del sistema patriarcal-heterosexual-mediático- eclesial, ante quienes defienden un edificio “histórico” que alberga personas que rezan y callan, y que para nosotras es histórico por su opresión. O podemos también entender tres días que nosotras llamamos Encuentro, mediante una frase que escribió Sonia Tessa: “La historia no se escribe pidiendo permiso”.
Entonces, a eso fuimos, a eso vamos, en eso estamos: en construir la historia, sin pedir permiso. En “empezar a construir un poder diferente, que no sea vertical”, como nos dijo una mujer trans en un taller de política. Porque si esperamos a que nos autoricen a gritar en nuestras paredes, nos van a matar a todas.