La vecinal se impone como referencia para el baile y la música de los santafesinos.
Avenida Freyre y Bulevar Gálvez compartieron hasta hace pocas semanas similitudes estructurales: las arboledas y los canteros eran prácticamente iguales. Mirando de nuevo, nos acordamos de que la diferencia está en la consideración, pues eran parecidísimos en todo salvo en la forma de nombrarles. Los barrios que rodean a una y a otro podrían dar una explicación de por qué uno se llama en castellano y otro en coqueto francés.
De lunes a lunes un promedio de 400 personas llega por la avenida de los badenes hondos a practicar gimnasia artística, patín, jiu jitsu o básquet, especialidad de la casa en la Asociación Vecinal, Social, Cultural y Deportiva República del Oeste. Si bien no funciona como cualquier vecinal tradicional, República cumple “recibiendo al pibe al que ayudamos a comprarse zapatillas y al que lo traen en auto importado”, dicen desde la Comisión Directiva.
El deporte, como tantas otras actividades grupales, unifica a la gente de los barrios “y sirve no solamente para que convivan, sino también para que los chicos no estén en la calle. La puerta de la vecinal está abierta siempre, nadie te va a dejar afuera por estar con la cuota atrasada”, cuenta Guillermo, secretario de República desde hace seis años, habitué desde hace 35.
Si bien la cantidad de asociados araña los 500, su cuota es más que accesible y no alcanza “para afrontar los aumentos de tarifas; las actividades acá se dan después de las 19.00, cuando todos salimos de nuestros trabajos y los chicos salen de la escuela y la luz está prendida permanentemente, nosotros no podemos aumentar la cuota. Quizás nos juega en contra no estar alineados partidariamente con nadie, porque no recibimos ningún tipo de ayuda”, analiza Rafael, el presidente.
La Comisión Directiva está compuesta por 18 personas, que es lo mismo que decir 18 familias, porque el que no tiene algún familiar haciendo un deporte, tiene que negociar para no ser motivo de retos por pasar menos en casa que repasando la pintura de alguna pared o instalando un ventilador en el gimnasio. Todas las tarde-noche, las incontables paredes de República zumban con los patines, retumban por la música de la clase de gimnasia y hacen eco por las pelotas de básquet picando.
Viernes a la mañana, ya hay técnicos trabajando en luces, sonido y cargando bebidas: 120 cajones de porrón, 30 de Frizzé, 20 de fernet, 15 de sidra, 12 de Gancia, 2 de vodka, 35 packs de gaseosa, 1 de pulpa de frutilla que se ubican en la barra interna y en la del patio. Javier, uno de los productores del baile, es un director de tránsito dirigiendo señas cada cinco pasos: “los sábados ando tenso casi todo el tiempo, hasta a los efectivos policiales los voy ordenando para acá y para allá”.
Si bien los números complican la situación, en República no pierden el foco: “de un año a esta parte el promedio de gente que te viene bajó casi a la mitad, ahora eligen según la cartelera. No podemos subir la entrada, nosotros recibimos a la mayoría del cordón oeste que limpian una casa, trabajan en la construcción, cuidan autos, que antes venían todos los fines de semana pero se han quedado sin laburo”.
Sean los artistas más importantes como Coty Hernández, Sergio Torres, Mario Pereyra, Juan Carlos Denis y su Bohío o alguno que esté emergiendo, todos quieren tocar en la República de la cumbia: “aunque estén complicados con sus agendas, siempre se hacen un lugar para venir porque este baile es uno de los pocos que, además de ser principalmente de cumbia santafesina, tiene en cuenta al bolsillo de su gente”. Además de Avenida Freyre, Villa Dora y Bvip se reparten el público semana a semana y cada tanto La Década o Club 1º de Septiembre, “antes había Centro Gallego, Piquete Las Flores, Centro Almacenero, Vecinal San Martín, todas las semanas salen grupos nuevos y cada vez hay menos bailes”. Javier no solamente está atento a las contingencias de los que van a bailar, también cuida a las bandas: las conoce porque las escucha en las FM y cuando las contrata, aunque no se llegue con la recaudación, tocan y cobran.
Mientras en los boliches de champagne y cumbia sintética la entrada es más bien restringida, en República se puede entrar hasta el último minuto y con la ropa que se quiera, aunque pasando los cacheos que son mucho más efectivos que en los demás locales bailables. Los que apenas pasan la mayoría de edad y los que la multiplican toman y dan vueltas agarrados de las manos.
Las tres de la mañana, la noche ya está condimentada en el salón como en ningún otro lugar de la ciudad y Sergio Torres ya subió por la cancha de básquet, ya se está sacando fotos y ya está demorado: “el Negro no me da bola, pero no puede no saludar a todos” dice uno de los colaboradores de Los Dueños del Swing, con el brazo en jarra y el micrófono en mano esperando por el ex Grupo Cali. Los más tímidos, sentados al costado del parquet que los sábados es una pasarela, ven llegar a Sergio que se para a saludarlos él. Una semana después, las mismas escenas se repetirían con la visita de Juan Carlos Denis y su Bohío, el mítico músico que le dio guitarra eléctrica a la cumbia santafesina.
Una vez que el show empezó, hasta los policías están cantando, aunque esquiven la vista. Chicas sentadas en hombros, los flashes de los celulares como estrellitas adornando a la banda. Hay un sector del salón casi que exclusivamente para que bailen cumbia las parejas y los que prueban suerte, hay los que cantan enceguecidos mirando para arriba, quienes se abrazan. Hasta las barras tienen un poco de aire por lo que dura el recital.
Para poder andar hay que caminar entre mucha gente, sí o sí. Hay que gambetear uno por uno y a las parejas de baile, calculando el movimiento del trago que se tenga en la mano, cuidando de no chocar al que viene de frente, achicando los hombros, doblando las rodillas en el aire. Aunque muchos se van cuando se hacen las 5, las 6, muchos otros aprovechan que la hora sabe estirarse un poco más que en cualquier otro lado.
Abrazos para la foto, indicaciones de dónde están tomando trabajadoras, familias. La fiesta vecinal se hace los sábados en Avenida Freyre al 2700.
Fotorreportaje: Mauricio Centurión