Volver de la escuela por un camino largo y sinuoso pocas veces visitado, retornar del baile por la avenida, la primera expedición en bicicleta. A deambular se aprende muy temprano. De a poco, cuando la repetición hace ceder a la aventura, se abre paso el fisgoneo, la atención puntual. Más tarde, se reconoce qué es lo que atraviesa a todos esos instantes en que la mirada se pierde y se fija en un pequeño cuadro y su historia imaginada.
Sebastián Pachoud domina el arte de la deambulación y por eso su secreto se esconde cada vez que se ofrece en cada una de sus escenas de entrometido que se divierte y llena de color la noche en la que habitan sus pocos, solitarios y definidos personajes.
El lado peposo de la vida es una serie, mucho más larga, que aquí se recorta a sus recorridos por nuestra ciudad.