Entrevista a Antonio Germano, director de Siete llaves.
Si bien está radicado desde hace siete años en Buenos Aires, Antonio Germano es un símbolo del teatro santafesino, como actor, autor, director y gestor cultural (fue director de Centro Cultural Provincial). Este año presentó su nueva producción en Santa Fe, Siete llaves, estrenada primero en Buenos Aires pero que “ante la insistencia de sus amigos actores” decidió recrear también en la ciudad.
—¿Como nació el texto de Siete llaves?
—La dramaturgia es una forma con la que muchas veces te encontrás, es la obra la que te encuentra a vos y no vos a la obra. El grotesco es un género complejo. Son obras difíciles de escribir o encontrarse con ellas. Jacobo Langsner no logró escribir otra Esperando la carroza. Lo mismo le sucedió a Roberto Cossa: escribe La Nona y no pudo escribir otra obra que tenga esa fuerza, esa repercusión y contacto con el público. Yo tuve muy linda experiencia de hacer Siete llaves con actores porteños en el Teatro Losada, frente al Teatro San Martín en Buenos Aires. Pensamos seguir llevándola por distintos barrios de Buenos Aires, ya que la obra genera empatía, la gente se siente identificada con los personajes, son cosas que pasan en las familias, la relación con los padres, entre los hermanos tan de la vida misma.
—¿En qué se inspiró?
—Hace dos años dirigí en Buenos Aires El pan de la locura de Carlos Gorostiza. Y me encontré con que el público se interesaba más por los actores que iba a ver que por el eje temático de la obra. Entonces, con los actores que tenía, incluso usando sus nombres y las características y las historias que ellos me contaban, fue que me encontré con Siete llaves. Cuando yo era joven había recorrido la provincia de Santa Fe recogiendo historias y escribiendo sobre las personas. Es muy probable que muchos de estos personajes, de estas historias, vengan de personas que yo conocí que vivían o convivían con la mentira, por la necesidad de sobrevivir. Porque en el fondo, de lo que habla Siete llaves es justamente de esas mentiras ocultas que se guardan bajo siete llaves que son las realidades de la familias, como sucedía hace muchos años en el campo cuando nacía un niño de una chica soltera y se anotaba como su hermano. O decía “el tío es solterón” y quizás el tío tenía otras características que no eran esas.
—¿Por qué eligió trabajar desde el humor?
—El único animal que se ríe es el hombre. El humor es necesario para sobrevivir, para entender qué estamos haciendo en el mundo. Hay diversos mecanismos del humor, el más elemental es el del circo, de las caídas, de las cachetadas, etc. El otro es de la identificación. Históricamente cuando nace el teatro, nace al mismo tiempo la tragedia y el humor. La tragedia era lo que hacía el Estado, lo que estaba permitido y estaba premiado porque era una enseñanza moral. Y la comedia era lo que se permitía, se hacía en la calle, sobre carros, el humor era para la tolerancia, para reírse de uno mismo y hacer vivible una tragedia. No tiene moral sino que descubre verdades ocultas. Yo empecé haciendo drama, teatro “serio”, pero con el humor descubrí un mundo de comunicación maravilloso y sobre todo un mundo de empatía y de una necesidad enorme para la gente.
—¿Como fue la elección del elenco santafesino?
—Si bien fue escrita para actores de Buenos Aires, se la envié a algunos actores amigos y me dijeron inmediatamente que querían hacerla acá. Para mí es ante todo una experiencia de amistad. Quedó un muy lindo casting, creo que a cada uno le va perfecto en su personaje. Somos un elenco que se ve cada tanto pero nos buscamos y terminamos haciendo algunos proyectos juntos.
—¿La obra tiene alguna vinculación con alguna cuestión de la actualidad?
—Con muchas cuestiones actuales. Habla de la tolerancia, habla de la forma de amarse a pesar de las diferencias y egoísmos y la necesidad de encontrarse el uno con el otro. Y la desaparición del padre. Con la primavera de París (mayo del 68) y con la aparición del movimiento hippie desaparece el padre como autoridad y aparece la libertad de vestirse como uno quiere, de cortarse o dejarse el pelo como uno quiere, y cuestiones que hoy fueron avanzando como la sexualidad, el género... Cuando las órdenes y mandatos han ido desapareciendo, la gente sobrevive según sus propios sentimientos que son absolutamente cambiantes. Eso también se ve en la obra, personas que pasan de una generosidad enorme a un egoísmo enorme porque tienen la libertad para hacer eso, ya no está la vieja estructura familiar que impone el deber ser. También toca el tema de la ambición y pone en evidencia cómo los afectos desaparecen cuando aparece la ambición. Dirán los personajes “ojo con lo que vas a decir de papá” y cuando descubren que no les dejó lo que querían dicen: “Este infeliz no nos dejó nada”.
—¿Como definiría a Siete llaves?
—Siete llaves es la risa para reconocernos.