Cómo es el abordaje público, y en las familias, del hostigamiento en los espacios educativos.
Su silencio es sostenido y permanente. Es un silencio que habla. Ante la pregunta de “¿te pasa algo?”, responde “nada”. Se aisló. Su malestar se expresa en dolores de cabeza y falta de apetito. Desea no tener que volver a la escuela. Sucede que allí, sus compañeros no le hablan, lo marginan y hasta se burlan de él. Padres y docentes se encuentran, así, ante un caso del denominado bullying. O dicho en términos específicos, de “hostigamiento entre pares” que compromete tanto a la familia como a los establecimientos educativos. Pero sobre todo, pone de manifiesto el valor de la convivencia y del aprendizaje para llegar a ella.
En esa línea, la directora de Programas Socioeducativos del Ministerio de Educación de Santa Fe, Carolina Bittel, sostiene que “las situaciones que acontecen en el ámbito escolar y, en este caso, los conflictos entre pares, ponen en evidencia un entramado más complejo de las relaciones humanas. Su emergencia, lectura y abordaje, nos interpelan acerca de cómo nos miramos, cómo nos vinculamos y cómo nos cuidamos”. Desde esa perspectiva, la cartera lleva adelante diferentes acciones que “vinculan la convivencia, la participación y la construcción colectiva de proyectos de vida que suponen el reconocimiento de un otro”.
[quote_box_center]“Todas las situaciones y/o conflictos revisten un aprendizaje para todos los que formamos parte de los mismos”, afirma Carolina Bittel. [/quote_box_center]
En efecto, un conjunto de programas y la tarea de los Equipos Socioeducativos Regionales apuntan a construir “espacios de participación y acción colectiva, acuerdos y normas a partir de narrativas comunes y desde allí un real ejercicio de derechos y responsabilidades como parte del crecimiento del estudiantado”, remarca Bittel.
Prevención
En esta instancia cabe indagar sobre la tarea preventiva en el ámbito del aula. “Reconocemos que la escuela puede prevenir conflictos –indica Bittel– y lograr un abordaje constructivo de los mismos. Este trabajo no puede realizarlo sola, sino que es en su carácter de institución social, entramada con otros actores, instituciones y territorios. Reconocemos su lugar estratégico para la promoción de derechos de niñas, niños y adolescentes. Su cotidianidad permite realizar ante cada problemática una intervención pedagógica”. En otras palabras, a la escuela le corresponde “enseñar a hablar hasta entendernos, construir acuerdos con responsabilidades, visibilizar las distintas miradas ante un conflicto, resaltar el valor positivo de las diferencias y el negativo de un grupo que alienta o es espectador de situaciones de discriminación”.
Todas las instituciones educativas están atravesadas por la labor de los Equipos Socioeducativos Regionales. “Ese trabajo de orientación implica acciones en dos dimensiones: una socioinstitucional y otra sociocomunitaria y/o familiar que permiten que todos los actores que forman parte del problema o son necesarios para su abordaje, sean considerados y convocados”. Esto es, supervisores, equipos directivos, docentes, estudiantes y referentes familiares, entre otros.
Sobre las pautas de intervención ante situaciones de hostigamiento, Bittel sostiene que “las instituciones y los equipos cuentan con orientaciones que guían el abordaje de esta problemática vinculada a la convivencia. Existen acciones a desarrollar durante la emergencia de una determinada situación de vulneración de derechos, pero también hay acciones para considerar antes y después de la misma. Todas las situaciones y/o conflictos revisten un aprendizaje para todos los que formamos parte de los mismos”, enfatiza.
Las condiciones del maltrato
A la hora de pensar qué les sucede tanto al chico hostigado como a quien lo hostiga, desde la psicología se pueden encontrar respuestas a las condiciones que propician este tipo de casos. María Verónica Pacitti de Walker y Anabella Melano, integrantes de la Secretaría Científica del Colegio de Psicólogos 1° Circunscripción, explican que “hay que poder interrogarse, entre otras cosas, acerca del entramado familiar ya que la infancia y adolescencia son tiempos de la vida donde el sujeto, en vías de constitución subjetiva, se encuentra dependiente de los recursos simbólicos recibidos por quienes ejercen sus cuidados parentales. El niño o adolescente hace activo en el afuera –precisan– lo que pasivamente vive en su casa. Así, hace con sus pares lo que otros han hecho con él. Cuando este afuera en el que se manifiesta la situación es la escuela, es importante que pueda ser escuchado. La escuela opera como terceridad, como legalidad, es la que detecta esta sintomatología y avisa a la familia. En un punto el que hostiga también es víctima”, destacan.
