Olas de frío y granizo para el otoño: con salarios de 2016, aumentos y tarifazos de 2017.
La lectura de indicadores económicos se intuye como fastidiosa, acaso imposible. ¿Por qué hay tanta distancia entre lo que dicen las cifras y lo que impone mi bolsillo? ¿Qué sentido tiene la danza de números?
Las decisiones económicas son la expresión sintética de los conflictos políticos; las descripciones de la economía exponen cuál es la situación actual y las posiciones de poder de los diferentes actores.
La lectura de indicadores económicos indica la dirección de un gobierno porque muestra quiénes y cuántos se benefician y pierden y permite proyectar futuros posibles de esos ganadores y perdedores.
El gobierno cerró 2016 con la baja de los principales indicadores oficiales que explican el bienestar o los padecimientos de la mayoría de la población y, sobre todo, de los pobres, después de un 2015 donde todos esos mismos indicadores –revisados por la nueva gestión– dieron cifras positivas, incluso récord. Esas bajas fueron responsabilidad de las medidas económicas que tomó el nuevo gobierno, sea por su contenido o la forma en que fueron aplicadas, la enumeración es vasta. Los déficits de la herencia se agravaron, sus virtudes se desvanecieron.
Tras un verano de despidos, suspensiones y cierres fabriles, todavía no llegó lo peor de 2017. Abril y mayo serán los meses más difíciles, luego noviembre y diciembre, quizá con menor impacto y después de las elecciones. En pocos días terminarán de aplicarse los primeros tarifazos de 2017, pero la mayoría de los aumentos de sueldo no fueron pautados (fuera de que estén por debajo de las subas de los servicios y segmentados en cuotas). Para los asalariados significarán mayores recortes en el consumo o endeudamiento ruinoso (da pavor pensar en quienes tengan que renovar alquileres). Para el comercio que depende de los asalariados implica una nueva suba de costos con otra nueva baja de las ventas, después 14 meses (seguro 15, contando marzo) para atrás. Para el sector industrial: suben los costos, baja la demanda y crece el ingreso de importados, que no logran bajar la inflación mientras arruinan sectores productivos enteros. Los combustibles con los que se mueven el asalariado, el comerciante, el industrial y la mercancía también subirán.
En junio los primeros aumentos salariales ya habrán llegado a la mayoría. Comerciantes e industriales que atraviesen el desierto inhalarán lo que puedan, hasta el tarifazo de fin de año. En el aullido sordo de los quebrados, inevitablemente más y más numerosos, estará encriptado el futuro político de Cambiemos.