Denuncian que la desaparición de mujeres y niñas es habitual en los barrios más pobres.
¿Cuándo la vieron por última vez? ¿Tiene novio? ¿Se peleó con alguien en la casa? Bueno, tenemos que esperar 24 horas para tomarle la denuncia; seguro se fue con el pibe por ahí, ya va a volver; se debe haber ido porque estaba enojada, para asustarlos.
Entre esas preguntas, las respuestas y el momento en que se inicia, si se inicia, la búsqueda de una niña o mujer que desapareció, hay horas claves, claves como para marcar una línea, muchas veces, entre la vida y la muerte.
El caso Natalia Acosta es uno de los más paradigmáticos en Santa Fe. La joven que desapareció en mayo de 2009 aún es buscada por su familia, y por el Estado, claro, aunque luego de horas, semanas y meses de dilación, de cruces políticos, de testimonios contradictorios.
“Natalia Acosta. Construyendo un protocolo de búsqueda”, fue la jornada que organizó la Mesa Ni Una Menos Santa Fe, buscando visibilizar las formas en que las búsquedas de mujeres y niñas se llevan adelante en la ciudad, y planteando un espacio de intercambio de propuestas con las y los asistentes que se dieron cita en el Paraninfo de la UNL. “Queremos ser claros: no hay ninguna normativa provincial que habilite la duda policial. Cuando se da la noticia, los mecanismos de búsqueda indican claramente que hay que proceder a buscar a esa persona”, expresó el subsecretario de Investigación Criminal y de Policías Especiales del Ministerio de Seguridad de la Provincial, Rodolfo Galfrascoli, quien fue el encargado de abrir el primer panel de la jornada. “La pesquisa empieza por la familia, no para estigmatizar sino para orientar las primeras acciones de la búsqueda, que deben ser inmediatamente movilizadas y verbalizadas por el funcionario policial que toma conocimiento de la desaparición, quien además debe comunicar el hecho a las autoridades judiciales”.
De las normas, protocolos e intenciones a los hechos, parece haber un abismo. De eso al menos dieron cuenta María Claudia Albornoz, Celeste Caudana y María Del Huerto Ordoñez, tres referentes de la mesa que integran a su vez el Foro Contra la Trata, quienes presentaron un diagnóstico de la situación en la ciudad y un análisis de las dificultades que aparecen en el primer eslabón de la búsqueda.
En ese sentido, lo primero que apuntaron es que la desaparición de una mujer o una niña es la forma de expresión que tienen en común muchos delitos graves. Muchas mujeres desaparecen y luego son víctimas de femicidios –un 23% de los casos de femicidios se manifestaron primero como desaparición, según un informe de la organización Mumala–, otras desaparecidas luego aparecen violadas, abusadas, en el ámbito público o familiar; y otro tanto tiene que ver con las instancias de reclutamiento o captación para la trata y la prostitución.
Que gran parte de estos delitos lleguen a cometerse parece responder a la falta de acción, rápida y efectiva, por parte de las fuerzas de seguridad, quienes son los que reciben la primera noticia de estas desapariciones. “Encontramos muchas dificultades para que esa desaparición que denunciamos sea tomada como algo grave”, comentó Caudana. “Como si la desaparición sola no fuera necesaria, no fuera una prueba de que algo está pasando. Nos piden a nosotras, a las familias, que llevemos pruebas de eso”. En esto coincidieron los padres de Natalia, presentes en la jornada, quienes afirmaron que: “Cuando alguien nos acercaba algún dato, la justicia nos decía a nosotros que les llevemos pruebas, alguna foto o número de patente. Ese es el trabajo de ellos, no nuestro. Hasta nos pedían que vayamos a los programas de televisión de búsqueda de personas para ver si dábamos con algo”. Respecto de quien era, por entonces, pareja y proxeneta de Natalia, expresaron: “la Justicia no lo investiga, sigue paseando tranquilamente”.
El Estado es responsable
Argentina cuenta desde 2014 con una Guía Práctica para la Búsqueda de Personas, confeccionada por el Ministerio Público Fiscal de la Nación, que ya en sus primeras páginas da cuenta de la deficiente respuesta que los organismos públicos implicados tienen ante estas situaciones. “En la mayor parte de los casos, los procesos de búsqueda avanzan casi exclusivamente por el aliento de los familiares o allegados y cuando estos familiares no tienen los recursos necesarios para impulsar estas búsquedas o darles notoriedad, los procesos quedan estancados. Los casos de desapariciones que no logran resolverse durante las primeras horas se tornan complejos, dado que comprenden la urgencia en localizar a la posible víctima y hacer cesar el delito –o evitar que uno peor se produzca”, puede leerse en la Presentación del documento.
