Una serie de textos publicados en el diario más tradicional de Santa Fe desató un fuerte repudio en las redes sociales, debido a su abierta posición machista. Hacemos un pormenorizado análisis de sus violencias, falsedades y ridiculeces.
Como el propósito de este informe no es criticar o acusar individuos empíricos ni a un medio de comunicación específico, sino denunciar discursos sociales violentos, discriminatorios y, por momentos, conceptualmente polémicos y/o discutibles (para no decir falsos), que se difunden como editoriales periodísticos de alcance masivo, interesa poco o nada ponerle nombre propio al autor o autores de las notas que vamos a analizar. Sin embargo, consciente del rol que juega el medio en la construcción de texto, la función del mismo de quien firma las notas (a veces bajo un seudónimo) y los efectos que produce en sus lectores, diré que decidí construir un “corpus” con tres artículos de opinión (éste, éste y éste) que El Litoral (“el diario de Santa Fe”) publicó en su versión online durante diciembre del año pasado y febrero del 2017.
La lectura de dichos artículos me ha llevado a encontrar recurrencias y referencias sistemáticas a la mujer y su rol en la sociedad, que convergen en una definición de la “condición femenina” que amalgama y opera como eje conductor conceptual de las piezas periodísticas que analizaré. En otras palabras, el autor de los editoriales define a la condición femenina de una manera que aquí intentaré caracterizar y, posteriormente, criticar ya que la considero, como mínimo, parcial y obsoleta, y, como máximo, falsa y peligrosa; al tiempo que contradice lo que, actualmente, tanto los grupos de lucha política feminista y las más actuales corrientes de pensamiento filosófico y sociológico a nivel mundial defienden.
Veamos, entonces, qué entienden estos artículos por el “ser mujer” y por lo que es “la belleza”.
Ser mujer, hoy y siempre
“Pero el concepto de “mujer”, como género dentro de la especie humana, resulta diferenciado por factores anatómicos, biológicos, y funcionales en relación a la especie.”
En primer lugar, la condición de mujer parecería estar muy cercana a la de hembra, ya que caracteriza a la primera desde una perspectiva biológica y anatómica, desestimando la complejidad de dimensiones que componen y construyen la subjetividad, la sensibilidad y el cuerpo de un ser humano. Lo mismo diría si el autor confundiera ser varón con ser macho. Tanto mujer como varón son definiciones que pueden referir a un “género” más allá del aparato genital y reproductor con el que nazcan. Esto último sí hace a su poseedor macho o hembra.
Por otro lado, tanto el concepto mujer, como el de madre (y cualquier otro concepto) es definido histórica y culturalmente. Es decir, cada sociedad, época y cultura construye sus propias definiciones y conceptos; así como el valor y el sentido que se le asigna a cada uno de ellos. En tanto que producto social, pues, esas definiciones, al igual que al objeto que en cierta medida representan pueden variar si varía la sociedad que le ha dado origen. ¿O acaso hablamos de la misma mujer cuando referimos a la mujer de la Inglaterra victoriana decimonónica (busqué palabras en wikipedia) que cuando hablamos de la mujer de la Atenas de Platón (siglo IV a.C.) o a Betty Boop? Ridículo sería creer que sí, luego de saber que los sujetos son sociales y no existen abstraídos de un contexto cultural e histórico.
“En todas las especies existen individuos más bellos, más inteligentes y más funcionales que otros. Esto es así por mecanismos de la naturaleza o como producto de la tarea selectiva de los humanos, de su valoración de circunstancias y aptitudes.”
Cada especie, en el último de los casos, elaboraría sus propios estandartes de belleza, inteligencia (todavía deberíamos discutir la inteligencia animal, vegetal, de los hongos, y del resto de especies que componen aquello que llamamos “seres vivos” en la naturaleza, antes de elaborar una escala de inteligencia en cada especie) y funcionalidad. Es decir, para aseverar esto como una verdad a-histórica y absoluta deberíamos entrevistar a algunos individuos de cada especie para poder saber qué entienden ellos por estas categorías. Claro que la observación científica es la manera de “entrevistar” individuos. Por eso no me voy a detener demasiado en esto y me voy corriendo a la cuestión de la funcionalidad.
