Cloacas, agua, gas, salud, educación y transporte: las demandas de los vecinos de Colastiné.
Las dificultades por la falta de agua potable, de cloacas y de gas natural. El reclamo por un centro de salud y una escuela secundaria. Que el colectivo ingrese al barrio. La mejora del servicio de recolección de residuos y del estado de las calles. Todas esas cuestiones se desprenden del diálogo con los vecinos de Colastiné Norte cuando se les pregunta por sus condiciones de vida. Y aunque la mayoría decidió radicarse allí por las características de la zona (ver nota relacionada), no dejan de bregar por una mejor calidad de los servicios que utilizan a diario.
En este orden debe considerarse el significativo incremento de la población. Según el Censo 2010, entre La Guardia, Colastiné Sur y Norte se contabilizaban 10.500 habitantes. Actualmente, se estima que sólo en Colastiné Norte viven unas 12 mil personas. En gran medida, ese aumento se debe al Procrear y al costo de los terrenos. La zona –que se extiende desde el inicio de la Ruta 1 hasta el Callejón Laborie, en el límite con San José del Rincón– se ve marcada por el ritmo que impone la propia ruta, pero también por la geografía. En efecto, en cierto momento “se discutió la idea de ser una comuna o una ciudad independiente de Santa Fe, fundamentalmente porque las características geográficas y de la zona se asemejan más a las de Rincón o Arroyo Leyes que a las de la ciudad de Santa Fe, de la que nos separan siete kilómetros de ruta por la 168”, comentó Andrés Dentesano, secretario de la Vecinal de Colastiné Norte.
La ruta
Aunque renovada, tras largos años de lucha, a la Ruta 1 aún le restan soluciones. “Hoy la ruta genera mayores beneficios de circulación, con muchas cosas para ajustar. Como las colectoras, donde están las paradas de colectivos que hoy son de barro”, indicó el vecinalista. La coyuntura señala que “la licitación de la segunda etapa de la ruta, que se iba a hacer en septiembre del año pasado, se frenó por el proyecto del gas”. Por su parte, Oscar Signe, presidente de la misma entidad, opinó que “el problema grave de tránsito lo tenemos en la ruta 168, nunca lo tuvimos en la ruta 1. A la ruta 1 lo que le faltaba era una mano hacia el norte porque siempre existieron dos manos hacia el sur, igual que ahora. Ahora es más lento por los semáforos. Los cuellos de botella se hacen, en horas pico, en la 168, sobre todo el domingo a la tarde”. Según su mirada, “ahora cruzar de una vereda a la otra es harto difícil. Hay lugares en los que están las colectoras donde hay zanjas pegadas, entonces no se puede subir a la ruta. Hay que caminar 500 metros para llegar al próximo semáforo que te habilite a cruzar”.
Al mismo tiempo, la nueva ruta o “autovía”, en términos de los propios pobladores, “dividió el barrio en dos”. “Siempre hubo una diferencia entre las manos de la ruta, pero ahora es mucho más marcada porque es más larga para cruzar. Incluso, ahora, para cruzar con el auto lo pensás dos veces”, dijo Andrea, una vecina del barrio.
Los colectivos
Dentesano también observó que Colastiné Norte “tiene cuatro kilómetros y medio de largo por la ruta 1, pero entre la laguna Setúbal y el río Colastiné tiene hasta tres kilómetros de ancho en algunos lados y las líneas de colectivos pasan solamente por la ruta 1”. Dicho de otro modo, “hay gente que está a uno, dos kilómetros y más también y tiene que caminar en caso de no tener movilidad para llegar a la ruta y tomar un colectivo en calle de tierra. Y el día que llueve se complica. En las colectoras se junta agua y se forman barro y charcos”. A ello se suma la falta de garitas. “Hoy por hoy son pocas, pero tampoco tienen protección para la lluvia más que el techo. Si llueve de costado con viento, te mojás igual”, describió.
No obstante, el vecinalista reconoció que ante la nueva coordinación de los semáforos “hay muchísima falta de respeto de los vecinos porque pasan los semáforos en rojo de una manera descontrolada. Y de eso hay que hacerse cargo”.
Las calles
La recolección de residuos en Colastiné Norte es doble. Cada 15 días se recolectan las ramas o el corte del césped. “El problema más grande que tiene la recolección tiene que ver con el estado de las calles. El año pasado sufrimos un mes muy grave que fue abril –repasó Dentesano–, cuando coincidió la crecida del río y un mes entero de lluvia. El agua no escurría porque estaban las napas muy altas. Sumado a que cuando pasa la máquina trae tierra para nivelar las calles y la tierra no es una solución, sino que arma la huella grande que complica la circulación. En ese momento no circulaban el camión de basura ni las ambulancias, se empantanaban las camionetas de la Policía, hubo una ola de robos y entraderas. Fue un mes muy bravo. La gente dejaba los autos en la estación de servicio. Eso no tiene que volver a pasar”.