La Guía es clara y enumera los pasos que deben seguirse desde el primer momento, además de dar cuenta de los artículos de la Constitución que obligan al Estado a investigar, así como los pactos y tratados internacionales vinculantes.
De este protocolo también se desprende, por ejemplo, la forma en que deben realizarse las preguntas a la familia de la víctima, para comenzar a orientar la búsqueda, y explica que, de acuerdo a lo que surge de diversos instrumentos internacionales, a la familia también debe considerársela una víctima y por esto debe tratársela con el cuidado, respeto y consideración que el caso amerita, algo que, nuevamente, en los hechos está lejos de suceder. “Tienen un mecanismo de desmentir la percepción, te dicen ‘eso que vos ves, no es lo que crees que ves’, no te niegan que desapareció, ni la existencia de redes de trata, ni los femicidios, pero te dicen que esta piba –que son todas las pibas- no es víctima de nada de eso. Se fue porque quiso, porque es conflictiva, porque tiene un novio por ahí. Hay muchos presupuestos misóginos operando”, comentó Caudana.
En el mismo sentido, según explicaba Galfrascoli, aún ante la duda de que la desaparición se configure en un delito, “uno tiene que actuar con responsabilidad y diligencia, y tiene que empezar la búsqueda como si se tratase de una desaparición forzada. Eso como premisa general”.
Desaparecer en Santa Fe
A través de la experiencia que tienen las integrantes del Foro en el acompañamiento a familiares y amigos de mujeres y niñas desaparecidas en la ciudad, pueden desglosar las instancias y pasos que, en casos concretos, han podido observar que siguen los diversos funcionarios públicos en las búsquedas.
Las desapariciones se referencian en dos espacios institucionales: las comisarías y la Secretaría de Derechos Humanos. Casi nadie –ni ciudadanos ni funcionarios policiales– conocen el Centro Territorial de Denuncias, que se encuentra detrás de la Terminal de Ómnibus. “El primer lugar al que concurre la familia es a la comisaría del barrio. No está instalado otro lugar de denuncia ni se referencia a las personas a que vayan a otro lugar a hacerlas. Y en las comisarías por lo general ocurren dos cosas: dilaciones y desestimaciones. Es un mito, por ejemplo, que hay que esperar 24 o 48 horas para que la denuncia sea tomada, ahí la debida y urgente diligencia queda totalmente sin efecto si se tardan todas esas horas en empezar a buscar”, explicó Caudana. “También pasa que se toma como constancia y no como denuncia, y eso tampoco da lugar a que se inicie una investigación”.
Cuando finalmente se consigue que se tome la denuncia, se informa a la Secretaría de Derechos Humanos, que es el organismo que se encarga de levantar la foto y difundirla. Este proceso tampoco es simple por diversas razones: las personas que buscan desconocen esta función de la Secretaría; en las comisarías tampoco les informan al respecto –por lo general se encargan las organizaciones de eso- y el 0-800 que posee la Secretaría para recepción de denuncias de personas desaparecidas atiende solo los días hábiles por la mañana. “Si una piba desaparece un viernes hay que esperar hasta el lunes para que comience la difusión de su imagen”, comentó Albornoz. En el mismo sentido, las referentes comentaron que en el Registro de Personas Desaparecidas, por lo general, no está actualizada la foto de la víctima, que en algunas situaciones se demora mucho la publicación así como tampoco se quita automáticamente una vez que la persona apareció. “Tenemos un caso que se resolvió en 2016 y hasta abril de este año seguía su foto en la página. O sea que tampoco es una herramienta confiable”, agregó Caudana.
Nadie las busca
En los tres casos que las integrantes del Foro presentaron en la casuística y para ejemplificar lo que sucede en la ciudad, las mujeres y niñas no fueron encontradas. “Ninguna de estas pibas apareció porque las buscaba la policía, aparecieron; aparecieron deambulando por las calles, violadas, muertas, y otras directamente no aparecieron”, comentó Albornoz.
“Si alguien va a la comisaria y dice que le falta el auto de la puerta de su casa, lo primero que piensa el policía es que te lo robaron, y enseguida se abre una investigación. Nadie te dice, seguro lo perdiste, lo dejaste en otro lado, se interpreta que te lo robaron. Con las pibas no pasa lo mismo. Dicen que hay que esperar que se configure un delito para hacer la búsqueda, pero cuando te falta el auto automáticamente te toman la denuncia de robo. Hay que modificar este accionar y sancionar a los funcionarios que no toman las denuncias. Si no corregimos todas estas cuestiones me parece que las que siguen sufriendo son las pibas que desaparecen, porque cuando aparecen tienen un nivel de trauma del cual es muy difícil recuperarlas”.