Casi siempre me equivoco. Hoy no fue la excepción. Esta vez me equivoqué cuando pensé que como sociedad estábamos para otra cosa. Yo creía que ya habíamos superado esa etapa tinellística de burlarse del diferente; del que no encaja dentro de los criterios de éxito y triunfo sociales contemporáneos, que entre otros “el cabezón” colaboró en instalar porque le resultaba conveniente a sus negocios televisivos. Aparentemente, solo avanzamos en determinados terrenos y seguimos estancados en otros. Está mal reírse del homosexual, del extranjero, del judío, del down y del gallego. ¿Pero qué pasa cuando el objeto de gracia es una mujer gorda que se filma en su pelopincho y lo difunde en las redes sociales? Se viraliza y es blanco de cualquier clase de comentarios de otros que, al parecer, nunca serían el hazmerreír de una jodita para Tinelli… o la cara de un meme en Facebook. Y que, por ello, se creen con derecho a defenestrar a alguien que no hizo otra cosa más que lo que hacemos todos: subir un video a las redes.
¿De qué trata el video? Por lo poco que aguanté ver, es una chica obesa (la obesidad es una enfermedad, ¿sabían?) en bikini, en la pileta, diciendo algo que no alcancé ni intenté escuchar.
Yo me enteré de esto porque vi una parodia de EAMEO (que considero tipos geniales, a pesar de esto) a la tapa de Nevermind, de Nirvana, con la imagen de la chica en cuestión en lugar del bebé judío. Lo vi en el muro de Facebook de un contacto que tengo. Luego, al ver eso, vi unos segundos del video, pero en una versión remixada. Sí, al decir del recordado Gianni Lunadei, se ve que para la maldad somos rápidos y geniales. Lunadei, desde luego, nunca hubiese caído tan bajo. Por eso, quizás, eligió pegarse un tiro en vez de venderse al primer productor miserable televisivo.
Supongamos que fuera gracioso, sí. Inmediatamente habría que preguntarse qué es lo que nos resulta gracioso del video o la foto. ¿Qué es gorda? O sea, que es enferma. ¿Qué habla como si tuviera alguna deficiencia intelectual? O sea, que padece algún retraso mental. Es decir, que es enferma. ¿Qué está en una pelopincho? O sea, que probablemente sea pobre ¿Qué dice “hola” y se toca el pelo? O sea, que pretenda ser sexy como cualquiera que se saca una foto y la sube a instagram. ¿Algo de esto causa gracia? Mirá vos. Seguro en breve voy a ser alguna burla en Facebook, porque no entiendo cuál es el chiste, che.
No quiero hablar acá de la doble moral de compartir el logo de #NiUnaMenos en nuestro perfil público porque “re garpa y seguro a alguna minita le copa y me la termino cogiendo”; o “porque soy mujer y si no lo comparto capaz quedo mal” y, por privado o whatsapp compartir el video de “la gorda Anto” para mofarnos de ella. No viene al caso. Solo que en el contexto de una mujer víctima de violencia machista cada segundo de nuestras vidas (y una asesinada cada 24 horas en el mes de abril) me parece que este hecho denota una banalización de la denuncia contra el patriarcado como mínimo, cínica. Esto también es patriarcado y machismo. Esto también es violencia contra la mujer, amén de violencia contra el que no es como yo. ¿Y cómo soy yo? ¿Cómo Messi? ¿Cómo la Maglietti? ¿O estoy más cerca de la gorda Anto o del hijo garralapala del gordo porcel? ¡O de la Xipolitakis o el hijo de Caniggia!
Leí que algunos/as intentaban justificar su carcajada virtual diciendo que “ella se filmó y subió el video a las redes. Y tiene esa foto como perfil de Facebook.” Fantástico. Y entonces a las mujeres las violan y las matan porque usan minifaldas también, ¿no es cierto? ¿Soy exagerado? No, es la misma lógica: culpar a las víctimas de las miserias y crímenes ajenos sobre ellas. “Pero no es lo mismo violar a alguien que reírse de su figura”. No, claro. Lo que es lo mismo es la forma del razonamiento. Una forma repugnante de pensar y pensarse. De ser, bah. “Pero la consecuencia no es la misma”. Es verdad, tampoco lo es… a menos que la víctima de la humillación (como una vez dijo genialmente Coutaz en este periódico, decir bullying esconde de lo que en realidad se trata: maltrato, abuso, insulto, violencia física, etc.) decida lastimarse a sí misma porque, como ustedes que son tan lúcidos de ideas al momento de justificar su asqueroso humor, también entenderán que la humillación sufrida ante los ojos no solo de desconocidos, sino de familia, amigos, parejas y conocidos, no es fácil de sobrellevar en un contexto que, encima, alienta dicha humillación y la celebra.
Hagámonos cargo de lo que nos reímos. Hagámonos cargo de que todavía falta mucho para erradicar nuestras miserias. Hagámonos cargo de que podemos ser crueles y que podemos dañar al otro. Hagámonos cargo de que no nos gustaría ser la gorda del Facebook. Pero no como lección moralista sobre lo que está mal hacer. Sino para pensarnos en lo que ya hicimos bien, pero sobre todo en lo que nos falta. Hagámonos cargo de lo que nos causa gracia. Hoy es esa pobre piba, Anto, que no sabemos quién es, de dónde salió y de la que, seguramente, mañana nos olvidemos o reemplacemos por algún desfavorecido social nuevo. Pero de la que tenemos derecho a burlarnos.
Esa piba a quien le va a resultar difícil olvidarse de esto; a la que no creo que le hayamos dejado gana alguna de reírse, no de alguien en particular, sino de reírse… como, muy probablemente, nos haya pasado alguna vez a nosotros, que seguramente alguna vez hayamos sido humillados por el patán del curso o de la cuadra. Bueno, imagínense esa situación multiplicada al infinito gracias a las redes. Imagínense siendo un meme en Facebook, al que todos usan para cagarse de risa de tu cara.