César Carignano debuta como escritor con Cañito vale doble.
César Carignano, el que algún relator bautizó como el “Carigol” cuando apareció en la Primera de Colón, dejó definitivamente el fútbol profesional. Atrás quedaron los gritos con la camiseta sabalera, su paso por Europa, México, Rafaela, Ferro, Independiente Rivadavia, Chile, Patronato, Sportivo Belgrano de San Francisco y su reciente pasado en Atlético Pilar (Liga Esperancina). Hoy la vida del nacido en Freyre (Córdoba) lo divide en múltiples tareas, desde ser padre, colaborar con un negocio familiar y ejercer el periodismo. En el medio, apareció el escritor que siempre estuvo, pero que ahora sale a la superficie. Bienvenidos a Cañito vale doble, el libro de César Carignano con prólogo del periodista Claudio “Turco” Cherep.
—¿Cómo te sienta esto de andar escribiendo?
—Me sienta natural, a mi manera. Uno no puede ponerse en el lugar del lector e interpretar si esto va a gustar o no, tampoco tengo ese prejuicio incorporado, hace tiempo que me he desinhibido a que se conozca o publique lo que hago, sobre todo a partir de mi columna de opinión en LT10, que es el lugar donde estoy trabajando. La desinhibición me da tranquilidad y me permite hacer algo que vengo haciendo desde hace muchos años, es un ejercicio muy personal e introspectivo. Pero entiendo que sorprenda, y ahora lo hago público porque me parece que se da en un marco ideal para animarme a que se publique. Yo estoy cómodo con lo que hice, pero ahora la verdad la tienen los lectores. Al ser chicos la apuesta es más grande todavía, porque un grande puede matizar una respuesta, pero un pibe es absolutamente sincero.
—¿De dónde nace la idea de escribir cuentos para chicos?
—Surge por una inquietud familiar, yo tengo un hijo de 9 años y entre su gusto por la lectura y mis ganas de inculcarle el hábito estábamos en la búsqueda de textos agradables y que le despierten el interés de leer más. En esa búsqueda encontramos muy poco para chicos de esa edad donde se hable de fútbol, con protagonistas que sean niños y de ahí surge el disparador del libro. Después de haber escrito un par de cuentos lo hablé con el “Turco” Cherep, que es mi guía literario y referente desde hace mucho tiempo. Los leyó y le parecieron coherentes. También lo hablé con una amiga que trabaja con chicos y le pareció bueno. A partir de ahí me animé a publicar. La forma de describir los lugares está hecha desde una mirada adulta, soy adulto y escribo como tal, por eso mucha gente adulta podrá viajar en su memoria a lugares que le traen recuerdos de su niñez. En la tapa se puede leer “Cuentos para pibes y no tan pibes”, por lo tanto el libro puede terminar en un ámbito de lectura familiar y no sólo de chicos.
—¿De qué tratan esos cuentos?
—Son todas historias, mitos, sucesos de la infancia con gente que he compartido esa etapa de mi vida, historias donde estoy pero no estoy. Se trata de reflejar charlas en concentraciones de fútbol, donde escuchaba relatos que hablaban de pueblos, barrios, ciudades de diferentes lugares. Son historias bastante posibles, donde los chicos pueden sentirse protagonistas de cualquiera de los cuentos. Un cuento transita en la década del 70, en el marco del Mundial que se jugó en Argentina, otro en la actualidad, en un club que se formó a través de la llegada de los ferrocarriles, entonces hay una mirada retrospectiva de todo aquello. Los tres cuentos son contemporáneos, pero tienen algo de aquello que pasó hace un tiempo.
—¿Cuál fue la crítica de tu hijo?
—En su lenguaje tan simple como valioso dijo “Está bueno papi, me gustó”, para mí están cumplidos todos los objetivos como padre y que ahora como escritor se puede plantear.
—¿Por qué cada vez hay más jugadores que se lanzan a escribir?