Por el estado de las calles, desde el Municipio se planteó la posibilidad de instalar geoceldas. De esa forma, “cuando llueve no se dispersa hacia los costados y es mucho más fácil incluso arreglar la calle. No es barato, es costoso –aclaró el secretario de la vecinal–. Se hizo la prueba en una sola calle y después el intendente anunció que iban a poner en todas las calles donde hubiera desagües hacia los reservorios y en el resto de las calles se iba a hacer un convenio con los vecinos. Pero no hubo ninguna coordinación para saber cuánto sale y cómo se paga”.
La urgencia
Otra realidad que aqueja a los pobladores radica en la falta de atención las 24 horas del centro de salud. Mientras Rincón cuenta con un Samco y se encuentra un dispensario en el kilómetro 3 de la ruta, el problema en Colastiné se inscribe en que “si pasa algo hay que salir corriendo para Santa Fe o a Rincón. Las ambulancias vienen, pero tienen la demora correspondiente de llegar. En algún momento la Municipalidad puso sobre la ruta una oficina del Cobem. Estuvo tres, cuatro meses y después la sacaron”, sostuvo Dentesano. Y recalcó: “Es un reclamo constante: contar con alguien en el centro de salud que permita hacer una curación de urgencia ante algún accidente y/o un traslado de urgencia si corresponde”.
Evitar la deserción
Si se tiene en cuenta la cantidad de habitantes, de más está decir que los niños y adolescentes forman parte de una población que requiere el acceso a la educación. En efecto, Colastiné Norte no dispone de una escuela secundaria y, acorde a un estudio elaborado por la propia Vecinal, muchos chicos se han visto imposibilitados de continuar con sus estudios por la dificultad económica de viajar a diario hasta el centro de la ciudad, o hasta Rincón o hasta Santa Rosa de Calchines.
En la zona se encuentran dos escuelas primarias: la Julio Argentino Roca y la N° 39. Pero ya no son suficientes. “Incluso tenemos problemas con las escuelas de Santa Fe. En un momento teníamos prioridad en las de Bulevar, pero hay problemas de matrícula. Hoy día para la primaria ya es un problema. El gasto de colectivos es un problema para los chicos”, planteó una mamá. A su vez, las dos secundarias más cercanas están en Rincón y en El Pozo, pero esas dos escuelas tienen sus primarias, con lo cual conseguir banco es muy difícil.
La energía eléctrica
Tras “una gran lucha de la Vecinal –indicó Signe– se han mitigado los cortes de energía. Esto se debe a que se consiguió que la línea que estaba al costado de la ruta de alta tensión, cuando se hizo la ruta, esté soterrada. Eso es una cuestión de mucha seguridad. También se hizo una línea por el lado de la defensa, que da la vuelta y sale casi al Kilómetro 8. Con eso se logró que cuando hay problemas sobre una línea se alimente con la otra o se pueda sectorizar mejor”.
Un solo cajero
La actividad comercial de Colastiné Norte se ve caracterizada por un hecho singular. “La institución más grande a nivel financiero que tiene todo el corredor de la costa es un cajero automático. Hay un solo cajero en la Shell, y el otro está en Rincón frente a la comuna”, aseveró el secretario de la vecinal, Andrés Dentesano. Y agregó: “Tampoco tenemos una oficina de un banco que permita hacer un trámite. El banco más cerca está en Rincón, y el otro en El Pozo”.
Cloacas, agua y gas, en ese orden
El Gasoducto de la Costa fue, poco antes de las últimas elecciones primarias, motivo de controversias entre la Municipalidad, Litoral Gas y el gobierno provincial. Sin embargo, la iniciativa encuentra ciertos reparos en los vecinos. “Lo que me asusta es cuánto nos va a salir llevar el gas a nuestras casas con el tamaño de los terrenos y la distancia de la que estamos de la ruta. En una cuadra tenés tres casas”, graficó Andrea. Más allá del proyecto, un tubo de gas de 45 kilogramos tiene un valor de mil pesos. En la casa de Juan Manuel, donde viven cinco personas, “dura menos de dos meses” y se usa únicamente para la cocina y el calefón. La calefacción ya requiere una estufa a gas o eléctrica o algún hogar con leña.
En cuanto a los servicios, “la prioridad serían las cloacas porque al tener cloaca no se contamina el agua. Primero las cloacas, después el agua corriente y después el gas”, esgrimió rotunda Mari. Y en ese mismo sentido, se expresó Signe: “Primero cloaca, agua y después pensemos en el gas. La obra (del gas natural) es altamente cara para los vecinos porque se paga por frente y los frentes son muy grandes”.
La Vecinal brinda la posibilidad de medir la calidad del agua a través de un convenio con la Facultad de Ingeniería Química de la UNL. “Tiene un costo de 200 pesos, tenemos un instructivo de cómo debe tomarse la muestra porque tiene que hacerse una limpieza previa de la canilla. Más del 90 % de las muestras dio que el agua es consumible. Las napas varían constantemente de altura y, a su vez, tiene que ver la profundidad del pozo también y la calidad del equipo. No se puede hacer una muestra por cuadra, es una por domicilio”, precisó Dentesano.