El Ministerio de Salud desarrolló una herramienta informática para detectar la malnutrición.
La mala nutrición de un niño no sólo afecta su capacidad de crecimiento, sino también su desarrollo intelectual. Esa relación no está excluida de factores sociales, económicos y culturales ni se trata meramente de una cuestión sanitaria, también puede comprender factores patológicos y congénitos. Con el fin de realizar un trabajo riguroso, en junio de 2016 el Ministerio de Salud de Santa Fe puso en práctica una herramienta informática disponible en todos los efectores públicos de la provincia que permite generar un alerta ante casos de desnutrición, mala nutrición y obesidad. Con los parámetros de la Organización Mundial de la Salud (OSM) como referencia, desde entonces y hasta la fecha se sabe que un 3% de los chicos menores de cinco años atendidos en el servicio público de salud tiene “bajo peso”.
En los barrios Santa Rosa de Lima y San Lorenzo de nuestra ciudad, y acorde a la labor que lleva a cabo allí la Fundación Hoy por Mañana, integrante de la Red Conin, se estima que unos 60 niños presentan desnutrición. En otro de los centros de la misma fundación, el que funciona en Cilsa para la población de Varadero Sarsotti y Centenario, se atienden a unos 30 nenes en las mismas condiciones. ¿Por qué las cifras no son más exactas? Porque los relevamientos se pueden obtener únicamente de los casos que llegan a los espacios de atención.
Para Alberto Simioni, director provincial por la Salud en la Niñez, Adolescencia y Salud Sexual Reproductiva, explicó que la temática amerita “un método”. “El año pasado, a través de la Dirección de la Información para la Gestión del Ministerio de Salud, quisimos generar un alerta, conocer cómo estamos registrando el control antropométrico: peso, talla, perímetro encefálico de todos los chicos en todos los efectores de salud. El sistema informático indica si un chico que venía creciendo en una curva determinada cae o asciende. No es sólo la desnutrición nos preocupa, sino también el sobrepeso y la obesidad, que es la otra cara”.
Acerca de la herramienta informática, Simioni ponderó que es “una fuente mucho más grande que cualquier estudio epidemiológico que podamos hacer en un territorio. A partir del 8 de junio del año pasado, largamos semanalmente alertas de bajo peso en menores de cinco años, que son los más vulnerables”. En ese orden, agregó que “en los menores de cinco años de todas las consultas globales encontramos que había un 5% que estaba con alerta bajo peso. Cuando llega el dato registrado, se reporta al centro de salud que cargó el dato para que el profesional verifique si estaba bien cargado”. De esa forma se puede verificar, por ejemplo, si el niño presenta “un retardo de crecimiento intrauterino, si es un paciente con una patología crónica”. En tal caso no ingresa al “alerta de bajo peso social, sino en el seguimiento de una enfermedad crónica o en un estado de recuperación”.
De ese 5%, “estamos alrededor de un 3% que quedaría depurando la cronicidad y prematurez que irían por otros carriles. Es un dato muy aproximado a la realidad de la gente que consulta el sistema público de salud en la provincia”.
En el barrio
Los problemas alimentarios van de la mano de la relación entre peso y talla. “Puede darse el caso de un niño que es obeso pero tiene afección en su talla, por lo tanto también es considerado desnutrido. En la ciudad, tenemos más que nada esa realidad”, comentó la nutricionista María Belén Cheirano, coordinadora del equipo de la Fundación Hoy por Mañana. Y consignó: “En Santa Rosa trabajamos con 60 niños desnutridos. Ya sea por una afectación en la talla, que es un desnutrido crónico compensado, es decir, el cuerpo trata de compensar y privilegia el crecimiento de órganos y el crecimiento en talla queda prolongado para después. Atendemos niños de hasta cinco años porque después es difícil lograr una recuperación en la talla. Hay casos de desnutridos por falta de alimento, por falta de recursos o por patologías congénitas. La mayoría tiene vulneración de derechos, muy pocos tienen un lugar propio donde vivir y las condiciones socioambientales no son las adecuadas”.
Una cuestión significativa se inscribe en la edad de las mamás. “La mayoría son adolescentes, han dejado la escuela, se han ido de sus casas. Esto puede provocar la desnutrición del bebé. Estamos con una generación en la que estas mujeres han crecido en ambientes donde no vieron cocinar, porque siempre comieron en comedores, no han tenido acceso a los alimentos, entonces no saben qué hacer con eso. Les presentamos las lentejas y no saben cómo cocinarlas porque no han visto cocinar”, graficó.
