Agarrate Catalina calentó Santa Fe con su ritmo candombero.
Otra vez Agarrate Catalina pasó por Santa Fe y otra vez dejó esa sensación de creatividad sin límites. Esa experiencia entre los espectadores de estar viendo una expresión artística que es vanguardia más allá del rubro del arte en el que está inmerso. Es murga uruguaya con todas sus letras, pero se atreve a desafiar una supuesta pecera de la que no es fácil de salir. Pero La Catalina cruza ese límite y vuelve a entrar, con la elegancia y provocación de los que se saben buenos peces en el océano murguero.
En una charla distendida en Pausa en el aire (Radio EME), Yamandú Cardozo, director de Agarrate Catalina, habló de la relación de una murga compuesta por tres hermanos, del camino recorrido, del mote de “la murga del Pepe”, del Uruguay del Frente Amplio, de femicidio y del impecable show que pasó por el Jardín Botánico de Santa Fe.
Yamandú, Tabaré y Martín Cardozo son los hermanos que le dan vida a La Catalina. Yamandú y Tabaré son los letristas, pero hasta el día de hoy Yamandú no para de sorprenderse por la “cantidad de ideas que tiene Tabaré para llevarlas a la práctica con sus letras. Escribimos entre los dos a cuatro manos, pero a nivel musical yo me asomo por la ventana de su talento a admirarlo”. Y agregó: “Tiene una capacidad enorme, no para de sorprenderme para meterse en una cantidad de géneros que no son estrictamente el nuestro y se los apropia para hacer lucir a la murga, tiene una gran capacidad de hacer canciones y las disfruto desde la sorpresa y del orgullo por el amor que le tengo”.
El recorrido artístico que emprendieron los uruguayos se remonta al mes de abril de 2001, “nos juntamos a cantar con la particularidad de que en el primer ensayo sonó bien, y acá estamos, 16 años después”. En estos años Yamandú dijo que encontraron “cambios de paradigmas, hay mucha búsqueda y cambios en el camino, tenemos el mismo amor, las mismas fascinaciones y respeto por este género, pero tenemos la misma necesidad de cantar cosas que nos atraviesan la vida y nos parecen importantes en cada uno de esos momentos”. Y además sostuvo que se movieron mucho para encontrar lo que les gusta, “para encontrar cantidades de estilos y de búsquedas”.
La del Pepe
“Las murgas históricamente se han manifestado de izquierdas y apoyaron las campañas del Frente Amplio”, aseveró. Y en la frase siguiente Yamandú tiró un número: “el 96% de las murgas apoyaron al Frente”. Ante esa afirmación Pausa quiso saber qué murga o murgas fueron oficialistas cuando el partido de Mujica no gobernaba el vecino país. “Eran murgas que no tenían ganas de identificarse con nada que pareciera ser izquierdista, ni denuncias, ni ninguna crítica social”.
En esos años de plomo charrúa Cardozo rescata que “la dictadura no pudo prohibir el carnaval, pero si se digitaba quien ganaba. Imaginate que las murgas de izquierdas, rebeldes y contestatarias no ganaban, ganaban las que se desmarcaban de lo social, de lo político”.
Años más tarde, con la democracia consolidada, “cuando ganó el Frente Amplio, en el primer gobierno de Tabaré Vásquez, se venció a un bipartidismo deslucido”, y en esa oportunidad dijo Yamandú que “todas las murgas apoyaban al Frente, con espectáculos a su favor o con concurrencia a actos partidarios”. Y cuando ganó el Pepe (Mujica) muchas murgas sintieron que “estaba bueno decir (en el espectáculo) que ese hombre fuera presidente de la República, pero lo que pasó es que al Pepe le gustó La Catalina”. Y ahí fue cuando contó que “se enamoró de la murga, hizo estudiar alguna de las bases y las mandó a los comité. Quedó como loco con La Catalina, nos iba a ver y le gustaba”.
Consecuencia: “A mucha gente que deseaba que eso le pasara y no le pasaba no le simpatizaba lo que a nosotros sí nos estaba pasando. Como La Catalina ganó ese carnaval, sucedió que era más fácil adjudicarle las cosas lindas que le pasaban a la murga, como la popularidad conseguida en el Uruguay, con que corría con el caballo del comisario”.
Ante las acusaciones, Yamandú no dudó en afirmar: “Nosotros tenemos la tranquilidad de que nunca fuimos el brazo artístico de nadie, ni del Pepe (persona que admiro muchísimo) ni de nadie”.
Más allá del orgullo y de sentirse parte de una línea ideológica que representa el Frente Amplio, Cardozo confesó que en cada oportunidad que sabía que Mujica se haría presente en el espectáculo, “se divertían y se ponían muy nerviosos al mismo tiempo, decíamos cualquier cosa del tipo, y el tipo estaba ahí, mirándonos. Lo bueno de todo eso es que no era una loa, era una caricatura, pero lo mejor de todo siempre fue la demostración de ese código de humor, que marca que ni un senador, ministro o presidente pueda salvarse de la caricatura de una murga”.
