Los barrios de Momo

Carnabarriales 2016. Foto: Isla.

Por quinto año seguido el Movimiento de Organizaciones Murgueras del Oeste lleva la fiesta del carnaval a los barrios: el 3 en Coronel Dorrego, el 5 en Yapeyú y Loyola Sur, el 11 en Alto Verde y el 18 en San Lorenzo, siempre con entrada libre y gratuita.

Un policía corre con su mochila a cuestas el 16 que viene a mitad de cuadra, los tres compañeros  que acaba de despedir a las apuradas  lo miran desde enfrente. A espaldas de esta escena, la silueta de El Birri cuida que el sol no pase más allá de San Lorenzo. Se escucha el latido del edificio. Al mirar de nuevo, no se ve nada contradictorio, es un latido posta desde adentro, apagándose a medida que sale desde su corazón hasta que se apaga progresivamente entre las paredes que se levantaron en 1898.

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Carnabarriales 2016. Foto: Milagros Casablanca.

 

Adentro Lalo, Juli y Manuel están recortando y moldeando pedazos de cartón en un esqueleto de alambre que van a quemar cuando ya sea un momo (va a ser después de que terminen las comparsas en la fecha del 18). Se escuchan latidos de nuevo, desde la sala mayor y todavía más allá, donde unos cincuenta están ensayando para los Carnabarriales .

Enfrentado a todos, Lázaro: “yo soy, digamos, el director con repique, tiro los cortes que nos va diciendo el profe Juan Venturini y acá al lado mi amigo Franco dirige las casetas. Tengo 14”. En la esquina de San José y General López una destreza llama a la otra: además de la batucada, ya estaba el cuerpo de baile haciendo lo suyo a un costado; unas cinco nenas ya saben usar los aros de ula sin mirar, alrededor de una botella verde de porrón; unos pibes de no más de 15 años  tiran vueltas en el aire con siete pasos de carrera, también hay malabares, danza con cintas flúor.

“A diferencia del año pasado cuando no teníamos más que un par de ritmos, ahora vamos a presentar unos diez, tenemos un corte de Sergio Torres y ritmos de otros estilos tipo zamba, reggae y rock”, cuenta el director, que también hace capoeira en el centro cultural con su amigo.

Cuenta Franco que va a Birri desde los ocho y además de tocar y arreglar las casetas ya venía teatro comunitario y prefiere estar activando ahí a pasarla haciendo nada, que llegó a dirigir las casetas “porque el profesor me nombró”. Los rasgos morenos y afilados de Franco se llenan de orgullo cuando cuenta cómo fue esa vez en que el profe lo engrandeció con un buen nombre.

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