Está en juego el promedio general de los aumentos salariales. Qué importancia tiene el reclamo gremial para los que están en la calle, ganándose el dinero día a día, bancando a los pibes en la casa. Por qué en este paro se decide cuánto más se profundiza (o no) la recesión.
Tras que vos no podés parar de laburar, encima tenés que hacerte cargo de los pibes. Ojalá pudieras hacer un paro, ojalá cobraras mientras te quedás en tu casa a descansar, como hace la mayoría en las huelgas. O, al menos, ojalá tuvieras asegurada la guita todos los fines de mes. Un tantito nomás, unas ¿ocho lucas?, ¿seis?, ¿cuatro?, lo que fuere, pero aseguradas. A fin de mes, en el banco, para sacar con la tarjetita y llegar a tiempo a la luz, el gas, todo.
Nadie sabe lo que es no tener la plata asegurada. La calle es otro mundo. Cuando llueven alfileres helados en julio, cuando una crema caliente y pringosa asfixia todo en enero, hay que estar en la calle. Y los docentes, que tienen el sueldo asegurado, que tienen ¡aumentos asegurados!, que pueden parar, en enero y en julio… ¡tienen vacaciones!
Y es verdad, nadie sabe lo que es estar en la calle, sólo los que están en la calle. Nadie que cobre un sueldo de empleado –como un docente, un municipal, un agente de la administración del Estado o de la salud, todos en paro– sabe lo que es ganarse la plata en la calle. Tener que sonreírle a un idiota que te está fastidiando y te pasa la mano por el brazo. Bancarte que unas pibitas alborotadas te afanen los alfajores del exhibidor. Esperar a que suene el teléfono para salir, quizá por única vez en el día, y encima sos honesto, cobrás poco y no vas a joder a ese viejo por un cuerito de canilla. Andar con la bici repartiendo el diario, disolver tu columna cargando muebles en una pick up del 70, romperte la nuca cargando datos en una compu y atendiendo a salvajes que te gritan. Todos los días iguales, todo el día, y siempre con la misma incertidumbre, el verdadero nombre del monotributo.
Y el paro jode y te hace brotar lo peor, porque se pierden los días cuidando a los pibes, o hay que dejarlos solos o llevarlos a algún lugar.
Pero al que más revientan con aumentos del 18% no es a los empleados públicos. Los tipos con sueldo fijo público se ajustarán como bestias, pero el sueldo va a seguir apareciendo todos los fines de mes. La primera y mayor víctima de los aumentos de salarios al 18% son los tipos que están en la calle. Y no es porque tengan que bancarse a los pibes en la casa.
La paritaria de los estatales –docentes, salud, administración– es la que decide cuánto aumento van a recibir el resto de los trabajadores. ¿Y de dónde sale la plata que hace girar la rueda de guita en la calle? ¿Quién te va a comprar tus flaquitas empanadas si el aumento es de 18%? ¿Cuánto tiempo más va a aguantar tu joyería de barrio después de 14 meses continuos de caída de ventas, si tus compradores no tienen un peso si no es para comprar comida de segundas y terceras marcas? ¿Quién va a entrar a tu kiosco, si hasta los fumadores dejaron de fumar, con subas salariales que con suerte alcanzan a igualar el costo del aumento de las tarifas y el alquiler?
El repartidor de pizzas, el vendedor de productos de limpieza, de seguros o de bolsas de consorcio. Todos, todos los que no son empleados con sindicato que los defienda dependen de cómo se resuelve esta paritaria.
La paritarias deciden cuánta guita va a haber en la calle. Vos estás en la calle. ¿Viste qué poca guita hubo en la calle en todo 2016? Eso fue porque la paritaria del año pasado fue para atrás. ¿Realmente querés que este año vaya de nuevo para atrás?
No son equitativas las cosas, no lo son. Eso a veces ciega un poco, pero no es el momento para dar argumentos que expliquen por qué la desgracia de los privados no es culpa de los públicos.
Porque esa es la distinción: los públicos son unos vagos redomados que tienen la vaca atada y los privados son guerreros que están en la intemperie. En la calle. ¿Creés que es así? Ok. No importa. Ponele: es así. Y también es cierto que todos los sindicalistas son corruptos, que todos transan, que ninguno de ellos trabajó jamás, que todos juegan para un partido antes que otra cosa, que la tienen de arriba.
El que está en “la privada” sabe que nadie lo cuida, que el culo se lo tiene que cuidar solo.
Sabe que muchos lo tildan como facho, como clasemediero. Lo tratan de idiota que mira mucha televisión y no entiende. Y medio quemado está. ¿Quién sabe cómo se va rompiendo de a poco un tipo en la calle, saliendo a buscar el mango que a otros le cae de arriba, y encima paran? ¿Quién paga por las continuas horas de repetición y falta de certezas, al mismo tiempo? Pero sí sabe, tiene muy claro, que si no se cuida el culo no se lo va a cuidar nadie.
A veces, con exaltado altruismo, cree que piensa en los pibes y en cómo pierden horas de clase. El problema real es que estén en la casa: la queja porque pierdan horas de clase es paralela a la queja por la calidad de esas horas de clase. Pero, cree que piensa: los pibes son las víctimas del paro, porque pierden en su educación. Publica sus furias en las redes sociales.
Comida, libros, la cuota del club, ropita, ir al cine. No es por solidaridad, ni siquiera es porque estés de acuerdo. No necesitás ser opositor ni te tienen que gustar las pintas y las consignas de los gremialistas. Ni siquiera tenés que creer que un docente mejor pago va a dar mejores clases. Vos sos de la calle, ya lo sabés. Se trata de cuidar tu propio culo, y nada más. Nadie busca que cambies tus creencias, solamente que seas pragmático. Cuidate el culo y cuidáselo a tu pibe: mucho más va a perder si el paro no triunfa, la sequía se hace más dura y la calle deja de ser un páramo para volverse un desierto de bolsillos flacos y locales cerrados y en alquiler.