—Ruggeri repite cada tanto una anécdota en la concentración del Mundial 86, en México. Cuando Valdano llegó a la habitación con sus dos valijas andaba a las puteadas porque no tenía lugar en el ropero para poner una de ellas, la que consideraba la más importante, la que estaba llena de libros. Los futbolistas siempre hemos tenido inquietudes de todo tipo, porque somos seres sociales y tenemos una personalidad que va más allá de una generalización. Desde hace un tiempo hemos pasado la barrera del “qué dirán” y la proliferación de pequeñas editoriales han generado que mucha gente que hace 30 años no podía publicar hoy sí lo pueda hacer, y eso como fenómeno social se fue volcando hacia los jugadores. Creo que se dio un contexto que facilitó a que nos animemos y el libro Pelota de papel termina siendo el súmmun de todo eso, porque reúne a personas (jugadores y técnicos) de todo el mundo del fútbol que vuelcan en un libro muchas de sus inquietudes. Exteriorizar era el gran tema a vencer. Por ejemplo, Ignacio Bollino, el actual defensor de Temperley, es el dibujante de mi libro, lo que te demuestra que el jugador tiene muchas aristas en su vida, no es sólo tener la cabeza en la práctica y en la Play. La inquietud estuvo siempre, pero hoy la vía de la canalización es más cómoda.
—¿Cómo deberíamos presentarte, cómo el ex futbolista o escritor?
—No reniego para nada de lo que hice, así como la mayoría lo estereotipa al jugador y lo reduce en lo que hace, yo soy la persona que salió de Freyre a los 14 años, la que transitó el camino del fútbol y la que soy ahora. Como dice Juan Herbella, al médico que deja de ser médico no le dicen ex médico, le dicen médico retirado.
—¿Carignano se refleja más en el futbolista de pueblo con mucho terreno para jugar o en el de la ciudad que se reduce a un fútbol 5?
—Estoy donde hoy me toca estar. Hoy me junto con muchos amigos de la primera etapa de inferiores en Colón y otros viejos amigos a patear los sábados y te aseguro que ahí encuentro lo que encontraba en la canchita de Freyre: naturalidad, tranquilidad, un tercer tiempo maravilloso, alejado del ruido y con los pájaros de fondo. Soy un poco de gringo de pueblo y bicho de Santa Fe también, tuve un recorrido grande donde recibí influencias de personas y ciudades de todo tipo, pero la esencia es la misma.
—¿Cuál fue la camiseta que te hizo sentir más cómodo como persona?
—La de Atlético Pilar, el año pasado en la Liga Esperancina, porque yo de pibe siempre admire a tipos como Pablo Morant, el “Pata” Pereyra, que eran jugadores grandes y a la vez eran un gran ejemplo. Y siempre pensaba en lo lindo que sería que algún día los pibes me presten la atención que yo como pibe les prestaba a los grandes, aunque la sociedad pegó una vuelta tan grande que hoy en un plantel el grande tiene que adaptarse a los pibes. En Pilar encontré todo eso, la tranquilidad de un pueblo, la seriedad para entrenar prácticamente como un plantel profesional y la posibilidad de desarrollarme humanamente de la mejor manera. También en Rafaela, donde coincidió lo futbolístico con una etapa personal de maduración.
—¿Y de quién te hiciste hincha?
—De chico era hincha de Boca, el día que le hice dos goles al “Mono” Navarro Montoya, cuando atajaba en Chacarita, terminó el partido, fui a abrazarlo y le dije: “esto no tiene precio, aún hoy te tengo en un póster en mi pieza”. Después un amigo que tiene familia en Rafaela me empezó a hinchar con Atlético y ahí me hice del que nadie es en Freyre. Después desarrollé un cariño muy grande por Colón, pero viví cosas que me alejaron del fanatismo de Colón, de Rafaela y lo de Boca quedó muy lejos. Así como no soy ciudadano de ningún lado, tampoco me siento hincha de nadie.
—¿Sos del que juegue mejor?
—Me gusta que le vaya bien al que juega mejor, mucho más después de tantos años que prevalecieron los amarretes y conservadores, hoy la cosa se empezó a darse vuelta y le va bien a los que han intentado jugar con la pelota en los pies, y lo dice alguien que se sintió más cómodo chocando y no con la pelota en los pies.
Pase de gol
El periodista Claudio Cherep –autor del prólogo- le tiró la mejor pared al goleador: “César Le pone al libro lo que tenía como jugador, es una cuestión indisoluble, le mete una búsqueda permanente, muchísimo sacrificio, y así como encontraba el gol, en el libro encuentra las palabras adecuadas”.
“Rescata los valores del fútbol en nuestra infancia, sobre todo los que tuvieron la posibilidad de jugarlo en un pueblo; no necesariamente el libro está relacionado con los más chicos, en realidad cuando los más grandes tenemos la necesidad de sentirnos chicos podemos acudir a esos cuentos para reencontrarnos con la infancia en un lugar donde nos sentíamos felices, que era en un potrero, en un picado, sea en un pueblo en un parque o donde sea”.