El gobierno nacional, los gobiernos provinciales, las municipalidades, las empresas, todo el que puede ha entrado en un festival de endeudamiento externo, promovido por la salida del default. En 2016 la deuda creció un 32%. Pero sólo en enero de 2017 creció un 5%.
El acuerdo con los holdouts, o Fondos Buitre, fue el primer paso de la instauración de un modelo de gestión económica que recuerda bastante al que lograra el ministro Domigo Cavallo en 1991. Un dólar relativamente planchado y cada vez más barato, importaciones de lo que sea, fuga de capitales y, por encima de todo, un chorro de colocaciones de bonos, títulos, letras –en castizo, papelitos de pagarés– que hacen crecer la deuda externa a velocidades nunca antes vistas, tanto en su monto como en proporción al Producto Bruto Interno (PBI).
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Según el Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala, en enero de 2017 la deuda externa pasó de 210.610 millones dólares en diciembre de 2016 a 220.909 millones a final de enero de 2017. Es un crecimiento levemente superior al 5% en apenas 30 días. Si ese ritmo de emisión se mantuviera en el resto de 2017, la deuda externa crecería más de un 50% en sólo un año.
En su excelente Observatorio de la Deuda (donde se pueden descargar los registros de todas las emisiones generadas a partir de 2016 y, además, ver series históricas de datos sobre el tema) se ofrece una cifra contundente: el peso de la deuda en relación al PBI saltó del 14,2% en 2015 al 17,5% en 2016. ¿Qué importancia tiene esta proporción? A grandes trazos, el PBI indica qué capacidad tenemos de producir riqueza como para poder, en consecuencia, pagar las deudas. Si la proporción de deuda crece en relación al PBI, significa que cada vez tenemos menos capacidad de pago, excepto que nos endeudemos más para pagar deudas contraídas anteriormente.
Sí, esta bicicleta que cada vez se hunde más es el procedimiento que históricamente se utilizó durante la dictadura y el menemismo para sostener el ingreso financiero de capitales, hipotecando los años venideros hasta que, obviamente, los prestamistas cortan el chorro y chau pinela. Como señalan desde el Observatorio, "En total, para 2017 se esperan vencimientos por USD 53.800 millones, de los cuales el 63% (USD 33.650 millones) corresponden a emisiones del Tesoro Nacional realizadas a partir del 10 de diciembre de 2015". En consecuencia, "Resulta probable que una parte importante de estas emisiones [de deuda nueva] tenga como destino el pago de la propia deuda". El resultado final: una burbuja que crece cada vez más.
Sólo en 2016 se emitieron 52.600 millones de dólares de deuda externa. Una parte se utilizó para pagar los vencimientos de 2016 mismo, mientras que otra parte se utilizó para financiar al Estado nacional, las provincias o las empresas. Cabe señalar que, en proporción, la Nación emitió el 73% de la deuda nueva, las provincias el 15%, los municipios el 0,31% y el sector privado el 12%.
Así, descontando el pago de vencimientos, el stock de deuda creció en 2016 de 160.150 millones de dólares a 210.610 millones de dólares, cerca de un 32% en apenas un año.