Terminó el primer torneo largo y hacemos un balance del subibaja de los equipos locales.
En tiempos donde la palabra semestre adquiere valores políticos y de campañas, vinculados a promesas, crecimientos y vientos de cambio, hay que decir que Unión se quedó en el semestre macrista, el que nunca llega, y Colón sorprendió con un sorpresivo progreso y logros destacados que muy pocos crédulos se animaron a vaticinar.
En este torneo que recién se despidió, donde se jugaron 14 partidos en 2016 y 16 en 2017, Unión terminó el año pasado con 22 puntos, mientras que en 2017 apenas sacó 10. En los números se refleja una mitad de temporada buena y otra muy mala. El resultado matemático indica que el balance es malo: 32 puntos, entre 30 equipos finalizó en el puesto 23, ganó 8 partidos, empató 8 y perdió 14, casi la mitad de los que jugó. En 2017 sólo ganó 2 encuentros (Talleres y Newell´s, ambos de local) y de los 8 que salió victorioso, apenas uno festejó de visitante, fue el 17 de septiembre en cancha de Lanús, ante los Granates. Para completar los 14 partidos del año en curso, la data dura dice que perdió en 10 oportunidades y empató en 2, ante Patronato y Colón.
Y si hablamos de Colón, el partido más esperado por la ciudad tuvo dos funciones, y ninguna le regaló una alegría al Tate. El 18 de marzo Colón le pasó factura del año anterior y lo derrotó a domicilio por 2 a 0, y el 14 de mayo en el barrio Centenario empataron 1 a 1. En síntesis, los números del fútbol profesional de Unión quedaron en rojo.
Para entender algo de lo que le pasa al tatengue hay que recordar la frase de Leonardo Madelón: “Necesitamos un salto de calidad”. Luego de ascender en 2014 y hacer una muy buena temporada en el regreso a Primera, el ex DT rojiblanco hablaba a mediados de 2015 de ese gran paso que Unión tenía que dar para dejar de ser un equipo que sólo aspire a quedarse tranquilo en Primera, sin pensar en el descenso.
Cuando Madelón se sintió con las espaldas más anchas que en 1989, se atrevió a ir por la gloria en la Copa Argentina anterior. Con dos clásicos ganados en la primera etapa de 2016, una cosecha de buenos resultados, un grupo de jugadores (sin figuras destacadas) que entendía la idea de juego a la perfección y un buen caudal de socios activos en el club, Madelón convenció al mundo Unión de que podían llegar a pelear un título. Pero ese trabajo previo, la motivación del líder y la ilusión al palo llegó hasta cuartos de final, cuando River lo dejó sin reacción con un contundente 3 a 0 en Mar del Plata. Aquel 27 de octubre algo empezaba a desvanecerse en Unión. Tres días después, cuando le ganaba a Sarmiento de local, al finalizar el partido el entrenador anunciaba su renuncia indeclinable.
El salto de calidad nunca lo tuvo en la conformación de un plantel que carece de jugadores capaces para ilusionar con fundamentos por una pelea de un título o por ingresar a esa copa internacional que tanto anhela. El balance de Madelón fue muy bueno, pero el mismo DT sabía que con lo que tenía no alcanzaba, por eso este grupo de jugadores llegó a su pico con el ídolo del club, después navegó por la mediocridad y en 2017 jugó en el tobogán.
En esa mediocridad, Juan Pablo Pumpido hizo sus primeras experiencias como entrenador, y tan mal no le fue. Ganó la mitad de todos los partidos en los que triunfó el Tate en la temporada, 4 de 8, empató 4 y perdió 5. La experiencia duró 13 encuentros. Hasta ese momento el planeta Unión creía que el plantel, con otro DT, podía recuperarse y dar más. Cuando muchos creían que el tercer entrenador en la temporada iba a ser uno de “chapa”, la dirigencia sorprendió con Pablo “Pomelo” Marini.
