Reconocido ultracatólico montaraz, el ministro de Educación Esteban Bullrich declaró ayer en Corrientes que “vendría muy bien que todas las religiones tengan su espacio” en la educación formal, retrocediendo a debates previos a la sanción de la ley 1420, en 1884.
“Por más que soy católico, trato de ser un apóstol y buen discípulo, sí creo que en las escuelas debemos enseñar otras religiones también, que también tienen lecciones para aprender”, dijo el responsable de las educación del país. También se mostró “convencido de que las enseñanzas del Evangelio deben ser aprendidas, el ejemplo de Jesús debe ser aprendido, pero también el ejemplo de Mahoma, las enseñanzas del budismo y el hinduismo, otras religiones también para crecer juntos reconociendo al otro”. "Reconocer al otro es educar y si hacemos eso, la luz, no solamente la del cirio pascual, sino la luz de la educación va a brillar más fuerte que nunca”: una posición del siglo XIX.
"Esta es la luz de Cristo, yo la haré brillar", sólo le faltó canturrear al ministro, que como buen heredero de la tradición conservadora hispánica ni notó que en su listado estaba olvidando, por ejemplo, a los cultos evangélicos, que seguramente lo deben espantar más que el liberalismo laico, aunque menos que el ateísmo marxista que, como es sabido, inunda las aulas como agente de destrucción de nuestros valores occidentales y cristianos.
La transparencia de Bullrich en relación con su cuidada ignorancia de católico recoleto ya fue expuesta en sus referencias a la Campaña del Desierto y al nazismo en la casa de Ana Frank. También en valorar la conducción de drones (?) como una salida laboral con futuro. En concreto, es el responsable de la disolución de Conectar Igualdad, de todos los planes nacionales que llevaba adelante su ministerio (desde orquestas juveniles a formación bilingüe para los pueblos originarios) y de incumplir la Ley de Financiamiento Educativo al no convocar a la Paritaria Nacional Docente.
Este triste retroceso se hizo público en la inauguración de aulas nuevas –ni siquiera una escuela– en la localidad de Esquina, Corrientes. Allí, el presbítero Juan Carlos Mendoza dio la bendición a las nuevas aulas y pidió al ministro “que volvamos a impartir la educación católica en las aulas” ya que “no es imposible”. “Está pasando lo que está pasando porque hemos sacado a Dios de nuestras vidas, hemos sacado los crucifijos de los juzgados, todos los signos de Dios los vamos sacando y hay que recuperarlos”, reflexionó el sacerdote.
Bullrich coincidió en este ataque a la razón, a la libre conciencia y a la esencia laica de los valores republicanos y recordó, cual cruzado de la hostia, “la carta de San Pablo a Timoteo, un versículo del Evangelio, que me encantaría que fuera con el que termine mi vida: 'He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe'”.