Lo que es un poco raro es ese aire criollo en sus rasgos, la sonrisa es ambigua, casi sobradora, en una mano tiene un pala que llega a la tierra y que al principio no se ve. El enano de jardín amaneció ayer frente a la carpa.
El Chiqui pensó que era una joda. El Tuca pensó que era una venganza, porque hace dos días, como represalia, cagó adentro de la carpa del Gordo Blanco y Don Cheto, que desde entonces duermen afuera. El Flaco pensó que era una buena señal y le convidó cigarrillos y porrón, pero ahora está muy angustiado.
—Hay enanos que son malos –dijo el Chiqui, y no dijo más.
—Tiene cara de garca –dijo el Tuca y le sostuvo la mirada, desafiante.
Entonces el Flaco se asustó y recordó que ayer el Tuca rompió un vaso, que el Chiqui perdió un partido de pool por primera vez desde que lo conoce y que él tuvo pesadillas espantosas.
Ahora están los tres y Lucía, alrededor del duende.
—Para mí que anoche se movió, hay que sacarlo –afirma el Flaco, casi desesperado.
—Yo no lo toco –aclara el Chiqui.
—Esperemos que se vaya –propone el Tuca y segundos después agrega–: ¿Por qué no lo cargás en la carretilla y lo llevás hasta el altarcito de San la Muerte? Lo dejás ahí y que ellos se arreglen.
—Dale, capaz nos tira la bronca San la Muerte también –ironiza el Chiqui, temerario.
—¿Por qué no le preguntamos al DJ? –pregunta el Flaco.
El DJ es el que tiene el parlante más poronga del camping, su gusto musical es total y sin sentido de la preferencia, si bien es autoritario al menos es impredecible. En general, se le tiene paciencia porque se dice que está loquito, pobre. También se cuenta que comió hongos dos semanas seguidas y quedó así. Lo claro es que ahora el DJ no está o duerme, porque su música no se escucha.
Lucía sabe que a la noche hay que prender una vela y, con una copa de aguardiente, rezar una invocación a Don Diego Duende, pero prefiere no decir nada.
El Cantante de ópera, que, como casi siempre, justo llega, sugiere que lo lleven hasta la vía y lo dejen ahí, aunque no puede explicar o justificar su sugerencia. El Chiqui pregunta si todavía pasa algún tren. El cantante dice que hay quienes dicen que sí, que a veces pasa uno. El Tuca se queda pensando en el enano, abandonado en medio de la vía, solo, con su pala y su sonrisa, con sus fantasmas y sus dioses, de frente o de espalda a un tren que va a pasar, o no.