No tienen detrás de sí un partido, un sindicato, siquiera una gran organización. Sin embargo, por diferentes causas son figuras imprescindibles de la historia reciente de Santa Fe; han construido la memoria de la inundación de 2003 y han sostenido el reclamo por justicia.
Se dice, una comunidad existe cuando sus integrantes comparten una deuda en común. Esa deuda fue contraída en un pasado –mítico– y todos los días está presente y, por lo tanto, es una ley y un motivo, una carga y un futuro, una falta constante y un motor para continuamente avanzar. Es difícil saber, a esta altura, qué tipo de comunidad es la santafesina. Acaso, mejor evitar el tema. Pero, un día, cuando la justicia sea, cuando todos los nombres y las circunstancias reluzcan como si nunca hubieran estado a la vista de todos, sabremos de nuestra deuda con el movimiento de inundados, con todas las plazas de los 29 de abril y con sus protagonistas.
Jorge Castro
Junto con su esposa Milagros Demiryi son los artífices de que todavía haya una causa judicial en pie por las muertes y los destrozos del 2003. Los firuletes de su escritura dejan su marca en cada documento. Ha recopilado todos los elementos de la causa y una detallada historización de la tragedia en su libro Verdades locas contra impunes mentiras. También, junto a Milagros –y sobre todo por ella– organizó la tarea de relevamiento de los muertos que no han sido reconocidos oficialmente, tanto por efecto directo del agua como por secuelas resultantes de la inundación.
María Claudia Albornoz
"¡Destitución de la Corte Suprema de Justicia de esta mierda de provincia que tenemos!", gritó la Negra casi al final de la lectura del documento del 29 de abril de 2017. Claudia es pura persistencia, agite y organización. Monta todos los años la Carpa Negra en los días previos al 29 de abril –tal como lo hizo después de inundarse en 2003– y, luego, comienza a recorrer todo tipo de espacios para dar charlas y entrevistas y convocar a la marcha. Nunca olvida, ni deja de lado, su casa y su historia en barrio Chalet, que anclan sus reflexiones sobre la matriz de impunidad que envuelve a los responsables de la inundación.
Graciela García
Todos los martes, todos los días 29. Encender las velas, leer los nombres de los muertos –los que reconoció el Estado y los que no–, avanzar hacia Tribunales y gritarle a la Corte Suprema y, sobre todo, a Rafael Gutiérrez, el primo de Reutemann, repetir el reclamo frente a la Casa Gris y volver a las cruces de Plaza de Mayo. Graciela es la referente de la Marcha de las Antorchas y todos los 29 de abril expone su desgarramiento frente a la plaza, lo comparte y hace notar que también lo tenemos.
Héctor Sanagustín
El Flaco hizo de la memoria sobre la inundación un sentido y una razón de vida. Nadie sabe más que él sobre el paso a paso del agua, las historias sobre el Salado y las defensas, los intríngulis y corruptelas de los culpables, la letra de los expedientes judiciales. No entrega ni medio centímetro de su convicción, sabe que tiene la verdad y sabe que la preserva. Y desde las escalinatas de los Tribunales, todos los años, revela un capítulo más del enchastre político judicial de los inundadores.
Y muchos más
Están también Guillermo Ifrán y José Mustafá, que en 2004 lo interperlaron al senador Carlos Reutemann en el Ministerio de Agricultura y terminaron con los dedos pintados y el "Sos un hijo de puta" que le tiró el Lole a Mustafá, que le colgaba los inundados muertos que se había llevado su cruenta gestión como gobernador. Y tantos otros, protagonistas de las marchas, de las corridas por la peatonal a los jetones de la Justicia, de las guardias en lugares recónditos como el camping de Luz y Fuerza, merodeando a los inundadores de la política en su plena rosca, o que han aportado desde la escritura o el audiovisual a mantener viva la memoria y el reclamo de justicia por aquellos que no están más, excepto entre los vivos que todos los 29 de abril se juntan y los testimonias y no olvidan ni perdonan.
Fotorreportaje: Mauricio Centurión.