Alcanza con engancharse con un documental random para darse cuenta de que la vida de nuestra raza (la humana) lleva muy poco tiempo vivido en comparación con la historia del resto del planeta, que tiene 4500 millones de años de edad. Puesto así, decir que entre "el hombre de las cavernas" y hoy pasaron 12 mil años parece que es una cuestión más bien del presente. Por lo menos si hablamos de las sociedades de cazadores recolectores que poblaban la Patagonia.
Ahora bien, con todas las diferencias que tenemos con esas personas antiguas, no podemos desconocer que hay cuestiones que nos acercan, sobre todo cuando de necesidades se trata. Y, la verdad, es que comunicarse e interactuar con los otros era tan importante como lo es hoy, con tanto animal salvaje dando vuelta y todavía con mucho terreno por descubrir y explorar. Y, aunque no había WhatsApp, sí tenían algo como los muros de Facebook, pero más literal. Explica entonces Raúl Gonzalez Dubox, becario doctoral del CONICET en el Instituto de Diversidad y Evolución Austral (IDEAUS, CONICET-CENPAT), que las pinturas rupestres de una serie de cuevas estudiadas podrían haber servido como forma de comunicación entre distintos grupos de personas con el objetivo de transmitir el conocimiento acerca de las características de ciertas zonas patagónicas. Manos, guanacos, círculos, puntos y líneas son algunas de las ilustraciones que se repiten.
“Si fueron realizados por diferentes grupos, compartían ciertos códigos en común. Creemos que entre otras funciones, los sitios con arte rupestre podrían haber formado parte de una red de senderos que unían y comunicaban a los cazadores recolectores que estaban en Cordillera, a los que estaban en la meseta y a los que se dedicaban a aprovechar los recursos marítimos”, comenta Gonzalez Dubox.
Igualmente, advierten los científicos que los distintos dibujos se hicieron a lo largo de miles de años y en muchos casos están superpuestos, lo que hace el análisis un poco más complejo: “Si esa pared se pintó en diferentes momentos, cuando un nuevo grupo se la encuentra nuevamente puede tomar distintas actitudes respecto a las pinturas: considerarlas como propias y resignificarlas, o ignorarlas o finalmente taparlas, es decir, negarlas. Son tres tipos de actitudes que se toman frente al otro. Hemos observado dibujos de guanacos antiguos, por ejemplo a los que se les pintan corrales alrededor o que son resignificados y los convierten en caballos o se le pintan manos encima y se los tapa”.
Pero además de animales y cuestiones naturales de los terrenos, se detectan referencias a niños y mujeres de especial importancia: “Se encontraron dibujos de vulvas y manos de niños y niñas pequeñas sobre manos adultas. Eso nos permite pensar en dos secuencias determinadas. Una relacionada a la necesidad de transmitir un conocimiento que es vital en la supervivencia de estas poblaciones en torno a la maternidad y al cuidado de los recién nacidos y a la atención de las madres en el momento del parto, mientras las manos chiquitas sobre manos adultas disparan interpretaciones vinculadas a contextos relacionados con el aprendizaje”.
“Cada vez más se piensa al arte rupestre como un soporte para transmitir información de uso público que lo ubica en un contexto de menor exclusividad. Todos podían pintar. En el caso de las manos, por ejemplo, podemos observar manos de todos los tamaños, izquierdas y derechas. Así, existieron, en este caso, una gran diversidad de motivos y por tanto de pintores. Pintaron mujeres, hombres, adultos, niños y niñas, de eso no hay duda. Creemos además que estos registros no tenían como función la decoración de las cuevas sino que estaban relacionadas a un sistema de comunicación y de difusión de ideas”, concluye.
La zona estudiada corresponde a la localidad La María, al sur de la meseta central de la Provincia de Santa Cruz. Ahí, el grupo de científicos dirigidos por el arqueólogo Rafael Paunero, excavó siete lugares que son Casa del Minero, Cueva túnel, La Mesada, Caballo Muerto, Del Nido, La Lavandería y Puesto El Frío. En total, el registro abarca doce mil años de ocupación humana.