El mal desempeño del equipo y los peores resultados terminaron en la irrupción del presidente Spahn en la conferencia de prensa luego del último encuentro en Santa Fe (0-3 ante Independiente). “Es inusual que esté acá post partido, es la primera vez en 8 años que pasa, viene para anunciar que tomamos la decisión de discontinuar el trabajo de Marini. Los resultados no fueron satisfactorios y dejar correr más agua bajo el puente no sería beneficioso”, tiró el empresario santafesino. Desde su contratación, Pomelo sumó un triunfo (Newell’s), un empate (Colón) y cinco derrotas. Sumó 4 puntos sobre 21 en disputa (19%), convirtió 3 goles y recibió 12. Para la despedida con Boca volvió a poner la cara Eduardo Magnín, como el 29 de abril ante Patronato.
Nuevamente la realidad no le sonríe a Unión. Nuevamente la dirigencia deberá pensar la estrategia a seguir. O es más de lo mismo, con el riesgo de pelear otra vez el descenso, o le hacen caso a Madelón y dan el salto que tanto se hace esperar.
Semestre sin promesas
A no olvidar: Colón todavía está en el “salvataje deportivo”. Desde ese lugar, que sirvió como recurso económico y legal para salir a flote luego del hundimiento provocado por Germán Lerche, el Sabalero la viene remando y remando. Desde aquel octubre de 2013, cuando los socios tomaron el club para destronar al “Rey Germán”, Colón supo tocar fondo en todo aspecto, hasta pagó el costo con un descenso. La recuperación fue muy rápida, en cinco meses volvió a Primera, se ajustó al salvataje para volver a ser sólido en todos los frentes institucionales y para cerrar el círculo de la recuperación los socios le dieron la confianza en las elecciones (2016) a José Vignatti. La vuelta del gran líder político que tiene Colón fue coronada con una clasificación a la Copa Sudamericana.
La llegada de los sabaleros a la sexta competencia internacional de su historia es el resultado de una dirigencia que, desde la campaña electoral, sabía que Paolo Montero iba a ser el DT. El uruguayo armó un plantel sin figuras, con la base que ya contaba más algunos jugadores que se fueron ganando un lugar entre los titulares. De menos a más en rendimiento y en puntos, lo del charrúa fue aceptable con la cosecha de 20 puntos al terminar el 2016. Si Colón sacaba esa misma cantidad en 2017 se salvaría del descenso (principal objetivo). Después llegó la inesperada ida de Montero a Central y el buen ojo de Vignatti para buscar a Eduardo Domínguez. No sólo acertó con el ex Huracán, el “Gringo” tenía dos cupos para reforzar el plantel en el receso y los ocupó muy bien. Diego Vera le cambió el chip de ataque al equipo, le aportó gol, inteligencia y sacrificio. Y el otro, Facundo Pereyra, fue repatriado de Grecia y en dos partidos tomó ritmo argentino y le brindó fútbol a Colón.
Con Domínguez llegaron los triunfos, la victoria en cancha de Unión y otras seis conquistas al hilo que provocaron el título periodístico de “racha histórica”. A medida que ganaba, la idea se consolidaba. Colón no brillaba, ni brilló. Fue sólido en varios partidos, oportunista cuando estuvo derecho con el gol y aguerrido siempre. El joven DT mostró sus credenciales, se volvió muy creíble desde su trabajo, rescató jugadores importantes y potenció a otros tantos.
La estadística indica que Colón a lo largo de todo el torneo ganó 14 partidos, empató 7 y perdió 9, un total de 49 puntos. En 2017 (tiempo de Domínguez) consiguió 8 triunfos, igualó 5 y perdió 3. Los números del semestre rojinegro consolidaron un proyecto que ya dio sus frutos. Ahora llegará el tiempo del entrenador y el presidente, el armado de otro plantel (sin Broun, Poblete, ¿Conti?, Pereyra) y el trazo de los nuevos objetivos para que Colón siga dando pasos hacia adelante. Mientras tanto, los hinchas sabaleros volvieron a ser los dueños de las sonrisas amplias en Santa Fe.