El Paro, el Encuentro, los femicidios y las movilizaciones por los derechos de las mujeres.
Si en 2015 las primeras manifestaciones bajo la consigna #NiUnaMenos, comenzaron a poner sobre la mesa la matanza de mujeres que la violencia de género estaba perpetrando en nuestro país, este 2016 fue el año en que el reclamo tomo una fuerza tal que las miles de plazas y calles en cada provincia y ciudad quedaron chicas, y un puñado de países alrededor del mundo levantaron, como muestra de solidaridad, la bandera que gritaba #VivasNosQueremos.
El 3 de junio de este año, las marchas se realizaron nuevamente en todo el país, bajo consignas que se repiten ante la falta de respuesta del Estado: asignación de mayor presupuesto para el abordaje de la problemática; efectiva aplicación de la ley 26.485 de erradicación de la violencia contra las mujeres; aborto legal, seguro y gratuito; patrocinio jurídico gratuito para las víctimas; educación sexual integral en todas las escuelas y niveles; y una larga lista de reclamos que configuran el escenario de desigualdad al que la cultura patriarcal somete a las mujeres.
El Encuentro Nacional de Mujeres, realizado en Rosario, vio aumentar su número de asistentes, un reflejo de una creciente militancia feminista, cada vez más organizada y unida aún en sus diferencias. Más de 100 mil mujeres coparon el Monumento a la Bandera y las calles, plazas, escuelas y otros tantos rincones de la ciudad, para debatir, reflexionar y problematizar, para llorar de tristeza, de rabia, de impotencia, pero también de alegría y emoción por los encuentros en el Encuentro.
La ya tradicional marcha de cierre fue masiva y contundente, aunque los disturbios producidos por un minúsculo grupo y la represión de las fuerzas policiales se llevaran, como cada año y como una clara estrategia de invisibilización de los legítimos reclamos, las primeras planas de los grandes medios. “En medio de toda esta celebración, pintamos paredes, claro, con consignas que aúllan hartazgos de violencias sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas”, escribía en Pausa Luciana Ghiberto, militante feminista.
Y mientras los medios y diversos sectores acusaban de criminales a las mujeres que se habían atrevido a graffitear paredes en Rosario, Lucía Pérez aparecía muerta en Mar de Plata, con signos de una tortura atroz.
La indignación se regó como pólvora, y en un par de días más de 50 agrupaciones y sindicatos decidieron convocar a una marcha y al Primer Paro Nacional de Mujeres para el 19 de octubre. Claramente, el siguiente 3 de junio quedaba muy lejos ante tanto dolor y ante un octubre récord de femicidios: en tan sólo 18 días se habían cometido 20, uno cada 21 horas.
El paro fue categórico. Mujeres, y muchos varones, asistieron a sus lugares de trabajo, de estudio, vestidas de negro, de estricto luto. A las 13 horas de ese jueves, las mujeres realizaron un cese de actividades durante una hora. Tanto las que tenían un empleo formal como las que no, las que trabajan en tareas de cuidado sin percibir salario, las desocupadas, las estudiantes, todas. Esa era la consigna: “si mi vida no vale, produzcan sin mí”.
En Santa Fe, la marcha que partió desde la plaza del Soldado y llegó hasta la Casa de Gobierno fue una de las más masivas de la última década. En las inmediaciones de ambas plazas, en las calles y veredas que llegaban a cada una de ellas, cientos de mujeres y varones vestidos de negro graficaban el alcance de la convocatoria.
Mabel Busaniche, referente del movimiento feminista en la ciudad, reflexionaba sobre este histórico día: “El patriarcado reacciona y contraataca a partir de la pérdida de poder que va teniendo. En 30 años las mujeres hemos cambiado, ya no somos las mismas, estamos en todos los espacios, disputamos espacios de poder y todo eso molesta, molesta mucho, y por eso nos matan”.
Efectivamente, aunque la violencia de género comienza de a poco a ser visibilizada en sus diferentes formas, los casos de femicidios aumentan y las respuestas de los Estados siempre son insuficientes, siempre llegan unos decisivos minutos tardes y la prevención brilla por su ausencia.
Según los últimos datos presentados por el equipo de la concejala Norma López (FPV), que lleva un registro de los casos en la provincia, Santa Fe está terminando el año con 32 femicidios, superando en uno la cifra de 2015.
La realidad lo demanda, el silencio de las que ya no están se vuelve ensordecedor y el reclamo es cada vez más urgente: ni una menos, vivas nos queremos.