Te propongo, lectora/o, que pienses en Darwin apropiado por el nazismo: selección natural en pos de la supervivencia del más fuerte. Se llama “Darwinismo social” y sí, es una teoría que inventaron los intelectuales y científicos nazis. ¿Qué decían? Más o menos lo que dice la segunda oración de la cita última. ¿Algunos de sus efectos? Mínimos si pensamos en la purificación de la especie y la raza, ¿no? Digo, si vamos a hablar de cualquier “tarea selectiva de los humanos”, que jerarquice a los individuos por su funcionalidad, pobrecito del que no pertenezca a la “valoración de circunstancia y aptitudes” de quienes se arrogan el derecho a definir qué entiende por sujeto útil o funcional. Para no desviarnos del tema que nos ocupa: históricamente la mujer siempre ha sido postergada por estos mecanismos selectivos… que de naturales no tienen nada. Ah, sí. Y estos artículos como los que analizamos ponen de manifiesto que aún lo siguen siendo.
En resumen, en ambas citas se aprecia cómo la mujer es reducida a su función biológica, cuando la ciencia ya ha asumido que el ser humano es un ser complejo, multidimensional y que su dimensión biológica es solo una entre tantas. Se asimila a la mujer (que es una función social) con la hembra (que es una función animal) de manera equivocada desde lo conceptual. Y no podemos estar seguros siquiera de saber si la dimensión o función animal es la principal o fundamental. Para ser un poco cómplices con el autor, diremos “esencial”.
Funcionalidad y valores
“Su primera función, dentro de otras muchas es, en asociación con el hombre, el de asegurar la continuidad de la especie mediante la reproducción, la alimentación y la crianza de los hijos.
Esa función, determina una tipología que, traducida en ideas, modeliza a la “mujer” funcional, y a través de generaciones ha ido constituyendo el tipo ideal de mujer.”
“Hay valores que las mujeres tienen y representan mejor que nadie desde su condición de mujer”.
Entendemos que “la condición mujer” sería, por lo dicho con anterioridad, ser la hembra que tiene que parir hijos, alimentarlos y criarlos. Si la mujer fuera inmediata y exclusivamente hembra, el editorial tendría, en una de esas, razón. Pero la mujer no es solo eso. Ergo, es -sino falso- al menos sospechoso que su primera función sea la de garantizar la continuidad de la especie. Más aún cuando ya sabemos que para procrear, en la actualidad, con una pizca de naturaleza y mucha ciencia, existe vida. ¿Alimentar y criar? Con solo decir “matrimonio igualitario” alcanza y sobra, creo.
Esta supuesta condición que la asemeja a la hembra de una manada se vincularía, para el editor, con los siguientes valores:
“(…) la utilización de sus encantos, femineidad y belleza, como así de sus modos, que aunque firmes, reclamantes o definitorios, pueden ser suaves, seductores y conquistadores.”
Ay, pero si son tan lindas. ¿Para qué entenderlas? Hay que quererlas nomás. Bueno, en serio, ¿por dónde empezar? Por lo más obvio, claro: “sexo débil” es a lo que conduce esta caracterización de la femineidad. “Pero dice “firmes, reclamantes o definitorios”. Sí, y De la Rúa para hacerse el malo le golpeó la mesa a Mariano Grondona en vivo. No jodamos. En fin, para corroborar que, efectivamente, nos dirigimos al bello sexo débil, pasemos al siguiente párrafo del artículo:
“La fuerza o la potencia física no son comparables con la de los hombres, y la primera actitud de las mujeres frente a los obstáculos o contradicción de sus aspiraciones, no es usar aquellos recursos, sino el de la inteligencia, el conocimiento, la comprensión y la seducción” [al artículo le falta el punto y aparte]
Consolidando los estereotipos Popeye y Brutus, por un lado, y Olivia por el otro (para ser medianamente contemporáneo y no tener que irme hasta la eclesiástica prekantiana), el varón representa la fuerza bruta, mientras que la mujer es quien poseería la inteligencia para seducir y así conquistar el mundo, Pinky. ¿Me estoy salteando comprensión y conocimiento? No. Solo que ahora pasamos a las notables contradicciones del autor al respecto. O, al menos, a ver qué entiende él por ello, preguntándonos cómo resuelve un conflicto una mujer... y entre sus soluciones, no aparecen ni una ni otro. Según uno de los editoriales, la solución es la siguiente:
“Es poco probable que las mujeres embistan contra las paredes. Siempre intentan buscar las puertas y si están cerradas, las llaves de sus cerraduras.”
