Por Teresa Suárez, Alicia Talsky y Guillermo Frittegotto (*)
La desaparición forzada de Santiago Maldonado se enmarca en el recrudecimiento de la represión estatal y de la frivolidad en los medios.
El día se presenta más gris que otros. Seguramente el sol –que suele ser caprichoso en invierno– hará un guiño al reaparecer. Sin embargo hay una angustia persistente que vuelve difícil lo cotidiano.
No sólo se trata de la terrible desaparición de Santiago, de los casos de gatillo fácil, de ocultamientos y minimizaciones por parte del poder político y casi todo el andamiaje mediático. El disciplinamiento crece frente a la protesta o ante el mero indicio de problematizar lo que se presenta en los casetes de la “verdad” instituida.
Lo que antes nos enojaba se ha agravado. La estrategia permanente de polarizar para no profundizar resulta eficaz. El miedo ha sido y es siempre buen recurso. La corrupción (que se evidenció en otro tiempo más allá del show de los popes del circo periodístico) es hoy una impronta creciente y verificable en negocios, cuentas y fugas de capital que nadie difunde.
El uso de eufemismos por funcionarios y comunicadores pinta como alentador un panorama que es dramático. Nadie habla de las crisis del mercado de trabajo, la competencia extranjera a la producción local, la privatización y extranjerización de las tierras fiscales, la carencia de créditos blandos para los pequeños productores, la represión tras las reacciones obreras, la vulgarización del mundo del arte.
Todo se vive como si no sucediera. En caso contrario, cuando se corren los visos del relato, la indignación se profundiza aunque sean pocos los canales para hacer de ella una energía transformadora. Además del cristal propio, según la ideología y los recorridos, es clara la influencia de voces monocordes en las distintas geografías.
Quien más quien menos, la TV y la radio se aprovechan de la pobreza de conocimiento o de información para instituir como datos de la realidad falacias de todo tamaño, inclusive tergiversando la propia historia, avanzando sobre las especificidades de antropólogos y arqueólogos. El mundo mapuche pasa a ser moneda corriente en informativos y en supuestos debates televisivos con discursos que pretenden ser válidos. Autoridades de todos los espacios –incluso los educativos en ocasiones– intencional o inconscientemente usan las pantallas con la impunidad que proporciona el poder de sus respectivas áreas para opinar, omitir, desinformar o convocar a sus respectivas audiencias tras opciones falaces o preguntas por sí/no.
[quote_box_right]La TV y la radio se aprovechan de la pobreza de de información para instituir como datos de la realidad falacias de todo tamaño.[/quote_box_right]
Los discursos que circulan suelen ser tan reduccionistas que los datos profundos quedan omitidos. En esta etapa de avanzado neoliberalismo, una clave necesaria es el endeudamiento externo; Se repite “vendrán inversores” como si fuera una ventaja maravillosa. El pago de los intereses leoninos hace imposible nuestra vida por las implicancias que eso trae. Las penurias económicas de la vida diaria se conectan con la deuda que arrastra ilegitimidad e ilegalidad desde su origen en la dictadura militar y sus posteriores renegociaciones, hasta hoy. Las autoridades dicen que se toma deuda para cubrir el déficit fiscal, por gastos excesivos heredados del Estado. La realidad es que el principal componente del déficit fiscal es el oneroso monto de los intereses que se pagan cada año y que superan con creces los presupuestos de salud, educación y necesidades sociales genuinas. Este año se pagan 13.000 millones de dólares en intereses, equivalentes a casi un cuarto del gasto total de la administración central. Los organismos financieros que hacen empréstitos no quieren que se salden las deudas, sólo que se paguen los intereses. Como no se pueden pagar en su totalidad, nos otorgan más préstamos para que podamos saldar la cuota, que a su vez engorda el capital que debemos, en una bola de nieve que no se detiene. Luego vienen los retos “morales” que oímos antes: “toda deuda debe pagarse”, “hay que evitar el default”, etc. La consecuencia: servicios más caros, impuestos regresivos, especulación financiera (fuga de capitales a paraísos fiscales) y una economía extractivista que nos empobrece a pasos agigantados, nos deja sin soberanía –agua dulce, minerales, tierra fértil, etc– a la vez que nos enferma con el mercurio, metales pesados y agrotóxicos.
Toda resistencia que acompañe a una toma de conciencia sobre estos temas es reprimida y judicializada. No hay más que ver día a día qué hacen los uniformados de todos los colores y modelos. Ellos también salen de nuestro pueblo, pero cumplen órdenes. Malhumor, empobrecimiento, pérdida de soberanía, represión no van a generar sino más violencia.
Todos y todas somos responsables de reaccionar con sensatez, pero las grandes responsabilidades las tienen los tres poderes del Estado. Sin torcer el camino económico y buscar una multiplicidad de voces que problematicen el relato, no se podrá generar un clima diferente al que tenemos. Se está tocando fondo. Y cada uno desde su lugar de ciudadano tiene el desafío y la obligación de preguntar y exigir, un poco más allá de los titulares
(* ) Historiadora, militante social; Profesora de Historia, participa en ONGs; Licenciado en Antropología y docente.