¿Reglamentar o prohibir? El tema parte aguas dentro del feminismo.
Cuando se habla de prostitución, los argumentos en torno al abolicionismo y la reglamentación de la misma como trabajo son variados y profundos porque tienen una raíz cultural, ética, política, filosófica y teórica. Por un lado y apoyada por la CTA, Georgina Orellano, secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar), presentó en Santa Fe el Frente de Unidad Emancipatorio por el Reconocimiento de los Derechos de Trabajadorxs Sexuales en Argentina (Fuertsa). La cara visible de Ammar afirmó que la prostitución no difiere de otros trabajos donde tanto hombres como mujeres están precarizados y señaló que hay un “grave error” al confundir trata con prostitución. “Mientas seguimos discutiendo si la prostitución es o no trabajo, en 18 provincias siguen vigentes los códigos contravencionales y se siguen aplicando políticas prohibicionistas que vienen a combatir la trata de personas pero que en la práctica nos han empujado a nosotras a ejercer nuestra actividad en una mayor clandestinidad, quedando expuestas a mayores situaciones de explotación”, justificó.
En las antípodas, las integrantes de la Campaña Abolicionista “Ni una mujer más víctima de las redes de prostitución” cuestionan que “este discurso que despoja a la prostitución de su carácter de institución patriarcal opresiva y violenta, contribuye a proteger a prostituyentes, proxenetas, instituciones y poderes que obtienen ganancias a costa de la explotación sexual de las mujeres”. Y aseveran que “las marcas que deja la prostitución son indelebles para las sobrevivientes”.
Por otra parte, las abolicionistas celebraron la reciente sentencia del juicio que Alika Kinan inició en Ushuaia como víctima del delito de trata contra sus explotadores y el gobierno municipal por daños y perjuicios: “Es una victoria sobre el reglamentarismo y sus defensores, que se han empeñado en separar la trata de la prostitución. Ninguno que haga presunción de progresismo se animaría a defender otras prácticas sociales esclavistas pero sin embargo naturalizan la prostitución. En esta lógica heteropatriarcal sobrevive esa ideología esclavista que legitima la explotación de niños, mujeres, travestis aceptando estas inequidades y violencias encuadrándolas cínicamente como prácticas libres o basadas en la autonomía personal”. Finalmente, aseguran que en países donde la prostitución fue considerada trabajo o servicio terminó reforzándose el sometimiento, aislamiento físico y tráfico de mujeres.