De frente con el Frente
Con varios años en el poder, Yamandú Cardozo –con orgullo– le dijo a Pausa que sigue votando al Frente Amplio. “Pasaron muchas cosas antes y después del Pepe y de Tabaré. Coincido en muchas cuestiones y en otras que me dan bronca las reclamo, y por suerte las pude reclamar desde la murga, y sin ningún tipo de operación política, solamente desde mi autoridad de ciudadano común y corriente, desde la autoridad que tenemos los murguistas para sentarnos y hacer una caricatura política, una denuncia desde el lugar que todos somos seres pensantes que vivimos en un país libre, que tienen boca para contar y cantar”.
El tono político de la charla continuó, “insisto que hay muchas cosas del Frente para criticar, tanto del primer como del segundo gobierno de Tabaré, y también en el de Pepe, pero así como se sacan leyes que no son muy socialistas que digamos (como la ley antipiquete que salió en estos días), en paralelo se está debatiendo el femicidio como delito particularmente agravado”. Sobre este tema dijo que “es la peor forma de expresión sobre una inequidad que venimos arrastrando desde las bases de nuestro sistema occidental, desde que alguien naturalizó la inequidad biológica por sexo. Hay que sumarse a todas las campañas en contra de la violencia de género, pero también hay que complementarlas con una educación que nos garantice que nos empecemos a repensar desde otro lugar, un lugar que nos asegure la igualdad en la diferencia”. Y agregó: “Confío que esto que nos parece asqueroso para todos sirva para demostrar que somos más los que queremos cambiar este panorama. Es horrible lo que está pasando, pero me parece que lo estamos combatiendo más y nos estamos haciendo cargo. Pasan cosas que antes no nos pasaban, desde ahí la esperanza que tengo, más allá del dolor y el asco que da todo esto”.
Lo que dejó Julio
Antes de la presentación de Agarrate Catalina en Santa Fe, Yamandú dijo en Pausa en el Aire (Radio EME) que el show Un día de Julio los “sacó de las estructuras de los espectáculos” que venían armando. “Nos posibilitó otra libertad, es un show muy murguero, pero es el más experimental”, aseguró.
En el terreno de las búsquedas y la creación en estado de cambios, apuntó: “Es la primera vez que hacemos una historia. Tenemos ciertos requerimientos narrativos que nos solicitaba la idea de hacer un cuentito, por eso hay personajes, locación y una historia para contar. Esa historia es la de Julio, un hombre misterioso de 48 años, una mezcla de genio, loco, sabio, que diagnostica al mundo con muchas ideas para luchar contra el sistema, pero que nunca salió de su casa, porque le teme al mundo que quiere cambiar”.
Entre tantas características del personaje, contó que “vive con su madre rodeado de ratas, pero al estar encerrado toda esta lucha pasa desapercibida para todo el mundo, hasta que sin querer una vecina lo deja al descubierto, y a partir de ahí Julio comienza a transformarse en un icono del barrio, de las redes sociales y de los medios de comunicación. Desde ese momento la gente se empieza a encontrar con la historia de Julio”.
Y la historia de Julio la conoció el público que pasó por el espectáculo organizado por el Gobierno de la Ciudad la noche del 25 de marzo.
La innovación de la que hablaba Yamandú en el programa radial de Pausa se pudo observar desde el primer segundo de la obra.
Sin alejarse de los cuadros murgueros, los montevideanos apostaron por una línea narrativa y un sostén audiovisual que lograba apuntalar una historia repleta de mensajes y preguntas que apuntan al corazón del sistema capitalista, al consumo desmedido, al destacado rol de los medios de comunicación, y a los miedos a la toda sociedad. Todo transcurre en un marco enfermizo, donde la relación que protagonizan una madre (Yamandú Cardozo) y un hijo (Martín Cardozo) tiene diálogos cambiantes que se dan en una típica casa de película de terror, a la que no le faltan ratas y un gato muy particular (Tabaré Cardozo).
En la desopilante historia, muchos personajes públicos adquieren protagonismo a través de un gigantesco televisor que ganaba la pantalla del escenario. Adrián Paenza, Víctor Hugo Morales, Emiliano de No Te Va Gustar, León Gieco y otros tantos conocidos de la vida rioplatense dicen lo suyo sobre Julio. La pantalla los expuso y la gran mayoría del público los ovacionó, notablemente en el caso del relator uruguayo. Pero la ovación mayor se la llevarían los murgueros, que un día volvieron a Santa Fe para marcar el camino de la innovación, de la provocación y de la permanente creación vanguardista sobre un estilo tradicional.