Tras una triste historia, ¿cuál es el sentido concreto y presente de las Fuerzas Armadas?
El manualcito dice que el Estado es la única entidad a la cual le rendimos el uso monopólico de la fuerza legítima. Una organización social se convierte en un Estado por su capacidad de matar, siempre y cuando sea bajo imperio de la ley que ordena las vidas de los integrantes de esa organización. Cómo te mata, cuántos mata, cómo es el imperio de esa ley y su aplicación, cómo se dicta e instituye esa ley, cuáles son las excepciones, por qué las excepciones son el verdadero sentido de la ley y otros vericuetos más son la sustancia de la teoría política y del derecho. Pero aquí la cuestión es de orden gastronómico y la pregunta es otra: ¿por qué seguir tragando a los ñoquis de espinaca?
Matar a los propios, matar a los otros. Eso divide al ministerio de Seguridad, y sus policías, y al ministerio de Defensa, y las Fuerzas Armadas. Otra vez se inmiscuye la filosofía, bajo la pregunta ¿quiénes son los otros? Mas, dejemos de lado esas precisiones, con la historia reciente, o las plazas contra el 2x1, alcanza para estimar su relevancia. Dejemos la seguridad interior en manos de los hombres de azul y apuntemos al meollo de una indigestión que va desde lo presupuestario hasta lo cultural: la conservación de los ñoquis de espinaca.
Nunca servirán
A nuestras Fuerzas Armadas le hackearon la web. No es nuevo: la cuenta de twitter –el correo electrónico y quién sabe qué más– de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich también fueron hackeados.
Más allá de la inexistencia de una política de seguridad informática razonable –entregada la gestión de datos a Microsoft, Google y Facebook hace rato–, de que en las redes digitales se cifre la infraestructura real de funcionamiento de un país y de que tendencialmente jamás vamos a rozar la potencia de destrucción y dominio electrónico del norte, juguemos al siglo XX: ¿qué invasión podrían resistir las Fuerzas Armadas de nuestro país? La acción militar de invadir no está disuelta –cualquier habitante de Medio Oriente, sea persa o árabe lo sabe–, pero sí que ha cambiado. Sus resistencias también. La última vez que un ejército nacional regular quiso resistir aguantó un par de semanitas. Ante la invasión norteamericana, ejército de Saddam Hussein era fuerza nacional y estatal que en ese entonces tenía más actualización, experiencia y entrenamiento que nuestros ñoquis de espinaca. Mucho más inmanejables y efectivas son hoy esas fuerzas, rearticuladas como formaciones clandestinas e irregulares.
Sostener las Fuerzas Armadas bajo la hipótesis de una invasión no sólo debería contemplar estos aspectos –y la fijación de cuáles serían los objetivos de una invasión– sino que tendría que contemplar la existencia de radares, misiles, aviones, otro tipo de ferretería. Descontemos que nuestro poder militar sea para agredir, da triste risa la idea. Quedémonos con la defensa. El presupuesto 2017 refleja bien el sentido y la función de la defensa: tiene 94 mil millones de pesos asignados, de los cuales utiliza casi 51.500 en pagar al personal activo y 24.700 para pagar al personal inactivo, jubilados y pensionados (dentro de ellos, los veteranos). ¡El 81% del presupuesto de Defensa es para pagar a los ñoquis de espinaca!
Siendo honestos, es una cifra similar a las de otros ministerios pero… un docente da clase, un enfermero cura. ¿Qué hace un ñoqui de espinaca?
Menos mal que no realiza el objetivo por el cual existe, aunque está del todo claro que poco podría aportar para ello. Ni siquiera es razonable motivo de consideración en el asunto las nuevas compras de armamento, fierros de rezago en sus países de origen.
Nunca podrían servir para lo que están destinados a servir. El esfuerzo histórico –el aporte combinado de la decisión política, la acumulación económica y el apoyo social– necesario para tener Fuerzas Armadas aptas para ataques y defensas reales, incluso ante Brasil, nos supera del todo.
Entonces, entre otras cosas, el ñoqui de espinaca se viste. La Sastrería Militar tiene un presupuesto anual de 93 millones de pesos. Y anda a caballo. La Dirección de Remonta y Veterinaria tiene un presupuesto de 356 millones de pesos. A caballo vamos a resistir a los marines. La suma de los presupuestos de equinos y moda duplica el costo de haber mantenido a todos los becarios del Conicet excluidos de la carrera de investigador.