Lógico. Como todo el mundo. Incluso, embestir paredes es una manera de abrir cerraduras. De todos modos, vemos al final del artículo cuáles son las tan preciadas llaves de las que dispone, con exclusividad, la mujer:
“Si el eterno femenino es la seducción, es mucho más significativo un escote insinuante, que la exhibición rebelde e inútil de lolas al aire.”
Preferiría no agregar nada porque lo dicho creo que se explica por sí mismo. Sin embargo, es destacable que las mujeres que deciden manifestar su lucha con pintadas en las paredes, es decir, conquistar el espacio público y construir paisajes lingüísticos-políticos legítimos… no son mujeres. Capaz si en vez de andar en tetas, pintaran paredes en escote, sí lo serían. Es vox populi: ver en la tele un escote graffitero garpa mucho más, porque antes de las 22.00 no se pueden mostrar tetas. Además, masturbarse mirando una teta al aire no calienta. ¿Cuánto faltará para que en las porno aparezca la trolita torta piquetera, eh?
Me detengo en algo que no debería pasar desapercibido: el eterno femenino. ¿Qué significa eterno? Que existe desde siempre y por siempre existirá. Si el femenino es el eterno, significa que hay algo en la mujer que no cambia y que será, por lo tanto, parte de su esencia: la mujer seduce, según el autor. Es lo que mejor representa su ser en toda la historia de la humanidad. En otras palabras, ¿cuál es la funcionalidad de la mujer? Seducir, tentar and “pleased to meet you, hope you guess my name”, le hacen decir a Lucifer los Stones en "Sympathy for the devil”
Sí, así como en el mito bíblico Eva tentó a Adán con la manzana y culpa de ella todos los demás morimos, pareciera que una eternidad después, la mujer sigue siendo la misma yegua. ¿Y la historia? ¿Y la cultura? ¿Y los sujetos sociales? No, nada de eso. En el pensamiento cristiano existen substancias, esencias, absolutos; no mediaciones sociohistóricas que determinan las características del sujeto. Y estos editoriales analizados son eminentemente cristianos.
El eterno femenino: belleza y seducción
Pero para poder seducir, hay que portar determinada belleza. Ya sea física, intelectual o afectiva. Bueno, veamos qué entienden estos editoriales por belleza.
“La muchacha caminaba cimbreante con su metro ochenta libre de plataformas, pelo castaño hasta los hombros y unos ojos claros como la luz de media mañana. Era una bomba biológica que mientras ritmaba su andar con pasos largos, desarreglaba los ritmos cardíacos de los que la miraban pasar.”
Y sí. Una chica alta, con pelos y ojos es bella, claro. Y más si su altura, su cabello y el color de sus iris coinciden con el canon actual de belleza. ¿Pero “una bomba biológica”? ¿Así pretende este individuo celebrar la belleza? Cito: “Me pregunté qué estaba pasando. Sólo había querido celebrar la belleza y ahora afrontaba un resentido huracán de furia.” El autor insiste con que la belleza es un atributo genético, biológico. Natural.
