—Buenas, ¿cómo la lleva?
—Mejor que Dilma, peor que Temer…
—Qué desastre Brasil, ya no se puede confiar ni en la derecha. Son todos iguales. Ya no sé si mirar TN, O Globo o CNN.
—Difícil pensar una contra hegemonía, cuando Anamá Ferreira es comentarista de política internacional.
—Es como Messi, nunca se le pega el acento. Todos opinar de temas importantes, democratizar es la tarea.
—Me quiero ir.
—¿Sí? ¿Por?
—Quiero irme, pero no me imagino dónde. Creo que hay lugares peores que este.
—Entonces le va re bien, ya está pensando en vacaciones. ¿Vio que las aerolíneas low-cost no eran algo tan malo? Mire qué lindo cuando pueda aterrizar en Alto Verde en el aeropuerto único y pueda disfrutar de la ribera y el paisaje, el río y el puente iluminado como la Torre Eiffel, igual al Cristo Redentor o mejor que la Ópera de Sydney.
—No, no me quiero ir de vacaciones… estoy pensando en irme. En abandonar el barco, en fugar. Además, ¿qué es eso de las luces del Puente Colgante? Por favor… ¿No es medio mucho para un puente que se vino abajo cinco veces desde 1904? Me da miedito.
—¿De dónde saco esa información?
—De un libro.
—No me mienta, que seguro lo buscó en la Wiki.
—Se lo juro.
—¿De qué libro?
—De Historia oral de la cerveza.
—¿Y el puente?
—Estuvo 20 años roto.
—No sea irrespetuoso. Con el Puente Colgante no se meta, dígame lo que quiera, pero ¡el puente no se mancha!
—Pero…
—Esto habla de la capacidad de resurgir, como el ave fénix. Es una buena oportunidad para poner en valor este emblema de la ciudad. Una construcción vinculada a nuestra idiosincrasia. Es Monumento Histórico Nacional, una postal que trasciende la ciudad y que identifica a la provincia.
—Me parece medio mucho, pero bueno. Va a quedar lindo cuando lo iluminen con los colores del ganador del clásico.
—No quiero verlo sacando fotos y subiéndolas las redes sociales.
—¿Tiene Instagram?
—No. ¿Debería?