Lorena y Juana Ramírez, junto a su familia, encandilan al mundo del running con sus triunfos en intrincadas y extensas ultramaratones, que afrontan con sus tradiciones firmes.
Es el running. Es la simple actividad de correr. Es correr con la vestimenta cómoda que tengas a mano o es correr como lo indica la moda. Y en esto de correr, la moda manda “mucho”. Mucha zapatilla, mucha calza, mucha campera, mucho cronómetro, mucho buzo, mucha vincha, mucha música especial para correr, mucho anteojo de sol deportivo, mucho auricular, mucha remera acanalada, mucha musculosa, mucho short, muchos modelos y colores. A veces, cuando salen todos corriendo en la largada de una maratón, parecen modelos pagos por las dos marcas de indumentaria deportiva que dominan el mercado y explotan como pocos a sus trabajadores. Pero parecen, sólo parecen. La gran mayoría corre por el placer de correr, aunque muchos de ellos se subieron a esta moda llamada running, como alguna vez fue el pádel.
En la vida sedentaria en la que placenteramente nos hemos sentado, los que formamos parte de las urbes vemos a diario como miles de personas depositan horas de su tiempo libre en gimnasio, trotes, dietas y caminatas. Los parques, la costanera, las avenidas y las plazas son los escenarios para dejar la rutina laboral o de estudio para los más jóvenes, y así sentirse más atléticos, en forma y a tono con los tiempos de voracidad visual.
En la ciudad de Santa Fe al desfile de ropa deportiva multicolor se lo puede observar en Bulevar Gálvez, en las Costaneras, ya sea en la margen histórica como en la Este, y en el Parque Gral. Belgrano, más conocido como Parque del Sur. En esa procesión de ciudadanos arropados de atletas se suman miles de pesos en indumentaria. En un solo cuerpo se puede alcanzar y hasta superar con holgura la barrera del salario mínimo argentino, $8.860.
En el sistema capitalista que aceptamos, nos movemos y somos testigos activos de la destrucción de miles de puestos laborales en el mundo, El running y la moda son el maridaje perfecto (palabra relacionada al mundo del vino, también de moda). Las empresas dominantes del mercado, desde las deportivas, constructoras o multimedios poderosos, se adueñaron de las maratones de todas las ciudades del mundo. Y así es como la clase media-alta se aglomera en eventos multitudinarios donde se miran entre ellos, hablan de sus tiempos, de sus zapatillas, de las calzas nuevas, de la música que se bajaron para correr y de las ganas de abandonar todo para correr más y más. “La adicción al deporte tiene tres fases: una primera en la que se hace por placer; una segunda, en la que el objetivo es mejorar la belleza física, el bienestar, liberarse del estrés o relacionarse con otras personas; y una tercera en la que aparece el abuso y la necesidad de hacer deporte a toda costa, a pesar de que se sepa que puede traer consecuencias negativas”, así lo afirma la psicóloga española Virginia Antolín, en una de las investigaciones pioneras que más luz arrojó sobre esta cuestión. Las empresas, sabedoras de estas tres etapas que la moda del running cumple al pie de la letra, explotan su imagen con miles de personas que salen a exhibir una vida saludable, porque todo lo que sea “saludable” es sano, y a la vida sana hoy le sobra prensa.
Esos de pies ligeros
En un lugar de México hay un par de chicas que no necesitan de miles de pesos para vestirse, ni de modas que las domestiquen, ni de empresas que las tienten, ni de cámaras que las registren por un segundo, ni de rutinas que necesiten ser rotas, ni de capitalismo que las reduzca. Ellas compitieron en un lugar soñado por los que buscan superarse, por los que sueñan con esa foto de héroes entre montañas y sitios más salvajes que avenidas adornadas por torres de cemento. Ellas ganaron la Ultramaratón de los Cañones, que se lleva a cabo en la Sierra Tarahumara, pegada al municipio de Guachochi, Estado de Chihuahua (México). La prueba de alta resistencia en la barranca de Sinforosa, es conocida como la “Reina de las barrancas”, y las competencias son de 10k, 21k, 63k y 100k. Según cuentan los especialistas “es una carrera única en su tipo ya que representa un reto físico y mental al internarse en la Reina de las Barrancas y recorrer poco más de 35 kilómetros con un desnivel de 1,650 metros sobre el nivel del mar. Sin demostrarlo y sin intención, las hermanas Lorena y Juana Ramírez se rieron de toda la moda running, el profesionalismo y las obsesiones por superar metas que tienen los competidores. Ellas lograron el primer y segundo lugar en la prueba de los 100k femenino. Ellas son “tarahumaras” o “rarámuris”, un pueblo nativo de México que se ubica en territorio del estado de Chihuahua, en la Sierra Madre Occidental. Rarámuri significa “el de los pies ligeros”. Ellas corrieron la XXI edición de la Ultramaratón de los Cañones como lo hacen siempre, con su vestimenta habitual y sus sandalias de plástico (huaraches), De esa forma transitaron 100 kilómetros, en un camino colmado de lodo, piedras, pendientes y un puente colgante que puso a prueba a cientos de participantes de diferentes lugares del mundo.
Lorena y Juana, junto con Santiago, su padre, corrieron los 100 kilómetros. Mario, de 26 años de edad, y Talina, de 17, se lanzaron a los 63 kilómetros. El papá guía a las chicas, el varón vive junto a su esposa y su hijo. “Les enseño mucho más para que sigan andando, corriendo, que cuiden animales, caballos y vacas y chivas y todo para que vayan corriendo, subiendo corriendo pa’ rriba de la montaña”, así le contaba Santiago a Televisa, con el poco español que domina.
La diferencia entre los civilizados de la cultura Nike y los civilizados de la tierra desnuda radica en la utilización del propio hábitat, por más inhóspito que luzca. “Nosotros no nos preparamos porque a diario tenemos que caminar y pues como no tenemos vehículo, por eso tenemos que caminar y correr”, fueron las escuetas palabras de un corredor rarámuri.
Los hermanos Ramírez han triunfado sin realizar ningún entrenamiento especial para estos ultramaratones y también buscan ganar cada día entre sus montañas, donde la vida es la verdadera competencia por subsistir.
Rompiendo fronteras
Su trascendencia los llevó hasta España, y corrieron en Tenerife. Mario, como sus hermanas y padres, vive en el pueblo de Rejogochi, una localidad serrana de Chihuahua. Viven poco más de 200 habitantes, la escolaridad brilla por su ausencia, la gran mayoría habla la lengua Rarámuri y muy pocos manejan el castellano. En un diálogo con un medio internacional, y ante la siguiente pregunta “¿En qué piensan cuando corren, cuál es su principal sueño o motivación?”, Mario respondió: “Sacar adelante a mi familia, y Lorena piensa lo mismo. Queremos mejores condiciones de vida aquí”.
Al terminar la carrera el 15 de julio, los corredores de la familia Ramírez volvieron a la Sierra para cosechar antes del invierno y seguir trepando en las montañas, preparándose sin intención para una nueva competencia.