En un acto material –y simbólico– el gobierno provincial levantó la prohibición sobre un libro infantil censurado durante la última dictadura.
—¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?
—Nada. No la vendo.
—¿Por qué sos así conmigo?
—Porque los cuadernos no son para vender sino para que los chicos trabajen tranquilos.
—Pues entonces –rugió con su gran boca negra de horno– ¡te quitaré la planta de cuadernos! –y se fue echando humo como la locomotora.
Al rato volvió con los soldaditos azules de la policía.
—¡Sáquenle la planta de cuadernos! –ordenó.
Los soldaditos azules iban a obedecerle cuando llegaron todos los chicos silbando y gritando, y también llegaron los pajaritos y los conejitos.
Todos rodearon con grandes risas al vendedor de cuadernos y cantaron “arroz con leche” mientras los pajaritos y los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los pantalones.
—¡Buen negocio en otra parte! –gritó Bartolo secándose los ojos, mientras el Vendedor, tan colorado como sus calzoncillos, se iba a la carrera hacia el lugar solitario donde los vientos van a dormir cuando no trabajan.
Este fragmento es del cuento “La planta de Bartolo”, incluido en el libro La Torre de Cubos, de la escritora, poeta, narradora y docente nacida en Reconquista, Laura Devetach.
La Torre de Cubos, al igual que otros cientos de títulos de escritoras tan imprescindibles para los niños de todas las épocas como María Elena Walsh y Elsa Bornemann, fue prohibido por el Ministerio de Educación y Cultura santafesino en 1979, en plena dictadura.
Entre los fundamentos de la resolución 482/79 del 23 de mayo de aquel año, se advertía que los cuentos que componen esta obra tenían “grandes falencias”, tales como: cuestionamientos ideológicos-sociales; crítica a la organización del trabajo, la propiedad privada y al principio de autoridad; que llevaban a la destrucción de los valores tradicionales de nuestra cultura; y poseían ilimitada fantasía.
Luego de 38 años, el gobierno provincial decidió levantar la prohibición a modo de homenaje a la autora y dando un claro mensaje, en tiempos de livianas declaraciones negacionistas, respecto de su posición sobre los hechos ocurridos en la última dictadura cívico-militar.
“Fue perseguida por hablarles a los chicos de los contextos sociales y políticos, por soñar y desear”, dijo la ministra de Innovación y Cultura, Chiqui González, al referirse a Devetach. “Este acto, en el lugar de las Madres de Plaza de Mayo, está defendiendo a los Derechos Humanos, a la autoría intelectual, a los artistas desaparecidos, a los artistas perseguidos, a las palabras perseguidas, calladas, a las palabras que no se dejan decir, a la imaginación que nos ayuda a reconciliarnos con el mundo y a transformarlo”.
González junto con su par de Educación, Claudia Balagué, participaron de un acto, realizado en Rosario, en el que se rindió homenaje a la escritora santafesina, no sólo dejando sin efecto la resolución que prohibió el uso de la obra La Torre de Cubos en contextos escolares, sino también proponiendo su lectura hoy en las aulas.
La imaginación al poder
La dictadura, que pretendió accionar y aleccionar los cuerpos y el pensamiento, buscó por diferentes medios mantener bajo estricto control a un tipo de literatura que consideraba peligrosa por fomentar una “ilimitada fantasía”, una fantasía que permitía pensar, como en el caso de “La planta de Bartolo”, que a través de la unión y la solidaridad se podía derrotar a ese malo de la historia que venía dispuesto a llevarse todo, con el aval de su dinero y sus amigos con armas.
El libro de Devetach, Un elefante ocupa mucho espacio, de Bornemann, Aire libre, de María Elena Walsh, La Ultrabomba, de Mario Lodi y La línea, de Beatriz Doumerc, entre otros títulos, sobrevuelan en el centro de La Redonda, en una muestra que los tiene como protagonistas desde el 24 de marzo y que es visitada por las familias que cada fin de semana llegan al lugar. “A todos nos resulta difícil hablar de la muerte, de los desaparecidos, y de muchos temas que tienen que ver con el miedo, porque sentimos que le vamos a contar esto a los niños y les va a dar miedo”, comenta Huaira Basaber, directora provincial de Espacios Culturales. “Pero en este ejercicio de construcción de ciudadanía, de políticas públicas, tenemos que intentar pensar entre todos qué ha sucedido en nuestro país, por qué sucedió y cómo nos ha podido suceder, preguntas que tienen que ver con el pensamiento de Hannah Arendt y que nos ponen a todos a poder decir, debatir, discutir, y no solamente expresar un discurso”.
Cómo hablar del horror de la dictadura con los niños, o cómo habilitar cuestionamientos y reflexiones, es un desafío que cada 24 de marzo se plantea en los espacios del Tríptico de la Imaginación. “Se explica poniendo a consideración los hechos y después son los mismos chicos los que preguntan”, explica Lucrecia Pelliza, coordinadora general de La Redonda. “Este año tenemos esta instalación con las tapas de libros censurados, que también acompañamos con documentos históricos donde se constata la censura, las resoluciones ministeriales, recortes periodísticos. Eso está a disposición para que los niños, junto con los adultos, puedan conocer un poco más la historia y entender que estas censuras se dieron porque todo lo que fuese pensar diferente, soñar con utopías y accionar para que esas utopías estén un poco más cerca, era reprimido”.
Varios títulos de la colección de Los Cuentos del Chiribitil también se pueden encontrar en La Redonda. Esta colección fue lanzada originalmente en 1976 por el Centro Editor de América Latina (Ceal) y sirvió de despegue a muchos autores e ilustradores que no habían encontrado otras puertas para la edición. La colección se vendía en los kioscos y sus tiradas alcanzaban 50 mil ejemplares.
La dictadura fue implacable con el Ceal y con muchos de los cuentos del Chiribitil que fueron expresamente prohibidos, como Los zapatos voladores y Jacinto. “Sufrieron una de las peores censuras que tuvo nuestro país, la cual llegó hasta una quema masiva de toneladas de libros y entre ellos Los Cuentos del Chiribitil”, cuenta Pelliza. “Esta colección fue reeditada por Eudeba hace un par de años y es una reivindicación histórica y un homenaje a las infancias”.
Reivindicaciones que buscan refrescar la memoria de los más grandes y ayudar a formar la de los más pequeños, llena de herramientas para la construcción de una realidad diferente.
“Nosotros llevamos la bandera de la imaginación y la imaginación fue censurada durante la dictadura porque es revolucionaria, transforma la realidad”, dice Basaber. “Quizás no le transformas la realidad concreta y material del momento a alguien, pero sí le estás diciendo que eso que está pensando de una manera también lo puede pensar de otro modo. Eso es la utopía, un otro lugar, saber que hay otra posibilidad. Por esto nos conmueve que se tome esta decisión sobre un libro prohibido y se levante una bandera que a todos nos alienta a seguir trabajando en la posibilidad de expresarnos, discutir, de pensar distinto. Poder convencernos sobre la importancia que tiene la literatura, la imaginación, la posibilidad de escribir y decir lo que uno piensa. A todos creo que nos alienta y conmueve, específicamente a quienes estamos en la función pública”.