Cuando trabajé en la Agencia Santafesina de Seguridad Alimentaria, que depende del Ministerio de Salud de la provincia, aprendí —o al menos confirmé— que si uno no se quiere intoxicar comiendo es fundamental que la prevención y las buenas prácticas comiencen desde el inicio mismo de la cadena de producción de los alimentos.
Por ejemplo, para evitar contraer triquinosis —también aprendí ahí que se dice "Trichinellosis"— no alcanza con que el consumidor cocine bien al cerdo. Es necesario, sobre todas las cosas, que el productor primario, que es el que empieza la cadena, críe y alimente bien al animal y lo tenga protegido en un ambiente saludable. Todo hasta que el faenador —que es el que transforma al animal en “reses”— tenga que hacer lo suyo sobre el pobre chanchito con buenas herramientas y en un sitio óptimo. Pero además es necesario que el animal ya achurado sea transportado en vehículos acondicionados, con refrigeración, limpios, autorizados por el ente de control, para que llegue en buen estado a la carnicería. Por otro lado, el carnicero también debe mantenerlo en condiciones saludables hasta que venga Doña Rosa y compre el bicho para que Don Roberto lo meta a la parrilla y toda la familia disfrute, el 24 a la noche, de un exquisito lechón. Desde luego, Roberto también debe saber cómo cocinar al chancho para no comerlo crudo. Pero si el chancho ya viene podrido de antemano, Roberto no puede hacer magia.
¿Y quién, dirán ustedes, tiene la responsabilidad de educar al productor primario, al faenador, al transportista, al del frigorífico, al carnicero y a ese fabuloso matrimonio que componen Rosa y Roberto? ¿Quién debería proporcionar a estos trabajadores las herramientas y/o posibilidades para poder laburar bien? Y una vez educados en las buenas prácticas, y puestos todos a trabajar en condiciones favorables, ¿quién debe controlar que cada cual haga lo que tiene que hacer? ¿Y quién, por último, debe controlar a los que controlan a los que tienen que hacer bien las cosas? Sí: el Estado. Es el Estado el que debe garantizar que las cosas funcionen bien para que después Roberto no intoxique a su familia. Porque castigar a Roberto no es suficiente. Va a seguir habiendo muchos otros Robertos, si hay productores primarios que tienen a los chanchos en un basural, si el faenador descuartiza al cerdo alrededor de moscas y otros agentes contaminantes, si las camionetas donde transportan la carne no está refrigerada, etc... En otras palabras: si el Estado está ausente, si el Estado no se hace cargo de educar y brindar las posibilidades para que todos hagan bien las cosas, después el nieto de Roberto se muere de triquinosis.
Creo que bajar la edad de imputabilidad es más o menos lo mismo: echarle la culpa a Roberto de todo el resto del sistema corrupto, cuando en realidad es una víctima de todo lo que no se arregló antes.