[quote_box_center]“Hay chicos que no se animan a contar en la casa porque saben que el modo de resolver esto por parte del padre puede ser violento”.[/quote_box_center]
Melano recalca que la situación de hostigamiento muchas veces supone “un pacto de silencio que se establece entre quien padece la situación, el que la ejerce y un grupo que acompaña como espectador”. Desde su mirada, el bullying “está caracterizado por un ejercicio violento del poder, donde la relación se vuelve asimétrica y el hostigador ejerce ese abuso de poder con la intención de dañar, herir, lastimar. El hostigado se siente inerme y sin recursos ante aquel o aquellos que lo hostigan. Hay efectos físicos, psicológicos y sociales porque se generan exclusiones” y, consecuentemente, el aislamiento.
Sin lugar a duda, para la prevención es clave el vínculo familia-escuela. “Cada una tiene sus funciones específicas, pero trabajar cooperativamente ayuda en la detección de estas situaciones más tempranamente, tanto como su tratamiento y detención. Cuando algo se produce, emergiendo de manera más ruidosa, generalmente, las situaciones no fueron detectadas a tiempo”. Por el contrario, si la relación entre familia y escuela se encuentra resquebrajada, “se dificulta que un niño o adolescente se anime a contar esto. Muchas veces guarda silencio porque cree que no le van a creer. O lo dijo y no fue escuchado. Es fundamental no mantenerse indiferente ante la situación, no naturalizarla”, subraya la profesional.
—¿Cómo se percibe que un chico sufre hostigamiento?
—Es necesario ejercer una mirada atenta, dar lugar a percibir un cambio de comportamiento ya sea físico o psíquico. Hay chicos que empiezan a sentirse tristes, que se manifiestan temerosos. En algunos aparecen dificultades para dormir, dolores de cabeza, pueden estar dispersos. Los niños y adolescentes tienden a manifestar lo que no se puede poner en palabras a través de ese tipo de sintomatología. Es necesario no desestimarlo, no creer que es algo que va a pasar. Cuando el hostigamiento se sufre en la escuela, no quieren ir o aparece un cansancio que, muchas veces, no lo deja salir de la cama. O van a la escuela y al rato llaman porque se descomponen. El lugar de la familia es muy importante para brindar confianza para que esto pueda ser manifestado, atender esta sintomatología, poder hablar con un hijo, preguntar qué le pasa.
Las psicoanalistas coinciden en señalar que este tipo de maltrato no se ajusta a la oposición víctima-victimario ni responden a cuestiones individuales. “Se debe poder analizar el contexto histórico actual que nos atraviesa como sociedad porque esto enmascara formas de violencia más estructurales. Muchas veces, uno quiere corregir esto ejerciendo también violencia. Hay chicos que no se animan a contar en la casa porque saben que el modo de resolver esto por parte del padre puede ser violento. Es preciso establecer modalidades de vincularnos donde predomine la ternura, el buen trato, y esto no es sólo entre los niños y los adolescentes, sino que tiene que poder verse reflejado entre el adulto y sus hijos, los padres entre sí mismos, el docente con sus alumnos”.
El rol del adulto resulta primordial: “Brindamos modelos identificatorios y si éstos están caracterizados por rasgos violentos, se reproduce lo que queremos mejorar”, postulan. Y consignan categóricas: “Si creemos que es cosas de chicos, que tienen que resolverlo entre ellos estamos abdicando el lugar de autoridad y esto no ayuda a pacificar las relaciones entre las generaciones más jóvenes –observan–. La intervención de parte de los padres, como de los docentes, es muy importante como reguladores, como aquellos que ponen en ejercicio su función de autoridad que, hoy por hoy, está vacilante, entre otros motivos, porque se tiene temor a ser autoritario, confundiendo autoridad con autoritarismo, y creemos que esto se va a resolver porque son cosas de la edad”.
—¿De qué forma intervienen los patrones sociales?
—En la sociedad actual –responde Pacitti de Walker–, ya sea en niñez, adolescencia o juventud, el ser lindo te juega en contra porque es otro tipo de bullying. Hoy tienen más fuerza los sectores más humildes que los altos. Es preferible pasar desapercibido porque si no la que te hostiga es el nivel social bajo. Esa es una modalidad. La otra se da en el nivel social alto. Y siempre con suma crueldad.
—Hoy por hoy –aporta Melano–, la dificultad está en poder investir las diferencias como algo que nos constituye, como algo enriquecedor, que enaltece y no como algo negativo, amenazante que hay que eliminar. Tiene que ver con poder fortalecer el lazo social que está resquebrajado en una sociedad atravesada por el individualismo y el sálvase quién pueda.