La fundación guarda una relación directa con los centros de salud del barrio y con el Hospital de Niños Orlando Alassia, lo que permite una ida y vuelta en la atención de los casos. “El primer criterio de admisión es que sean niños de cero a cinco años, que tengan un diagnóstico de desnutrición o alguna vulnerabilidad en algunos de sus derechos. Trabajamos directamente con las mamás de manera interdisciplinaria, con psicopedagogas, trabajadora social, pediatra y nutricionista”, precisó Cheirano.
Desnutridos
Las causas de la desnutrición pueden ser varias. Al respecto, Simioni especificó que “un chico puede estar mal nutrido por causas sociales u orgánicas, por
una enfermedad o un trastorno, por una enfermedad del aparato digestivo, metabólica, o crónica, con ciertos tratamientos que haga que su carril de crecimiento no sea el mismo. La más común de todas es la falta de ingreso calórico proteico”, subrayó. “Puede darse que un chico que venía creciendo bien, caiga por algún condicionante social”. Un ejemplo se pudo hallar “en un asentamiento de pueblos originarios, donde tenían algunos chicos con bajo peso y que, más allá del acceso al alimento, había barreras culturales al tipo de incorporación de alimentos. Ahí la estrategia de abordaje es otra”.
En términos sociales, la obesidad también se observa en sectores humildes “porque tiene que ver con cómo se eligen los alimentos y qué acceso tienen. Hay alimentaciones que están solamente basadas en hidratos de carbono. Tienen que haber compensaciones entre grasas, hidratos de carbono y proteínas. Un chico tiene que desayunar y merendar, almorzar y cenar, no pasar de largo. Una alimentación no es una infusión”, enfatizó.
Para el director es fundamental “no sólo el acceso al alimento, sino cómo se incorpora ese alimento. La pobreza condiciona la desnutrición, pero también en lugares donde hay acceso a la alimentación, se consumen calorías vacías como puede ser una gaseosa”, argumentó. Resulta vital “ir a la verdulería, tener una quinta y acceder a ese alimento sin procesar. O armar un plato que tenga colores y sea combinado. Volver al agua, bajar el consumo de sal, bajar el consumo de azúcar son cuestiones que se tienen que plantear desde edades tempranas. Cuando se incorporan malos hábitos de niño, después cuesta revertirlos”, definió.
—¿Cómo se procede ante un caso de desnutrición?
—Es el caso a caso. Se desencadena un alerta de abordaje y de una búsqueda activa. Al ser semanal el reporte del sistema informático, la búsqueda activa está garantizada. Solamente se actúa sobre los chicos que ya se acercaron al sistema sanitario. Para el que no llega, el trabajo que hay que hacer en el territorio, a través de agentes sanitarios, de promoción en salud. Se ponen en juego todas las organizaciones civiles y el Estado que puedan ver que hay personas en estado de vulnerabilidad. Eso se llama búsqueda activa de población vulnerable. Cada vez son menos los que encontramos en condiciones de máxima vulnerabilidad.
En el plano médico y ante el diagnóstico de desnutrición, es necesario “hacer una historia alimentaria del chico, individual y familiar, ver si hay algún desencadenante para que este chico tenga una mal nutrición biológica. Saber cómo es la conducta alimentaria de esa familia, si lo que está recibiendo es lo adecuado no solamente para mantener la pancita llena, sino para poder crecer”.
Detectar estos factores es primordial ya que “el momento en que más crece un ser humano es su vida intrauterina y en los primeros dos años de vida, es cuando crece el sistema nervioso central y la expansión del cerebro es muy grande. El riesgo es mayor cuando más tarde se llega en el abordaje de la mala nutrición”, concluyó.
De la mano de los más vulnerables
Entre risas y llantos, rodeados de juguetes, absortos ante la pantalla de un televisor, los chiquitos se reúnen en mesitas de colores para merendar. En otra sala, las mamás asisten a un taller sobre lactancia. Esa es la dinámica que se vive en la casita de Hoy por Mañana, en Santa Rosa de Lima. A todas luces, lo relevante es la intervención directa en la realidad de cada nene y en la de su mamá. Y también, la contención en su más amplio sentido. Por esa razón, se brindan talleres de formación laboral, de costura, de pastelería y de panadería.
“Uno ve a estas mujeres y las ves resignadas a que su trabajo de por vida es ser madre. La idea es que sepan que tienen otras salidas, que si les gusta hacer algo lo pueden hacer. Se las ayuda a que terminen la escuela. La idea es mostrarles que hay otra posibilidad”, afirmó Cheirano, quien no dejó de señalar que la violencia se hace presente en las problemáticas que reciben.
En la misma sintonía, “una mujer embarazada que está en riesgo es un criterio de ingreso para que ese nene nazca de la mejor manera. Tomamos aquellos niños que el centro de salud considera de riesgo. Ya es un nene desnutrido, entonces, lo atendemos antes de que empiece a empeorar”.