Nunca sirvieron
No siempre hubo Fuerzas Armadas, no como las conocemos. La institución del Servicio Militar Obligatorio, en el borde del siglo XX, tuvo mucho más que ver con la producción de una identidad nacional ante el aluvión migatorio que con otra cosa, como la defensa nacional. Y esa producción forzada de argentinidad fue, prácticamente, la única función que acabadamente cumplieron –con abominables, retrógrados y vetustos resultados, que todavía perduran–las Fuerzas Armadas. Esa, ser brazo armado represivo de todos los procesos dictatoriales –bajo el amparo y protección de su aristocrático cosmos católico hispánico de nacionalismo ruralista– y diseñar una estrategia de agresión a una potencia de la OTAN propia de un viejo transnochado por la juerga.
Hay matices. El ímpetu industrialista de los generales Savio y Mosconi –dejemos de lado el tufo a fascismo, era una baranda de época– que deviene en las grandes empresas públicas nacionales y en Fabricaciones Militares, por ejemplo, o el Servicio Meteorológico Nacional, el de Hidrografía, el Control de Tránsito Aéreo, la Misión en Antártida, las Fuerzas de Paz, el Instituto Geográfico. El Ejército presente en la inundación de 2003 y dándole comida a los ricoteros desamparados en 2017. Todo muy lindo, pero podrían existir tranquilamente sin semejante cantidad de ñoquis de espinaca.
Y sin la opulenta vajilla en la que retozan. ¿Para qué perduran los enormes predios del Ejército si no es porque tienen atravesado un caballo en el cerebro? Gran logro urbano produjo la provincia al trasladar el Liceo Militar al centro y poner en Recreo un polo de producción audiovisual como el Canal 5R. Quedan dos elefantes inútiles en la región. Uno es el Grupo de Artillería de Defensa Aérea, en General Paz al 8200. Ahí está el terreno, inútil y bloqueando el crecimiento ordenado de la ciudad o de las quintas. Apenas se menta por lo bajo su uso como oficina local de los servicios de inteligencia. La última vez que tiraron un obús de práctica hacia la laguna fue en los 70. El otro es el Batallón de Ingenieros Anfibios de Santo Tomé, dueño de lo que podría ser un paseo de costanera impresionante, sobre el Coronda, y señor de un frente tan inservible que ponen vacas a pastar. Desarrollada a los ponchazos, Santo Tomé carece de parques y plazas, pero tiene un enorme predio verde alambrado para nadie. En Anfibios hay unos cuantos ñoquis de espinaca. Ahora se muestran más, con el cambio de época. Adoptaron la moda de los marines y replican sus cantitos por las mañanas, mientras corren. Un par de veces por año, temblequeantes del chucho, hacen proezas de adolescente al tirarse desde el puente Carretero al río.
¿Y entonces?
¿Se quiere una institución de disciplina para la integración nacional, como supo ser en alguna época, como la escuela normal? Pues que se transforme en un servicio social de defensa civil. ¿Se quiere desarrollo militar real? Pues claro, Internet, la energía nuclear, los transportes mecanizados son resultado de la ciencia demandada por la guerra. Pero para eso hay que reordenar el presupuesto y ponerle más a Fabricaciones Militares o Invap, incluso al Conicet, en lugar de desguazarlos. ¿Se quiere integrar las fuerzas militares regionales? Bárbaro, que las Fuerzas de Paz sean el paradigma y seremos los adalides militares de la paz mundial y la ONU, asignándole al programa muchísimo más que los 681 millones de pesos que recibe por presupuesto. ¿Se quiere más seguridad interior? Perfecto, para que eso no devenga en una máquina de aniquilación habría que lotear el presupuesto de Defensa entre Desarrollo Social, Educación, Salud y, después, lo que quede, Seguridad.
Y así es como se puede hablar de ajuste presupuestario y de reconversión laboral, dos términos caros al vocabulario macrista, y afrontar una real modernización del Estado.
Si bien todavía queda fuera de la imaginación política la idea de soberanía nacional despojada del elemento militar, hace 10 años también era inconcebible la familia burguesa no heterosexual. Y esta charada de las Fuerzas Armadas es más insostenible que las antiguas novias de Ricky Martin.