Esquizodiálogos de la reforma laboral

—Buenas, ¿cómo anda?

—Bien de bien… saboreando la vida como quien saborea ese particular gusto a Cif de las milanesas de supermercado…

—Vio que no todo es tan malo como suele decir, eso le pasa por mirar C5N. Usted se la pasa mirando a Navarro y eso le nubla la mirada. Lo predispone al encanto del Apocalipsis. Se queda mirando el vaso, siempre pendiente del líquido faltante.

—Ah, bueno… Falta que me salga con la obscena teoría del derrame y cartón lleno…

—Ahí tiene una muestra más de su contaminación, la “teoría del derrame” es una metáfora banal inventada para descalificar al capitalismo y sus dos pilares fundamentales: los derechos de propiedad y la libertad individual. La promesa de bienestar basada en la iniciativa privada es denunciada como subterfugio de los ricos para mantener sus privilegios, ilusionando a los pobres con un arco iris inalcanzable.

—Mire usted, el señor se puso a estudiar… ¿algún otro comentario de manual?

—¿Cuál?

—Por ejemplo, que las paritarias son fascistas o que el trabajo no es un derecho.

—El Estado no tiene por qué meterse a convocar a que se negocien salarios. Eso lo deben definir la empresa y los sindicatos…

—¿Usted qué piensa sobre la reforma laboral en Brasil?

—Yo pienso que hay que discutir el régimen laboral argentino…

—Permítame que le lea una parte de la reforma laboral aprobada por el Senado brasileño: “Empleado rural es toda persona física que, en propiedad rural o edificio rústico, presta servicios de naturaleza no eventual a empleador rural o agroindustrial, bajo dependencia y subordinación a este y mediante salario o remuneración de cualquier especie”. Sí, escuchó bien… se puede pagar de cualquier manera. Si quiere le leo la parte en que permite que las embarazadas trabajen en ambientes no del todo salubres si presentan un certificado médico que asegure que no hay riesgo para ella o el feto.

—Eso es un gran avance para los derechos de las mujeres y bueno, en cuanto al empleo rural, usted sabe lo difícil que es conseguir un cajero en el medio del campo. Aparte, ¿para qué quiere dinero, si casi no se puede comprar nada? Si le pagan con comida, se ahorra de ir al supermercado.

—¿Usted me está hablando en serio? No, no le creo. Debe ser un chiste.

—Mire, para mi usted debe estar vinculado a la economía informal. Produce o vende mercaderías con marcas falsificadas, vive de subsidios o es parte del millón de personas vinculadas al narcomenudeo. Por favor se lo pido, sáquese la anteojera ideológica. No es una privatización es colaboración público-privado. No es deuda es refinanciación de intereses. No es flexibilización laboral es modernización del mercado de trabajo.

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