LA ERA MACRI | La política de Derechos Humanos, uno de los retrocesos más tristes de Cambiemos.
Genocidio y negacionismo son inseparables. Si el ministro de Educación Esteban Bullrich dio hurras a la Campaña del Desierto, poco menos se podía esperar del secretario de Derechos Humanos Claudio Avruj a la hora de encarar la contabilidad de las desapariciones en la última dictadura. Mauricio Macri hizo lo mismo a nivel internacional en una entrevista con Buzzfeed, uno de los sitios de noticias más visitados del mundo.
El conteo de cadáveres –o de desapariciones– no es una cuestión menor. La cifra no es simbólica ni mentirosa, como no es simbólica ni mentirosa la cifra de la Shoá o de los soviéticos que dieron toda su carne para frenar Hitler en la Gran Guerra Patria. La defensa de esa cifra, por otra parte, es una defensa del avance de la democracia y de la memoria y, sobre todo, del Estado de derecho y de la Justicia: la República le debe sus mejores momentos históricos y sus procedimientos judiciales al movimiento de Derechos Humanos.
El negacionismo local tiene dos argumentos y un objetivo. Pide una lista fehaciente de desaparecidos o bien reivindica como única lista válida aquella que elaborara la Conadep y busca demoler la cifra que enarbola el movimiento de Derechos Humanos para disolver su legitimidad. Los tratan de mentirosos, descubrió hace tiempo Mari Hechim. De un modo más matizado, como hiciera Macri en Buzzfeed, puede otorgarle al número un valor simbólico pero, vamos, todos sabemos que no fue para taaanto. Además, ¿qué hubiera pasado si…? Y así desembocamos en la teoría de los dos demonios, sin perder el objetivo principal: dejar bien en claro que las viejas viven de un curro basado en una falsedad histórica.
La Conadep trabajó sólo durante 280 días, entre fines de 1983 y 1984. ¿Cuántos chupaderos habrán quedado sin reconocer? Si hoy cuesta demasiado denunciar a la policía por sus abusos, si Jorge Julio López está desaparecido, ¿cuántas personas ni habrán pensado en exponerse a la Conadep, con la patota todavía activa?
La Conadep identificó 340 centros clandestinos de detención y 8961 desaparecidos. Con la miseria argumentativa de administrativo contable, eso da un promedio de 26 desaparecidos por centro clandestino de detención entre 1976 y 1983 o 3,7 desaparecidos por año en cada centro clandestino de detención. Pegando la vuelta, con un promedio de apenas 12 desaparecidos por año en cada centro clandestino de detención se llega a los 30 mil desaparecidos. No es necesario mencionar que hay nuevos registros que llevan la cantidad de centros a cerca de 500. Ni que sólo en la Esma desparecieron cinco mil personas. Ni tampoco recordar que el Departamento de Estado norteamericano publicó los informes de la inteligencia chilena, que para 1978 ya contabilizaba 22 mil desapariciones.
Avruj extendió a una ONG negacionista una respuesta a un pedido de informes. Es muy moderno eso del gobierno abierto, bastante selectivo además. La requisitoria pedía un listado de “la cantidad de personas que se encuentren en situación de desaparición forzada o que, habiéndose encontrado en esa situación, hayan sido luego halladas sin vida” entre el 12 de octubre de 1973 y el 9 de diciembre de 1983: 7010, dijo Avruj. Está en el Registro Unificado de Víctimas de Terrorismo de Estado, justificó Avruj. Esta es la cifra cierta, implicó Avruj, la provee el Estado y es oficial, instituyó Avruj, desconociendo que los desaparecidos son tales porque, justamente, el Estado borró los cuerpos, los registros y las listas en el momento de los hechos. Todavía hoy las nuevas denuncias y los hallazgos de documentación siguen abriendo la verdad y las causas judiciales. Reclamar una lista de desaparecidos con nombre y apellido es perverso, darle entidad al reclamo es una obscenidad que licúa el sentido de la República ganada en 1983.