Activistas, familiares y víctimas de la violencia estatal se reunieron para discutir estrategias que permitan enfrentar la problemática y cómo es presentada en los medios.
“La inseguridad que nos venden es la policía maltratando a los pibes”, se escucha. Un domingo gris, húmedo y frío no detuvo a la militancia santafesina que trabaja con jóvenes en distintos barrios de Santa Fe. La Antirrepresiva Santa Fe , organización política que lucha contra la violencia policial, convocó a distintas agrupaciones y comunicadores de la ciudad para discutir estrategias colectivas en el Primer Encuentro Antirrepresivo. Asistieron Proyecto Revuelta, el Movimiento Popular La Dignidad, La Garganta Poderosa, el Centro Cultural y Social El Birri y representantes de algunas escuelas santafesinas. Desde Córdoba, llegaron miembros del Colectivo de Jóvenes por nuestros Derechos y Mucho Palo Noticias, grupos con larga trayectoria en la lucha antirrepresiva.
Detenciones cotidianas
Se escucharon testimonios de barrio Chalet, San Lorenzo, Los Hornos y la Vuelta del Paraguayo. Alguien narraba y muchos asentían: las rutinas de los jóvenes en esos territorios incluyen detenciones por averiguación de identidad, cacheos violentos y amenazas, todos los días de sus vidas: al entrar al barrio, al salir del barrio, camino a los talleres, volviendo de actividades culturales. Todas las organizaciones coincidieron en que los jóvenes que forman parte de sus colectivos son detenidos cada día, dos o tres veces. Esto no solo se reconstruyó como un problema en sí mismo sino también a partir de los efectos que esos episodios violentos tienen sobre las vidas de los pibes: muchas veces terminan abandonando actividades y perdiendo las escasas conexiones institucionales que poseen por evitar esos contactos con la policía. Contactos que están separados por una delgada línea de otras situaciones gravísimas, como el ingreso al sistema penal: ante un mínimo gesto de resistencia los chicos son llevados a las comisarías y se les imputa resistencia a la autoridad o lesiones leves. O les “arman” una causa abriendo el camino hacia una estigmatización aún mayor, porque es una marca que luego imposibilitará el ingreso en circuitos laborales formales.
Conociendo estas dificultades, muchas veces es en estos contactos diarios que la policía les ofrece a los jóvenes participar de las redes de narcotráfico del barrio, ocupando los escalones más bajos como “soldaditos”, a cambio de dejar de ser chequeados. Es en esas detenciones cotidianas donde la policía los amenaza, les pregunta si quieren comprar armas o si tienen para vender.
[quote_box_right]“Las familias deben ser protagonistas de los procesos de contar la versión policial, que generalmente es la única que se replica”, Mucho Palo Noticias.[/quote_box_right]
En en este contexto se plantea la urgencia de repensar el pedido de más policía. “Tenemos que problematizar la idea de seguridad también adentro de los barrios, donde muchas veces se pide más policía paralelamente a que se sabe qué cosas hace con los pibes”, sostiene un militante de barrio San Lorenzo. Y se escucha también un llamado a pensar a otros estigmatizados por las fuerzas policiales: las trabajadoras sexuales, las pibas desaparecidas por la trata y las personas que forman parte de los grupos disidentes sexuales.
Discursos estigmatizantes
Después de la olla popular, el hall de El Birri, adornado por elementos de circo que cuelgan de los techos, ese domingo también estaba cubierto por noticias pegadas en las paredes, de esas que se encuentran cada día en la sección “policiales” de los periódicos: “delincuente capturado por intento de robo”, “presunto enfrentamiento de la policía con delincuentes”, se lee, y en medio de esas líneas se encuentran los estigmas de jóvenes de los barrios, cuyas apariciones en estos medios solo reconstruyen sus identidades vinculadas a la comisión de un delito. Nunca se encuentran allí las historias de los jóvenes, cómo había sido su vida hasta ese momento, sus problemas, sus gustos, su club de fútbol. La versión policial es la única que se utiliza para reconstruir ciertos conflictos, la cual construye verdad reciclando viejos odios de clase que son sencillos de reproducir y que se transforman en un tema fácil de conversación en la cola del supermercado.
[quote_box_right]En contactos diarios la policía les ofrece a los jóvenes participar de las redes de narcotráfico del barrio, ocupando los escalones más bajos.[/quote_box_right]
Otras formas de comunicación no estigmatizantes de los jóvenes proponen lo contrario. “Cuando trabajamos un caso de gatillo fácil no podemos olvidarnos que detrás de cada víctima hay una persona, una historia, una familia. Las familias deben ser protagonistas de los procesos de contar la versión policial, que generalmente es la única que se replica” sostiene Lucrecia Fernandez, de Mucho Palo Noticias. Rescatar las voces de los márgenes de la ciudad requiere un trabajo de acercamiento que muchas veces los periodistas no están dispuestos a realizar. En esta instancia del encuentro se realizó un claro llamado a construir otros discursos que disputen los sentidos comunes que asocian a los jóvenes como merecedores no solo del maltrato policial, sino que también los ubica como chivos expiatorios de los males sociales.
El arte que salva
A partir del mediodía empezaron a entrar a la ronda antirrepresiva algunas viseras. Eran los pibes del Taller de Rimas que coordina Emi Delfino y en el cual participan chicos de la Vía Muerta, San Lorenzo y la Vuelta del Paraguayo. Presentaron su arte de la mano de una anécdota terrible: el día anterior, le habían disparado en el pecho a “Pelado”, uno de sus compañeros del taller de barrio San Lorenzo. El tiempo pareció detenerse por unos segundos en la sala de teatro. Todos los allí presentes sabían de la fragilidad de la vida de los chicos de los barrios. La violencia policial es una de las violencias que les preocupa, imbrincada entre muchas otras, que ahogan a los chicos y les recortan sus posibilidades de crecer y seguir adelante. Pero algunos de esos chicos estaban ahí, ansiosos por agarrar los micrófonos y aprovechar el momento en que podían expresarse, en el que sí había gente que los escuche, los aplauda y los celebre. Damián Dlpv y Pilo de la Vuelta del Paraguayo le pidieron a los gobernantes y a los millonarios que caminen por los barrios; Iván y Abraham de la Vía Muerta (LV rap) corearon sobre la importancia de los compañeros y del rap que llevaban en las venas y le gritaron a la policía que los deje caminar en paz. Los aplausos a ellos se fusionaron con los abrazos; hay en la resistencia antirrepresiva, todavía, algo de alegría.
Hace 20 años...
A fines de los 90, en nuestra ciudad se conformó la Coordinadora por la Memoria, que organizó varios encuentros antirrepresivos con la participación de Correpi, por ejemplo. Entre otros, la Coordinadora abordó dos casos emblemáticos: Centeno y Duarte.
Centeno fue un joven fusilado por la Policía en Zaspe y Lamadrid, donde hoy una plaza lo honra. Duarte murió brutalmente torturado en los sótanos donde funcionaba la sección Robos y Hurtos, que después de los hechos fue eliminada del organigrama policial.