De ser así, yo quisiera preguntar algo, seño Viviana: ¿siempre una mujer de un metro ochenta, pelo hasta los hombros y ojos claros representó a la belleza femenina? ¿En toda época y en toda sociedad? ¿O cada cultura construye su propia noción de belleza y eso se transforma con el tiempo? Entonces esa chica no es una bomba biológica, es un producto social, como yo, vos y también el autor de estos editoriales, que no importa cómo se llama. Y muy probablemente el escote que lucía o el jean apretado por el que había que celebrar la belleza no pertenecen a la biología de la muchacha en cuestión, sino a una moda impuesta y que hoy emparentamos con lo bello, lo sublime y lo sexy.
Ah. El “huracán de furia” se lo propinó ella: “una mujer que caminaba detrás, entrada en carnes y con el labio superior sombreado por un bozo rebelde a las depilaciones.” Tanta erudición en la utilización de las palabras para caer tan fácilmente en los lugares más comunes y retrógrados posibles, qué lástima: así caracteriza físicamente a la mujer feminista. “Frente a mí, la ululante e inesperada mujer del bozo me azotaba, frustrado poeta de la belleza, con diatribas e imputaciones: ¡acosador!, ¡cosificador! ¡h de p!” Obvio: ¿qué se puede esperar de una mujer gorda y bigotuda? Que rompa patrulleros, sea violenta y pinte, en Rosario, las paredes de la catedral. Y seguro que también anda en tetas. Mientras tanto, la bomba biológica, en silencio y con el andar de una aerodinámica gacela, se desvaneció al doblar la esquina.
Según el autor, esto pasa porque “Si los políticos rapiñan y la Justicia no castiga los delitos, había que crear un canal de descarga para las frustraciones sociales.” Mavále que la gorda bigotuda es una frustrada social, ¿no es cierto? Si a vos te discriminan en la escuela, en el club, en la calle, en los boliches, en los trabajos, en los medios de comunicación, en las publicidades y hasta en tu familia, se alimenta en tu psiquis una sensación de frustración insoportable… pero que no termina en un insulto a un piropeador –en el artículo, en ningún momento se dice cuál fue el piropo celebrador de la belleza– que no necesariamente culmina en un individuo resentido, sino en un individuo excluido de casi todo acceso al mundo que el consumismo ofrece y vende… y del que estos editoriales son, como mínimo, cómplices. Porque no sé si se enteraron que vivimos en una cultura occidental consumista, eh.
En definitiva, y para ir concluyendo esta cuestión (mas no agotarla), los editoriales se sostienen sobre una caracterización cristiana y eclesiástica (sí, los mismos que quemaban brujas en Salem) de la mujer y la femineidad si no falsa, al menos desmentida por la ciencia, la filosofía política, todo el pensamiento estructuralista y posestructuralista del siglo XX e, incluso, por algunas vertientes más progresistas de la iglesia católica. Es decir, los artículos niegan o desconocen más de 400 años de conocimiento acerca de la mujer. Los artículos, en fin, nos devuelven a una sociedad donde la mujer es patrimonio personal, primero del padre y luego del esposo. ¿O qué creen que es entregar a la hija en el altar? Sí, eso: “ahora mantenela vos. Yo ya te la eduqué para que te sirva.” A una sociedad donde la mujer debe seducir para ser cas(z)ada. A una sociedad donde pareciera que las mujeres aún no han conquistado derechos, igualdades, respetos y valores por el solo hecho de ser humanas. A una sociedad que calla los femicidios y que, incluso, desconocía el concepto femicidio. En fin, a una sociedad donde: “Pensar en suprimir los concursos de belleza, es una discriminación absoluta hacia la funcionalidad y la belleza, particularmente de la mujer occidental, cultivada y expuesta a través de los años, lo que ha posibilitado una selección diferente en beneficio de la especie, mediante su aporte genético.” Es decir, donde la mujer tiene por función purificar la especie. O sea, ser el instrumento natural de la eugenesia.
Tal vez, si todo esto sucediera en Facebook, Mengele le daría un like a esos editoriales.
Estaría bueno que, ya que dan un espacio al análisis de cuestiones de género, sea escrito por mujeres feministas no? Digo, ya demasiado nos han hablado en la historia. Córranse, den espacios, es la mejor forma de acompañar la lucha