Familia, política y no dejarse limitar por los moldes son claves de la vida de Babasónicos, tanto a nivel colectivo como individual.
Primero, como aporte al “nuevo rock” argentino junto con bandas como Peligrosos Gorriones, Los Brujos o El Otro Yo. Después, siendo ellos mismos referencia para bandas nuevas. Babasónicos nunca no estuvo sonando, girando o grabando. Así y todo, hablando con Pausa, a su guitarrista Diego “Uma” Rodríguez le parece que “aunque llevo más de 25 años de gira con la banda, me sería muy difícil no vivir así. Nacimos para esto de pensar y hacer lo que haga falta para vivir tocando y en movimiento. Mi idea de hacer esto la siento igual que cuando nos juntamos en el 91: digo que tener una banda es lo mejor que me pasó en la vida. Además somos buenísimos como compañeros de viaje”.
No es fácil encontrar artistas empoderados en cuanto a su condición de tales (el vecino que toca en la banda de la Iglesia, domina tres instrumentos y cobra por hacerlo, por decir). Diego tiene 44 años y sacando la cuenta del tiempo que pasó y pasa haciendo lo que hace, recién ahora se reconoce, sin ignorar a los que admira: “Yo a esto no lo siento como un trabajo, pero a ver: compongo, produzco, ensayo y voy de acá para allá para tocar en vivo… bueno, soy músico”, a cuento de que no da igual cualquier trabajo y de que a los artistas no se les reconoce tanto el trabajo como a un Técnico en Administración de Empresas o a un empleado de comercio. Consciente de su condición o no, el artista no puede hacer las cosas de otra forma que no sea la del arte: “En mi cabeza pienso permanentemente en cómo crear algo nuevo, que sea hermoso y que pueda pegar positivamente en un otro, sea para generar una idea o un sentimiento que le esté faltando. Y lo hago a través de la música porque fue con ella que pude dejar de vivir donde podía para vivir donde quería, a poder conocer lo que yo quería y ser quien yo quería. Y antes que nada, pude hacer todo eso y tener lo que tengo gracias a escuchar música que hicieron otras personas”.
Obviamente que el contexto tiene que colaborar para que los sueños se cumplan y eso. A Diego, un vago de Lanús al que le gustan Kubrick, Fogwill y Virus, le tocó una buena segunda con su hermano Adrián Rodríguez (aka Dárgelos), también cantante de su banda: “Tuve muchísima suerte con el hermano que me tocó, él fue quien me regaló mi primer skate, algo importante para mí todavía hoy. Adrián siempre les mangueaba a nuestras tías o abuelas para ahorrar y hacerme regalos para mis cumpleaños y esas cosas. Se iba de viaje y me traía o cassettes, o mi primer reproductor de cds me acuerdo. También me allanó el camino para salir hasta tarde, me acompañaba, es un gran hermano mayor.”
Hace 26 años que Babasónicos sabe llevar la incomodidad a zonas en donde no se la espera. Arrancó desde el rock alternativo tipo grunge, allá por 1992 en su primer disco Pasto, que se graduó con los años y los discos en ritmos rancheros, en bossa nova, disco o balada popera. Las letras, al mismo tiempo, mantienen un clima ambiguo a partir del cambio de personas que cantan en la voz de Dárgelos, una frontera de sentido que aclara lo suficiente como para no terminar de poder hacer un juicio unívoco. “Algo” le pasa a mi generación, ¿qué es, “tu condición racial o tu lugar de privilegio”?, “Nuestra sociedad no ayuda mucho, mientras la pasas bien yo lucho”, las letras desde las canciones del primer disco hasta las de los últimos no pretenden esconder nada. Abren el juego.
“La poesía de Adrián fue tomando dimensiones cada vez más grandes”, dice Diego con admiración aunque él mismo es coautor de muchas letras. Charlando con Pausa, Diego contradice cierta acusación de que Babasónicos no toma posición respecto a cuestiones políticas: “Tenemos claros manifiestos políticos en cada obra artística, sobre el consumo, sobre los gobiernos, cada uno de nuestros discos hablan de la coyuntura a través de las que fueron compuestos y grabados. Dónde estábamos, por qué estábamos en esos lugares y qué situaciones nos colocaron en esas posiciones. Miami es para mí un testimonio clarísimo de la época final del menemismo. La tapa de Romantisísmico no es un collage ni una obra pop sin sentido, sino que, es nada menos que una mano por tirar una molotov, con todo lo que implica para nuestra historia. Pero entre esos detalles y las canciones es que conformamos nuestro imaginario, evitando referenciarnos con partidos políticos”.
Y redondea: “Lo que no nos va a nosotros es hacer apología de nuestro arte, de salir a contar que nosotros hablamos de. Pero si lo que se espera es que nosotros digamos a los demás qué tienen que pensar, bueno… no. No estamos para iluminar gente, creo que un laburo más válido es hacer música que pueda inspirar a otros”.
Babasónicos pasó por todas las situaciones presuntamente cúlmines para una banda de rock: tocar en estadios, giras por todo el país hasta toda América y Europa, ceremonias de premiación y presupuestos acompañando a cada “capricho” (esto último a partir desde cierta etapa, no desde siempre, claro). Cuando se le pregunta a este, uno de los miembros fundadores de la banda, por las dificultades para los músicos, rápido expone una perspectiva propia de cualquier banda emergentes e independientes: “La música enlatada, con todo su marketing inmenso y de repeticiones infinitas monta todo un contexto en el que hay que destacarse muy fuerte para poder subsistir. Todavía es dificilísimo vender 40 entradas afuera de tu barrio, lo que es un problema secundario pensando en que, como pasó siempre, siguen siendo poquísimos los lugares para tocar”.