Según los datos del Mercado Único y Libre de Cambios del Banco Central, el ingreso de dólares del exterior para especulación financiera es un 358,9% mayor al de los dólares destinados a inversiones productivas. Varios medios internacionales señalan al país como paraíso de la timba financiera.
Argentina vive un boom especulativo, no es novedad para medios internacionales del populismo de ultra izquierda como la BBC, Bloomberg, Financial Times o El País, que lo viene advirtiendo desde hace rato. Por fuera de las tasas astronómicas que ofrece el Banco Central y que hicieron crecer el volumen de Lebacs –unos pagarés de rápido pago, en pesos– de 257.883 millones de pesos en diciembre de 2015 a 902.239 en agosto de 2017 –una burbuja que pasó de representar del 52% al 105% de todos los pesos en circulación–, fueron dos las principales medidas que le abrieron la puerta a los golondrinas o vampiros: la liberación total para la compra y venta de dólares y, sobre todo, la reducción de la permanencia obligatoria de capitales financieros en el país. Antes de Cambiemos, el dinero financiero estaba obligado a quedarse un año. Con Cambiemos, el plazo se redujo primero a 120 días y, ahora, a cero días. Entra y sale como quiere, cuando quiere y en el volumen que quiera: esas son todas las condiciones para la timba financiera.
En consecuencia, la cantidad de dólares que entra para la timba sobrepasó largamente a la cantidad de dólares que entra para inversión productiva real, que por cierto también es bastante baja. Como fuere: desde 2003 a 2015 los capitales de inversión siempre estuvieron por encima de los capitales especulativos. A partir de 2016 la tendencia comenzó a revertirse y en 2017 pasó a ser al revés. Y muy al revés.
Una cuestión se relaciona con la otra. Los capitales especulativos entran para hacerse el día con las Lebacs. Así es como se explica el salto paralelo en ambas curvas: la de las Lebacs y la que corresponde a las "inversiones de portafolio de no residentes".
Por supuesto, una economía financiera fuerte no es por sí misma mala para la mayoría de la población, aunque en realidad la experiencia histórica en Argentina indica que en todos los casos así fue. Esos capitales que hoy entran a raudales están obteniendo ganancias anuales superiores al 25% básicamente por hacer nada. Esas ganancias se pagan con riqueza generada localmente. La curva faltante, la de la fuga de capitales, es la que termina de cerrar el cuadro. Pese a que todavía está lejos de tener el peso que tuvo en otros momentos de la historia reciente, en todo 2016 se fueron del país 9.951 millones de dólares, pero apenas entre enero y julio de 2017 ya van fugados 10.151 millones de dólares. Un poco menos que el 5% de toda nuestra deuda externa.