Nos quedan tan sólo días para abandonar este maravilloso y republicano 2016. Las jornadas no alcanzan a cubrir la totalidad de posibles despedidas, cónclaves, ágapes o reuniones con motivo de festejo. Cualquier pretexto nos viene bien para regar las reuniones de buena bebida y epicúreos momentos.
Filósofas, pensadores, científicas, escritores, poetas, pintoras, directores de cine, diseñadoras, albañiles, contadoras, mecánicos, bancarias, periodistas, docentes, zapateros, textiles... A lo largo de este año tenemos algo en común: todos vivimos el cambio en nuestro cuerpo. La diferencia radica en que algunos continúan teniendo salario. Todo se mezcla, bastante, entre los mandatos del mercado, las ilusiones infantiles y las nostalgias familiares. Hasta el más ateo claudica y reclama el aguinaldo. La industria china adorna balcones y frentes de hogares felices. La navidad, fiesta religiosa, de origen pagano en exaltación al sol, nos obliga a tener hermosas reuniones familiares en las que año a año se repite una rutina perfecta. Un guión estructurado al mejor estilo Hollywood pero con retoques de Landriscina.
Mal que nos pese, se nos va otro año con la única certeza de que el tiempo ordena a la vejez que destruya la belleza. Interprete como ud quiera.
¿Dónde? y ¿con quién? producen tensiones dignas de un gerente de recursos humanos o un ministro de educación.
En un abrir y cerrar de ojos, sin saber por qué y con espíritu de CEO hará un balance del año...
Luego se dará cuenta de que no posee campos y de que su patio (si tiene) no es tan grande para plantar soja. Que el impuesto a las ganancias lo afecta tanto como el índice Dow Jones, porque es monotributista, que Argentina otra vez salió subcampeona pero se ganó la Davis, que la Pato Bullrich mira Netflix, que en el fondo Trump y Silvio Soldán se parecen, y que Mirtha Legrand vive.
Es mejor dejar los balances de lado o utilizar otra escala temporal, pueden ser décadas o mejor bienios. Ponga la mejor cara de poker, saque el pesado traje de payaso y brindar. A la segunda botella, nada parecerá mejor. Al menos, aún no abusa de ansiolíticos.
Los comercios arden al rojo navideño. Diciembre es un vaivén que se sobrevive en 18 cuotas sin interés o viajando a Chile. Nos hamacamos en sensaciones que oscilan entre el placer y la profunda incomodidad. Reemplazamos nombres de dietas por apellidos de ministros. Sí, se puede.
El ser humano es el único bicho que dejó el instinto por la cultura, presume de su racionalidad, acepta las paradojas y sostiene un tres tiros con la boca, un equivalente a elegir a empresarios para que gobiernen.
Es entonces cuando nos enfrentamos a la verdad. Somos como las arañas, tejemos nuestra vida y luego nos movemos en ella. Somos soñadores que nos encanta soñar y seguir viviendo en nuestros sueños.
Un sueño en donde quepan todos.