El Rosa Galisteo está dirigido por Analía Solomonoff desde el 1º de abril, una mujer que llegó decidida a que el museo viva al latido de su contexto: “no podemos pretender llamarnos un museo moderno si no nos conectamos con nuestros vecinos, no lo lograremos si la gente no entra y se apropia del espacio para que lo que hay en sus paredes tenga algo que ver con ellos”, dijo la directora en la apertura de las jornadas de mapeo colectivo a cargo de Iconoclasistas, en noviembre.
En sintonía, la curadora cordobesa Florencia Magaril propuso “pensar al museo no como portador de un conocimiento único y fijo, como un discurso unificado y coherente, sino como un lugar que convoca a decir, un espacio entrecruzado por conflictos y tensiones, por disputas de poder”.
El Rosa se hizo eco de una movida que incluye a los jóvenes, acaso el tipo de personas en las que el arte vive con más vigor. Aunque no solo los artistas son llamados: también los universitarios, científicos, vecinos, comunicadores son esperados para activar el espacio y el diálogo. Las prácticas culturales que nos involucran e interpelan, las cosas que no nos gustan y las que nos gustaría que sí, lo que ya somos y cómo podríamos seguir como comunidad, se están intentando discutir en 4 de enero al 1500.